Volvería a entrenar al Valencia. «¿Por qué no?», se pregunta Quique. El madrileño no guarda ningún rencor, tiene la conciencia tranquila por estar luchando por ser primero el día de su destitución y sólo tiene dos espinas clavadas: no haber tratado más con la afición y ser parte de una guerra interna que le llevó a aislar Paterna de todas las «convulsiones que cada vez más se aproximaban al equipo». El ex técnico valencianista recuerda que la parte exitosa de la historia del club habla de «roca y pierna dura» como estilo de juego, da la cara por la profesionalidad del vestuario, argumenta que Emery tiene la misma presión que tuvo él y se defiende de la «leyenda» que le acusó de no apostar por Mata. Quique regresa a SUPER en estado puro...

¿Volvería a entrenar al VCF?

—Sí, por supuesto, ¿por qué no?

—¿No le frenaría la cantinela de ´Quique vete ya´?

—Creo que ha pasado el tiempo suficiente como para calibrar las reacciones que se dan en el fútbol, sean espontáneas o no. Me quedo con la otra parte de la historia donde el equipo era respetado y conseguíamos objetivos.

—¿Guarda rencor?

—En absoluto. El rencor es la reproducción de malos sentimientos y no es justamente eso lo que siento cuando hablo del Valencia.

—¿Qué errores asume como suyos?

—Trataría de conectar más con la gente, esa fue mi decepción, comprobar el aislamiento al que me había sometido durante los últimos tiempos. El entrenador es el personaje que más veces representa a su club durante la temporada y no puede vivir de espaldas a esa realidad. Los aficionados esperan eso,y hasta en los momentos mas difíciles no se les debe decepcionar.

—¿En qué momento se vio fuera?

—No intuí el momento, no fui capaz de calibrarlo... tal vez porque en el último partido que dirigía jugábamos para ser primeros... todo fue demasiado contradictorio, normalmente mis pensamientos están del lado de la lógica, y tres años después los equipos grandes siguen perdiendo en Sevilla, no es tan extraño...

—Pero había un caldo de cultivo en Mestalla...

—Existía un enredo general que tenía difícil solución, pero entiendo que los objetivos e intereses del club tienen que estar siempre por encima de las personas, mucho más de las depresiones y cambios de humor que vive el fútbol. Posiblemente dar por finalizado el proyecto fuera una reflexión que debió tomar cuerpo técnico al concluir la segunda temporada pero me hice una pregunta: ¿somos capaces de volver a estar entre los mejores? Y la repuesta que me hice fue sí, no contemple más nada.

—¿Le falló alguien?

—No. Nunca me he parado a pensar eso. Pasó y me tomé un descanso,reflexioné y analicé mis propios errores, no tanto los motivos que me llevaron a cometerlos. En mi idea de aislar al grupo de jugadores del caos, de decisiones aceleradas, dejé de tener contacto con la afición, una afición que como jugador me trató con mucho cariño, pero que con la que como entrenador no supe conectar...ese error me lo atribuyo al margen de las circunstancias.

—¿Ni Juan Soler?

—Estoy convencido de que Juan Soler no se equivocó voluntariamente contra el Valencia, ahora bien,el error involuntario existe, y el inducido también... aunque Juan tenía en su cabeza un Valencia mejor del que consiguió, sin duda.

—¿A Quique lo echa el miedo a la presión popular?

—No lo sé, pero la presión forma parte del fútbol y la convivencia con ese desequilibrio que provoca la presión es algo que no puede justificar nada. Tal vez, en los momentos que jugábamos un poco peor, la ausencia de afecto pudo ser una causa, ahora bien, la teoría del mal juego, era un detonante muy poco sólido, los equipos pasan sus fases, como el Sevilla recientemente, lo que hay que ser es muy coherente en la dirección para enviar el mensaje correcto y fortalecido. En el Benfica corregí el error que yo entendí fue más definitivo. No me interesó hablar de los árbitros, de los rivales, me desprendí de todo argumento que llevara a la justificación... es una forma rápida de aprender y crecer. En Lisboa me centré en mis hábitos de trabajo y en hacer que la afición estuviera feliz con su entrenador.

