La grandeza es siempre un valor añadido, y la de un equipo como el Valencia es muy difícil de eliminar incluso con una pésima gestión a cuestas. El día que Mestalla volvía a ser Mestalla y la grada Mario Alberto Kempes recuperaba su color tras cuatro partidos de sanción, el Valencia, tan impredecible como pocos, dominó y goleó a todo un Atlético de Madrid. Una victoria a modo de bálsamo entre tanta tormenta que sufre el valencianismo.
Mestalla volvió a responder cuando el equipo más lo necesitaba. El recibimiento a un equipo que necesitaba la victoria como el comer para evitar la primera crisis de la temporada contagió a los jugadores de Rubén Baraja. Los primeros minutos fueron un preámbulo del guion que iba a seguir la primera mitad: un Valencia orgulloso, con actitud y valiente para jugar de tú a tú a todo un gigante como es el Atleti. El plan empezó a dar sus frutos desde muy pronto. Concretamente en el minuto cuatro de partido, momento en el que Hugo Duro dio luz verde a su fiesta particular rematando al fondo de las mallas un centro lateral de Sergi Canós, que estrenaba titularidad.
Como si no fuese la plantilla más joven e inexperta de toda la Primera División, el Valencia gestionó a las mil maravillas su ventaja. Los minutos pasaban y la sensación de dominio era total: precisión de pases en el centro del campo, contundencia defensiva y mordiente en ataque... Era el día del Valencia. De hecho las ocasiones más peligrosas tenían tinte blanquinegro. La única del Atleti, ni siquiera peligrosa, fue un disparo de Marcos Llorente desde la frontal que se perdió por el costado izquierdo de la portería de Giorgi. Antes lo habían intentado Canós, Diakhaby y el joven Mosquera, ayer titular, pero ninguno alteró el marcador.
Hugo Duro, acertado de cara a gol
Parecía que el único capaz de hacerlo era Hugo Duro, tocado por una varita y encontrando la fortuna que tanto le ha faltado en los últimos meses de competición. El '9' estaba desatado y enseñó todas las costuras de la defensa rojiblanca, incluso a la carrera en velocidad donde teóricamente luce menos. La jugada arrancó con una gran recuperación de Pepelu, que jugó rápidamente con Fran Pérez. El canterano dribló a su par y metió un pase en profundidad muy bueno que Hugo Duro hizo aún mejor: aguantó la carrera, sentó a Savic con un amago de orfebrería y superó a Oblak. Jugada sobresaliente y diferencia ampliada al descanso.
El Cholo movió piezas al descanso vista la superioridad abismal del Valencia. Correa, que se le da muy bien Mestalla, y Molina saltaron al césped y junto a Galán, que había sentado justo antes del descanso por la lesión de Lemar, cambiaron ligeramente la cara del equipo. El Atlético comenzó a meter miedo: Galán desboraba por banda, Llorente llegaba desde segunda línea, Morata encontraba remates... Pero la defensa de Baraja se vistió ayer de un muro inexpugnable. Giorgi, lo poco que le tocó intervenir, también lo hizo con acierto.
Javi Guerra sentenció con un golazo
El paso al frente rival no empequeñeció al Valencia, que demostró dominio en otros muchos registros para seguir haciendo daño y alargar la fiesta que empezaba a vivirse en Mestalla. El estadio volvió a explotar, en esta ocasión con una de las perlas, que cada vez es más realidad mientras sigue siendo promesa con 19 años. Javi Guerra se plantó en la frontal utilizando su particular y demoledora zancada, recortó a un rival y colocó un balón fuera del alcance de Oblak, que volvía a ser superado por un jugador local. El gol del canterano fue una fotografía perfecta de lo que es como jugador: inteligencia, potencia física y calidad.
Tras unos pocos minutos con un tímido intento de reacción, la segunda mitad transcurrió con la sensación de que el Atlético se daba por vencido. No era el día. Y sí lo era para el Valencia, también en defensa liderado por un Mosquera descomunal. Al canterano no afectaron los nervios y no ofreció ninguna fisura. El Valencia tiró de oficio y dejó el partido visto para sentencia manteniendo la seguridad que no faltó en los 90 minutos. Tres a cero. Tres puntos que saben a mucho más: por el rival, el momento, el resultado y las sensaciones.