Banderas, bufandas, camisetas y todo tipo de ‘prendas’ salían por la ventanilla de muchos de los coches que ayer eligieron ir por carretera a Sevilla. El aroma a semana grande se respiraba en ese trayecto de València a la ciudad en la que el conjunto de Bordalás buscará la novena. Los restaurantes de carretera servían de lugar de encuentro. De ‘comunión’ entre una marea que tenía La Cartuja entre ceja y ceja, pero que empezó a vivir la final mucho antes. Porque el choque ante el Betis no empieza hoy a las 22:00 y eso la afición lo sabía. Las calles de Sevilla se fueron llenando poco a poco. Con el goteo incansable de aficionados que ‘aterrizaban’ tras haber hecho frente a la lluvia, que por momentos hizo muy complicado el acceso al centro de la ciudad y también al lugar de la gran cita: La Cartuja.

Allí acudieron los grandes protagonistas. Los encargados de conseguir la novena. Las palabras de Gayà, capitán y un aficionado más, las de Bordalás, consciente de la exixgencia del momento, y el ambiente generalizado fue positivo desde el primer momento. Con Maxi y Lato al margen, que no estarán disponibles por sanción y lesión, el equipo se entrenó en La Cartuja con la mente puesta en parar a un Betis que llega con el ‘input’ del triunfo en el Villamarín de la primera vuelta. Sin embargo, una final poco o nada tiene que ver con esa cita en la que se escaparon puntos pero Bordalás sacó una lección. Los tres centrales como hoja de ruta para cambiar aquel desgobierno de la primera vuelta es la vía más fácil hacia el título. Con Paulista entre algodones pero listo. El hispanobrasileño saltó al terreno de juego y con él aparece en el ambiente la imagen de un tridente defensivo formado junto a Diakhaby y Alderete. Una formación que poco o nada tiene que ver con aquel 4-4-2 que quería dibujar Bordalás a su llegada al Valencia pero que se ha visto alterado. No aquel mensaje en su presentación. «Bronco y copero» era uno de esos mensajes que aparecían en el vídeo con el que se anunciaba su llegada al Valencia CF. Y nueve meses después, el técnico alicantino tiene a su equipo en la gran final y a 90 minutos -tal vez 120- de un título y la clasificación a la Europa League.

Química

La mirada entre Soler y Gayà en el entrenamiento de La Cartuja es la mirada del valencianismo. Solo ellos saben lo que ha costado llegar hasta la gran final. Un camino de piedras en liga, una eliminatoria durísima contra el Cádiz, la campaña en contra de gran parte del fútbol español en el cara a cara contra el Athletic y una visita a ‘casa’ del otro finalista en el partido que decide el título. Gayà y Soler pisaron La Cartuja con confianza y con cierta tensión positiva. Si la moneda sale cara, el valencianismo tendrá la novena Copa y ellos la segunda en su carrera con el club. Con su club. Porque ellos serán en el campo el aficionado que estará en la grada. Empujarán cada carrera de Guedes, los regates de Bryan, los despejes de Alderete o cada parada de Mamardashvili. Mientras Bordalás y Hugo Duro tratarán de cerrar su particular círculo. En 2019 la suerte fue para el Valencia y esperan que en esta ocasión el desenlace sea idéntico.

Ruido externo

La plantilla está concentrada y no quiere escuchar nada de quién es favorito, cuánta presión tiene Hernández Hernández o si el Betis juega mejor o peor que el Valencia CF. Las finales se ganan, no se juegan. Para eso, el equipo lleva trabajando un mes. Desde la clasificación contra el Athletic, con ese misil de Guedes desde la frontal, el equipo ha olvidado incluso su fase ofensiva para centrarse en una premisa. El partido tiene que ser largo. El 0-0 no preocupa y cada minuto es un minuto más cerca de marcar el primero. La hoja de ruta está muy clara.