El Valencia dio el primer paso a la final de Copa después de arrancar un valioso empate en San Mamés contra el Athletic Club, en un duelo muy intenso, disputado palmo a palmo, en el que el equipo de Bordalás llegó a someter al de Marcelino García Toral guiado por el talento de Bryan Gil. En un partido de mucho colmillo e interrupciones, el Valencia fue capaz por fases de dominar el juego, pero no tanto las emociones, con los athleticzales con un punto más de callo y picardía. El gol inicial de Raúl García fue contrarrestado por el valencianista del año, Hugo Duro. Queda la sensación amarga de que los blanquinegros dejaron escapar la victoria y de cierto resquemor arbitral. La vuelta será igual de competida entre dos equipos y dos entrenadores casi simétricos, pero Mestalla debería decantar la diferencia.

Athletic Club - Valencia EFE

El ambientazo de partidazo clásico en San Mamés no intimidó al Valencia. Sus jugadores desfilaban desde el túnel de vestuarios con la cabeza alta, captando todos los detalles ambientales de la catedral, convirtiéndolos en pura motivación. La misión del Valencia pasaba por desactivar el empuje inicial del Athletic, su puesta en escena. Se consiguió durante casi media hora con los valencianistas presionando muy alto, con virtuosos como Carlos Soler y Bryan Gil robando en tres cuartos, con Gayà llegando cómodamente al centro, con Hugo Duro conectando los primeros cabezazos.

El Valencia también igualaba uno de los factores con los que el Athletic condimenta sus partidos como local, con una contundencia física en los duelos y en los despejes que llevaban a Alderete a conectar cabezazos a treinta metros de distancia. Los de Bordalás volaban como mariposas, con Bryan Gil danzando en las esquinas con Lekue, pero no picaban como abejas, recurriendo al tópico.

De la incapacidad de finalizar con remate algunas jugadas francas al contragolpe, el Athletic activó sus primeras transiciones veloces para instalarse en el partido y cambiar el murmullo de San Mamés. Y el partido hizo click cuando Diakhaby, que ya se había arriesgado a un penalti por sacar un codo, cedió un balón envenenado al titular Mamardashvili que casi se convierte en uno de esos goles cómicos. Tan voluntarioso, pero a su vez tan frágil de espíritu, el Valencia entró en una de sus desconexiones de pánico. El meta georgiano sacaba al primer palo un disparo seco de Williams a la media hora. Y en el minuto 36, Munian botaba con maestría al segundo palo una falta más que discutible provocada por él mismo y rematada por el más experimentado de todos, Raúl García.

Athletic Club - Valencia EFE

El tanto sacó al partido del Valencia, al que se le hizo largo el final del primer acto, incapaz de dominar el juego, pero también las emociones. Raúl García, canchero como pocos, sacó de sus casillas a un aceleradísimo Diakhaby. Sin un jugador con la picardía suficiente para calmar ánimos en el descanso (la veteranía que reclama Bordalás en el mercado también sirve para esto), en el tumulto formado en la boca de vestuarios Maxi Gómez (suplente y bala para el final del partido) se autoexpulsaba.

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La tormenta se había disipado y el Valencia empezó poco a poco a crecer, a volver a creer, a lomos de Bryan Gil. En el 60, un envío al segundo palo del extremo de Barbate era enganchado con poco ortodoxia por Foulquier, paseándose por el área. La jugada venía precedida de una patada en la rodilla de Dani García a Carlos Soler, debatible de ser roja directa. Y llegó el empate, con una nueva asociación de talento, con Guedes enviando a Gil, cuyo remate de primeras fue despejado con dificultad por Agirrezabala y el rechace muerto fue cazado por el más hambriento, por un Hugo Duro que no se había cansado de correr durante todo el partido.

El duelo se puso muy de cara para el Valencia, instalado en campo rival. En el 77, por un palmo, Diakhaby no llegaba a empujar un centro de Gayà levemente tocado por Hugo Duro. El partido olía al 1-2, incluso sin Guedes en el campo, sustituido por Bordalás. Le quedaría otra al Valencia con una prolongación en largo en la que con la posición ganada, Vivian forcejeó con Hugo Duro, en una jugada que merecía una lectura reposada de VAR, pero que Munuera Montero, con un arbitraje trufado de detalles, solventó con una amarilla a Hugo Duro por las protestas.