—¿Por qué el Valencia desembocó en un caos permanente?

—En el Valencia en los años noventa y hasta principios de siglo, había una protección de club, los empleados trabajaban en una misma dirección. La oposición estaba fuera y existía la necesidad de fortalecerse internamente, había unión. En el periodo vivido hasta hace dos días el conflicto era permanente y hasta muchas veces distinto, con una excepción, se generaba desde dentro, por lo tanto, la probabilidad de afectar al funcionamiento del club era muy alta…

—Pero usted también participó en esa guerra interna...

—No participé, fui parte, cosa muy distinta... Mi decisión fue aislar Paterna y su entorno de trabajo de las convulsiones constantes que cada vez se aproximaban más al grupo de futbolistas y técnicos, como mas tarde se fue confirmando... La autodestrucción como forma de trabajo no la entiendo, cuesta mucho edificar, pero nada derribar, por eso adoptamos una postura.

—¿Cómo vivió la era Koeman?

—Con sorpresa. Tenía muy claro que para alcanzar puestos Champions como hicimos los tres años, el nivel competitivo debía ser muy alto, pero no esperaba que el equipo tocara fondo. Tomé distancia, viajé e intenté separar mis sensaciones de las del equipo, pero no fue fácil, tardé en ver un partido del Valencia sin emociones cruzadas.

—¿Por qué no contó con Mata?

—A Mata lo conocía desde cadetes. Cuando entrenaba al División de Honor del Real Madrid, Ramón Martínez me insistía en que fuera a ver a Bueno, y yo veía a Bueno y a Mata. Mi respuesta a Ramón fue: ´me gusta Bueno, pero el que juega a su lado (Mata) también´. Cuando llegó al Valencia el equipo venía de repetir puesto Champions, estar disputando la Liga a falta de tres jornadas y quedar entre los ocho mejores de Europa, jugábamos con dos delanteros y en su posición estaban Silva, Vicente y Gavilán. Mata aterrizó como debía hacerlo, con precaución, una cierta timidez y mucha ambición, había que darle su tiempo. Pedí una cesión para su primer año, pero él insistió en quedarse, lo cual valoré y acepté. Después fue titular en Almería y alguna convocatoria más en dos meses de competición, no hubo más tiempo para el análisis. El resto se sabe, en tiempos de depresión emergió sobre otros y aprovechó su oportunidad, si le pregunta a Mata le contará algo muy parecido... ahora ya está en la senda de los que perseveran, o sea, el éxito. Esa es la historia real,las leyendas no me interesan.

—Ha nombrado a Vicente. Me gustaría preguntarle por él.

—Con Vicente soy subjetivo, asumo que siento predilección. Me parece que necesita un cambio de entorno que beneficie a todos. Vicente se ejercita y vive bajo sospecha, básicamente porque no tiene buenas sensaciones y así es difícil funcionar , se crea un campo de negatividad imposible para el futbolista. No pienso que esté desconectado de la profesión, sí que necesita un cambio de entorno, porque la situación le ha absorbido un exceso de tiempo y energía.

—¿Cómo ve al Valencia?

—En construcción, en proceso de recuperar una dinámica perdida, busca reencontrar una sensación en la que fue muy competitivo, un tiempo en el que se acostumbró a convivir entre títulos y a estar en puestos Champions. Ahora la disputa requiere más esfuerzo, porque cuando ha querido recuperar el tiempo, ya hay equipos que han crecido más. Lo decía Víctor Esparrago a título personal y como recordatorio a los jugadores: «Cuando pudo no quiso, ahora que quiere, es posible que no pueda». Era una reflexión muy acertada para estimular el comportamiento.

—¿Y en términos futbolísticos?

—Trabaja duro sobre un estilo, con un entrenador muy trabajador que se esfuerza por encontrar un equilibrio, un equipo que intenta jugar bien y pretende corregirse en defensa. Llegar a ese equilibrio es complicado. Siempre he pensado que los equipos se construyen de atrás hacia delante...

—¿Aun con Villa, Silva y Mata?

