Andrés Balsa se convirtió en el verano de 1935 en el primer entrenador español del Valencia FC. El popular exboxeador nacido en Mugardos, un avanzando en cuestiones de preparación física y trabajo en el gimnasio, había descendido en Segunda división con el CD Castellón en 1933. Gracias al club de Mestalla, la luz volvía a enfocarlo en uno de los mejores cuadriláteros futbolísticos del país. Llegó para sustituir a Anton Fivébr. Sin embargo, las temporadas con Balsa fueron tan discretas como la que puso punto y final para siempre a la aventura en València de aquel pionero checo que emigró a la Unión Soviética.

La Guerra Civil fue incapaz de dar por acabada la relación de amor que el gigantón Balsa vivió con el Valencia. Al menos hasta 1946, el coruñés formó parte del cuerpo técnico. Bonachón como ninguno, su carácter afable y, sobre todo, sus historias de boxeador y luchador de 'catch' en América cautivaron a los que le rodeaban. Los entrenadores que le sucedieron no dudaron en tenerlo cerca para asumir la preparación física y la gestión de las relaciones humanas en el interior del vestuario.

De hecho, Balsa acompañó al legendario secretario técnico Luis Colina y al presidente Rodríguez Tortajada, intervencionista en lo deportivo, en el triunvirato que dirigió al equipo, ya con un país partido en dos, en la Liga Mediterránea y la Copa de la España, frente al Levante en julio de 1937 (0-1). Un año antes, más o menos, los trabajadores y empleados se habían hecho cargo del club para que siguiera viviendo de la mano de Tortajada en la capital de la República.

Balsa retira del campo a un jugador que necesita asistencia médica

Uno de los hombres que quiso a Balsa en su Valencia fue Eduardo Cubells, que hizo campeón de Liga a los murciélagos en el curso 1943/44. Precisamente, los extractos del relato que sigue comienzan en el hogar del gran 'Cucala'.

EL TRÁILER DEL RELATO

«Aquello era un tesoro inédito. Una fotografía, guardada previamente en el interior de un sobre, le llamó la atención. No por los futbolistas, de los que sabía recitar sus nombres mejor que el Credo, sino por el grandullón que reinaba en el centro sosteniendo la Liga junto a su padre. Detrás se leía: "¡Campeones. 1944!". El hombre de traje claro era tan alto como las torres donostiarras que tenía en cada flanco, Eizaguirre e Iturraspe. Ancho como un armario, sus músculos forzaban las costuras de la chaqueta y la carne desbordaba el cuello de la camisa. Su mirada parecía perdida al otro lado del mundo.

¿Quién sería? La curiosidad condujo al inquieto joven al exterior.

-Pare, qui és... -no había acabado cuando Eduardo Cubells cogió para sí la foto con rapidez felina, propia de su etapa como extremo.

-Deja, deja que vea... Mundo, Álvaro, Iturraspe, Balsa, servidor, Eizaguirre, Juan Ramón y Luis Casanova. Abajo, Amadeo, Epi, Gorostiza, Lecue, Igoa y Ortúzar -los enumeró señalando a cada uno con el dedo después de haberse colocado unas gafas diminutas.

-¡¿Balsa?! -preguntó el chico alzando la voz- ¡Ah, sí! Creo haberte oído alguna vez que era el preparador físico. Al verlo en el medio de todos pensé que sería poco menos que Mundo -replicó con decepción e ironía a partes iguales. [...]

Corría el año 1895. Como a tantos otros habitantes de la ría del Ferrol, la necesidad lo empujó a escapar, las penurias del hijo de un labrador en un pueblo de 'pulpeiros'. Pronto, sobre la cubierta del imponente buque, las exhibiciones del precoz forzudo captaron el interés del primer oficial. Tan avispado como Cubells a la hora de fichar, el jefe mercante invitaría a Andrés a pisar tierra con él y poner a prueba ese corpachón que la naturaleza le había dado en una velada de lucha libre con bolsas de plata en juego.

-¡Vamos! Si tumbas a ese enmascarado, setecientos de los mil pesos serán tuyos -insistía el oficial, más pillo que el hambre.

-Bueno, está bien, pero si me rompe las piernas no me dejes aquí. Prométeme que cargarás conmigo hasta mi camarote- replicó a sabiendas de que ninguna de las condiciones iba a cumplirse.

En pocos momentos, el rival estaba en el suelo y el botín le iluminó el alma. Nunca había visto reunida tal cantidad de billetes. Por primera vez se imaginó un porvenir, decidió no regresar al barco y dedicarse al catch. Y funcionó. Sus puños y brazos le granjearon victorias sobre improvisados rings en Argentina, Brasil o Perú y fama como 'strongman' multiusos con hazañas variadas como lanzamiento de ruedas, lucha romana o espectáculos circenses con animales. Algo que repetiría años después en A Coruña frenando con las manos a un becerro para capricho del presidente del Deportivo. [...]

Los inicios fueron prometedores. El luchador vivía tiempos de vino y rosas dando de lleno con la razón de ser de su rocosa silueta. En 1915, levantó en el teatro Colón de La Habana el cinturón mundial de lucha libre al derrotar a un judoca japonés, Miyake. [...]

Cerca de cumplir los 40, el boxeador de Mugardos estaba en la cresta de la ola, así que en julio de 1921 se atrevió a lanzar desde Madrid un desafío temerario a Jack Dempsey, campeón mundial del peso pesado...». ¿Llegaría a celebrarse en Nueva York aquel combate? ¿Destronaría Balsa al'Matador' de Manassa?

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La obra de Sergi Calvo, Franz Kelle y Pascu Calabuig está disponible en librerías, y 'on line' a través de la web de la editorial, www.editorialvinatea.com.