Renovar la ilusión en un grupo de trabajo no es fácil, más cuando no hay cambios en la dirección técnica y la mayoría de futbolistas llevan varios años asentados en su puesto. Llegados a ese punto urge buscar soluciones para evitar que los futbolistas entren en una situación de acomodo o que algunos acaben desenchufándose antes de tiempo, como ocurrió la pasada temporada con varios integrantes de la plantilla que sabían con varios meses de adelanto que no iban a continuar en el Valencia, por lo que durante el verano se ha decidido cambiar un fondo de armario compuesto por jugadores curtidos en mil batallas por otros sobrados de hambre. La ilusión y la juventud de los recién llegados está contagiando a los más veteranos, que ven cómo hay gente nueva dispuesta a hacer lo indecible por un hueco en la formación inicial.

Y así ha sido. Iván Helguera, Morientes, Edu o el propio Angulo —con quién están negociando la rescisión contractual— se convirtieron por unas causas u otras en un grupo terciario en la plantilla y Emery les utilizó en cuentagotas, seguramente porque no asumían su rol y con el paso de las semanas optaron por priorizar su futuro individual al colectivo, justo cuando más lo necesitaba el equipo, en el tramo final de la liga cuando se volvió a tener a tiro la zona Champions, que finalmente se esfumó. Seguramente la culpa de todo ello no fue únicamente suya, porque el entrenador también está obligado a «tener vivos» a todos, pero las incorporaciones que se han llevado de cara al curso que oficialmente comienza para el Valencia el próximo jueves responden a otro perfil: jóvenes o futbolistas ya curtidos que están ante la oportunidad de su vida, como representan los casos de Dealbert o Bruno. «No es lo mismo tener en la recámara a futbolistas que están de vuelta que a chavales jóvenes con mucha ilusión y hambre. Ojo, hablando siempre con el máximo respeto hacia los que ya no están», vinieron a resumir ayer varios integrantes del grupo que dirige Unai.

Esta combinación de juventud y veteranía está rellenando los depósitos de ilusión a todos, obligando a los que ya llevan varios años defendiendo la elástica valencianista a poner más atención, más intensidad en el trabajo y a tener más responsabilidad dentro del vestuario. En una plantilla es imprescindible tener un equilibrio, hacen falta líderes pero también actores de reparto y si éstos no lo aceptan, acaban por perderse en el camino. Con el paso de las semanas, es difícil que gente cuyo currículo está repleto de títulos y considere que su ciclo en el club está finalizando tenga buena predisposición al trabajo, sobre todo si el técnico no es capaz de involucrarles. Es más, uno de los argumentos que esgrimió Emery para rescindirle el contrato a Helguera en el mes de diciembre consistió en esto, de ahí que ahora se ha garantizado no tener más casos así, ya que los futbolistas más veteranos están muy involucrados en el club —Albelda o Baraja— o tengan la ilusión de un niño, etiqueta que se ha colocado el meta César.

A futbolistas como Miku o Dealbert, que aún no han debutado en Primera, se les presenta la oportunidad de su vida, igual como al lateral Bruno, que por primera vez forma parte de la nómina de un club grande que aspira a todo en las competiciones que participa. Después está el caso de Ever Banega, a quién Emery le va a dar una oportunidad después de un ejercicio y medio en los que su labor no se ha ajustado a los informes técnicos que propiciaron su llegada a Europa, y el argentino no quiere desaprovechar su oportunidad, igual que Jordi Alba si finalmente se queda uno más. Distintos son los casos de Moyà, Mathieu o el repescado Zigic, experimentados pero en una edad óptima para subir un escalón más en su carrera. Su ilusión ha contagiado al grupo.