Todo el mundo salió de La Cartuja con la misma sensación. La afición no merecía marcharse de Sevilla sin la novena. En el césped no se consiguió el triunfo pero las gradas dejaron historias a cada minuto. Prácticamente en cada rincón se escribía un relato con el Valencia como ganador y el Betis, y los suyos, intimidados por una minoría pero más ruidosa y con más garganta. Eso incluso provocó el enfado de algunos aficionados. Delante de los pupitres de prensa hubo verdiblancos que se giraban mirando a su fondo. Con los brazos abiertos. Gritando y sin explicación a una derrota clara desde los asientos que generaba indignación. Eso se notó desde el minuto uno. Los valencianistas fueron llenando las gradas a un ritmo acelerado. Con ganas de entrar a La Cartuja y dar rienda suelta a los cánticos, al despliegue de banderas y a la ilusión por levantar la Copa. En el otro lado hubo cierta timidez de una afición que, eso sí, fue elegante y respetuosa en la victoria. Tanto en la ciudad como en el estadio los béticos supieron jugar su final como ‘anfitriones’ a pesar de ser uno de los finalistas. Antes y después. Pero la realidad es que el valencianismo fue superior en cuanto a intensidad y decibelios. Y los jugadores lo notaron desde el campo.

Soler, Guedes, Racic cuando entró, Hugo Duro... Si desde la grada la afición impedía que los jugadores notaran el cansancio, la plantilla hacía lo propio con los suyos. Fueron muchos los futbolistas que daban fuerzas a los seguidores para seguir remando desde los asientos. Casi sin descanso, el valencianismo superó minuto a minuto a la oposición verdiblanca. Tanto que en la prórroga Borja Iglesias y un miembro del cuerpo técnico salieron a pedir a los suyos un último esfuerzo. No tanto como reproche, sino como ‘necesidad’ para los que estaban dentro. Y es que la afición del Valencia fue el jugador número 12 como dice el tópico. Y el final del encuentro lo demostró. Con lágrimas en los ojos y el corazón roto pero de pie y aplaudiendo a los suyos. Levantando a Gayà, hundido tras la derrota, a Alderete, con la mirada perdida, Paulista, Hugo Duro, Bryan, Soler... absolutamente a todos. También a Yunus, por supuesto. Solo fallan los que tiran los penaltis.

Barro en la fan zone

Muchos días antes de la gran final el tiempo ya indicaba que llegaban lluvias a Sevilla. A pesar de eso, la realidad es que la organización no estuvo a la altura. El agua, por momentos descontrolada, dio paso a dos escenarios. Dentro de la carpa gente apilada, con barro en las zapatillas e incluso en los calcetines, sin poder moverse y esperando a que el temporal se calmara. Fuera la gente se protegía como podía. Tres o cuatro personas bajo paraguas diminutos, también los árboles servían para ‘amortiguar’ el impacto de la lluvia, que permitía frenar algo -aunque no del todo- el ritmo de la ropa empapándose por momentos. Además como todo eso pasó antes de las 19:00, la afición tampoco podía acudir al estadio para encontrar refugio. Aunque allí tampoco funcionaba el aire de los baños para tratar de secar como fuera suéters o camisetas. Eso sí, el valencianismo aguantó como pudo y una vez las nubes se marcharon y salió el sol, la gente tiró de ingenio para poner su ropa sobre las vallas y esperar que se secara todo antes de la llegada del autobús.

El ‘minuto 19’

La gran final también tuvo ese momento para la protesta. Para reclamar una mejor gestión de Meriton. En el minuto 19, La Cartuja gritó contra Peter Lim y Anil Murthy. La sensación en las calles antes del partido era que el Valencia CF, a pesar de la directiva, estaba en una gran final. Un club grande como pocos, una afición que, como se demostró en todo momento, remó como siempre y ese punto de reivindicación necesario. Corto pero intenso. Un minuto que dejaba claro que a pesar de estar a un paso del título, el sentido de pertenencia a un escudo y a lo que debe trasmitir la entidad es todavía más importante. Sin embargo, la actitud ejemplar en la grada y en el campo no fue suficiente. La novena se quedo en Sevilla.