No cabe más dignidad en el Valencia (1-1)

El equipo de Gattuso completa un portentoso partido contra el Real Madrid, con el público saudí en contra, y cae en los penaltis

Cavani, durante la semifinal de la Supercopa

Cavani, durante la semifinal de la Supercopa / Juan Carlos Cárdenas

Vicent Chilet

Vicent Chilet

No cabía más dignidad en la derrota del Valencia, caído en los penaltis después de un partido en el que combatió todas las asimetrías y pronósticos favorables al Real Madrid con personalidad y cabeza alta, llegando a someter a su rival hasta quedar agotado. En el estadio Rey Fahd se presenció el equipo que puede llegar a ser. Valiente, con personalidad y llevando la iniciativa, por más que el rival sea muy superior y el escenario hostil (la afición saudí se volcó con el Real Madrid). Con los necesarios reajustes de mercado (se aguantaron todo lo posible los cambios), el crecimiento del equipo podría ser esperanzador. Fue un partido con nombres propios. Gattuso, que retocó de forma decisiva el dibujo al 4-4-2, que a su vez generó varios protagonismos. El de André Almeida como director de orquesta, jugando de Baraja. El de Samu Lino con libertad de movimientos como segundo punta. El de Toni Lato como una incansable abeja obrera, útil en cualquier demarcación, creando asistencias a pierna cambiada. Con Cavani cabalgando con garbo como un caballo de raza por todo el campo.

Con una camiseta como la senyera, que invoca imágenes, recuerdos y hasta poderes que se creían perdidos, con el público local en contra, el Valencia se sacudió el dominio inicial del primer cuarto de hora, dominado por el Madrid con los movimientos indetectables de falso 9 de Benzema, que habilitaba espacios para las escapadas de Rodrigo o la visión limpia para el disparo de media distancia de Fede Valverde. El Valencia se sostuvo en pie y empezó a tocar el balón con más seguridad, con el nuevo dibujo empleado por Gattuso, que agitó el árbol para configurar un 4-4-2 con defensa adelantada, André Almeida a los mandos y con Samuel Lino con libertad de movimientos por detrás de un Cavani con ganas de ser protagonista, pivotando y llegando a posiciones de remate. El Valencia necesitaba un estímulo, con el primer balón tensado del capitán hacía el Matador, para creerse que podía hacer daño. Durante cinco minutos, del 18 al 23, logró encerrar al Madrid. Un cabezazo picado de Cavani, una internada de Lato que erró el recorte cuando se vio que tenía que rematar a pierna cambiada, buena ejecución de acciones a balón parado. Los valencianistas estaban muy vivos en un partido muy frágil. Con los riesgos tomados, al Madrid no le costaba originar peligro en juego directo. En el minuto 30 Vinicius con un cambio de ritmo ganó la espalda de Thierry, que tuvo tiempo para bloquearle un centro con el extremo brasileño ya metido en la cocina. Y en otra pelota aún más sencilla de defender, un envío frontal largo de Militao, Benzema se escapó de Cömert, que acabó cometiendo un penalti claro. El capitán madridista no falló y tumbaba todo el laborioso partido planteado por el Valencia. Más allá de alguna patada imprudente de Valverde, o una posible segunda amarilla sobre Camavinga, la labor arbitral no convocaba a la moviola. Ancelotti leyó el riesgo y retiró a Camavinga al descanso por Modric.

El Valencia no iba a perder la cara al partido y a los 25 segundos de la reanudación igualó el marcador. Perfilado en la derecha, Lato se acomodó el centro enroscado con la zurda al segundo palo y Lino, con la espinilla, remató a placer robándole la cartera a Lucas Vázquez. El partido iba a entrar en un fase atractiva. Benzema, muy fresco sin el peaje mundialista, daba pases de baile en el área valencianista. Y los de Gattuso se asomaban con mucho descaro en ataque, con el factor sorpresa de Musah. Kluivert estrellaba un balón frontal en la cabeza de Militao. El partido del Valencia estaba siendo más que digno, agresivo en la presión y coherente en cada pase. Sin embargo, rebasada la hora de juego, el equilibrado duelo podía decidirse con los recursos disponibles en cada banquillo. El Madrid perdía efectivos con la lesión de Lucas Vázquez, con un mal apoyo en una caída, y con Militao, aturdido desde el balonazo de Kluivert.

El partido estaba para el ataque final del Valencia. La prórroga, quién lo iba a decir, no era un buen negocio. Incluso con la salida del campo de Lino, totalmente fundido. Con el Valencia jugando en campo madridista en el descuento, el Madrid asestó dos dentelladas con Vinicius y Valverde. Pero Mamardashvili iba a decidir que ésta también era su fiesta. Apenas iniciada la prórroga, el meta georgiano volaba para desviar con los dos puños el disparo de Vinicius, y luego con otro latigazo de Kroos. Lato y Musah caían en combate, traicionados por las rampas. Aún así el Valencia era todavía capaz de inquietar, con el centro de Gayà con la curva necesaria a la entrada de Hugo Duro. La tuvo en el minuto 101 Fran Pérez, habilitado con un gran control orientado tras un notable pase de Almeida. El hijo de Rufete, con ángulo para el remate, prefirió recortar, en la peor decisión. No vaciló Fran en la siguiente ocasión, en el minuto 110 recogiendo en carrera un pase de Ilaix. Ligeramente desequilibrado por Rüdiger, su remate fue desviado con el hombro por Courtois. Sin fuerzas, el Valencia no se resignó a dejar de atacar en la segunda mitad de la prórroga, a veces con las alas cortadas por Hernández Hernández, que evitó una contra muy franca con el tiempo extra en sus estertores.

Fatídicos penaltis

Y los penaltis, con todo el estadio en contra. Cavani anotó para el Valencia, Benzema empataba. Cömert la lanzaba arriba. Y Mamardashvili llegaba a tocar el lanzamiento de Modric. Ilaix Moriba marcó el suyo con no más de 50 pulsaciones por minuto. Kroos no perdonaba. Guillamón ejecutó con su frialdad de ancestros balcánicos. Asensio marcaba y toda la responsabilidad era para Gayà, que no engañó a Courtois. Ni un reproche al descomunal semifinalista.