La clasificación europea no solo reporta imagen y prestigio a un club de fútbol. Participar en torneos continentales se revela también como una de las principales vías de ingresos de los equipos, solo por detrás, en muchos casos, de los derechos televisivos. La tradición europea del Valencia, campeón o finalista desde los años 60 del siglo pasado de todos los torneos internacionales, se ha visto frenada desde la irrupción de Meriton Holdings Limited como máximo accionista en 2014 y es una de las principales razones del distanciamiento cada vez más evidente entre el Valencia y sus rivales directos. Ya no solo el primer escalón de Real Madrid y Barcelona, o la tercera plaza histórica decantada a favor del Atlético, sino también de entidades emergentes como Sevilla, y en menor medida el Villarreal, cuya regular presencia en Europa ha consolidado una base de ingresos sólida a la que no se puede agarrar el actual Valencia. En las últimas 24 temporadas, solo en cinco ejercicios el Valencia ha quedado fuera de Europa. Y cuatro de esas ausencias que comprometen el futuro han sido bajo el mando errático de Peter Lim.

El ‘caso Wass’ es paradigmático de ese realidad dependiente. El club antepone como estrategia el ingreso de un traspaso a corto plazo ante la imposibilidad de renovar al futbolista danés, antes de no debilitar un equipo en el que el centrocampista internacional es titular fijo y que tiene como aspiración la clasificación europea para aliviar su crisis financiera. La dependencia de Europa de todos los clubes se ha acuciado con la crisis derivada del Covid-19, hasta el punto que el modelo de negocio de clubes como el Atlético, pese a acudir siempre en Champions desde la llegada de Peter Lim al Valencia, se puede ver afectado si se alterase su participación europea.

Europa ha sido una de las grandes consecuencias del desmantelamiento del proyecto campeón de Copa de 2019. En las escasas explicaciones oficiales, en junta de accionistas o ante los medios oficiales del club, Anil Murthy ha reiterado que el club se vio en la obligación de disminuir una masa salarial inasumible, que obligaba a estar siempre en Europa para resultar rentable. Vaciada la base del equipo y sin apenas refuerzos, la carga salarial ha descendido notablemente, pero también en consecuencia el provecho económico de la ambición deportiva, al quedar lejos de Europa. Cada participación en Liga de Campeones garantiza, con la sola fase de grupos, un ingreso por competiciones deportivas de 60 millones de euros. Una cantidad que el Valencia ha dejado de percibir, pasando a ingresar por competiciones una cifra superior a los tres millones. Una consecuencia muy tangible.

La gran contradicción de Meriton es que, por dos épocas bajo su mandato, el Valencia ha estado en disposición de pelear por una presencia continuada en Europa, por alejar la amenaza creciente del Sevilla e incluso recortar distancias con el Atlético de Madrid en el tercer escalafón del podio del campeonato. Pero tanto tras la cuarta plaza con Nuno Espirito Santo en la 14-15, como en las dos clasificaciones para Champions con Marcelino, el Valencia no solo no supo gestionar a su favor el éxito con el viento de cara, sino que se precipitó a sus peores crisis: las dos decimosegundas posiciones seguidas en 2016 y 2017, y la irrelevancia posterior a 2019 con Celades y Gracia sin fichajes. Una tendencia que José Bordalás trata de enderezar con piezas justas. La resolución del mercado de invierno será un mensaje de las ambiciones del Valencia, frente al ritmo fiable que sus competidores han marcado en los siete años de gerencia singapuresa en Mestalla.