—Más allá de los jugadores que tengas en ataque, el equilibrio se encuentra atrás, porque todas las inseguridades que debilitan un equipo aparecen en defensa. El Real Madrid firmó a jugadores muy buenos de ataque, los mejores del mundo, pero tendrá que mejorar sus transiciones defensivas si quiere ser muy competitivo. El Barcelona, se proyecta como equipo colosal de ataque, pero es el que más rápido recupera la pelota cuando la pierde... cuando los equipos se agrietan en defensa, se hacen cada vez mas largos y los delanteros fantásticos acaban siendo prisioneros de la soledad, muy mal negocio... los grandes delanteros quieren que sus goles sumen puntos, es sólo una reflexión. El Valencia no es una excepción, los equipos son proyectos que deben ir por delante del tiempo.

—¿Por ejemplo?

—Sevilla, Villarreal, Getafe, Deportivo... proyectan una idea porque tienen que ingeniar y forman un equipo a base de exigencia, conocimiento y búsqueda. Eso repercute en el éxito de todos, jugadores, directores deportivos y técnicos. Hay una forma de elegir, se cuida el detalle, cómo se pretende jugar y qué necesito para lograrlo. No es fácil, pero es el camino.

—A Emery se le critica por ofensivo, a usted se le tildó de barraquero, ¿cuál es el estilo del Valencia?

—La detracción forma parte del juego, en eso desemboca todo debate. El fútbol y la crítica van casi siempre unidos, son los gustos. Ahora bien, si pregunta a nuestros detractores donde jugaba nuestra defensa le dirán que cerca del portero, si le pregunta a nuestra defensa le dirá que en tres cuartos de campo, esa es la diferencia. Si le pregunta a un cirujano por donde hace la incisión no tiene más opción que creerle, porque como no sabemos, no nos atrevemos a juzgar. El fútbol es muy opinable, los estilos vienen marcados por la suma de jugadores más el entrenador, pero conviene que se parezcan lo más posible al modo de jugar que reconoce la parte exitosa de la historia y la del Valencia habla de roca y pierna dura.

—¿Qué le falta al VCF de Emery?

—Tiene muchos futbolistas en formación en defensa y hay que ser pacientes con ese progreso. Dealbert, Alexis o Mathieu vienen a sustituir a Ayala, Albiol, Moretti, una línea cargada de partidos al máximo nivel. No es fácil.

—¿Tiene Emery más o menos presión de la que tenía usted?

—La presión es la misma, el Valencia es un club grande y muy opinable. No creo que el banquillo del Valencia sea especialmente difícil, todos lo son. Sí es cierto que el ser humano es especial y le cuesta ser feliz con lo que tiene y, en estos tiempos, la agresividad de la sociedad se ha multiplicado. El Valencia de Benítez se vivió con mucha intensidad, pero faltó darse cuenta de que se trataba de un hecho excepcional. El periodo de dos años consecutivos en la final de Champions con el mismo entrenador, también fue un hecho relativamente excepcional porque antes no se había dado nunca, pero no se disfrutó con la felicidad que merecía y peor, no hubo previsión para ver que podían haber tiempos peores.

—¿La sombra de Benítez sigue siendo alargada?

—El VCF de Benítez fue un acontecimiento excepcional, la historia de la Liga sitúa al Valencia entre el tercer y cuarto puesto. No ser más no tiene un significado negativo o peyorativo, es la suma de todas las generaciones que dieron el máximo de sus fuerzas por este club. El Valencia debe ser respetuoso con su historia y regresar al pensamiento que le comentaba de los jugadores muy competitivos, pensar que la mejor página está por escribir. ¿Se acuerda de las lágrimas de San Siro? No se ganó, pero se latió muy fuerte, y cuando se late fuerte, la vida te recompensa. Lo demás puede ser una pérdida de tiempo.

—Ha dicho que el banquillo del Valencia no es especialmente difícil, ¿lo es el vestuario?

—El vestuario del Valencia está lleno de futbolistas muy profesionales. La profesión de futbolista, a diferencia de lo que parece, no es fácil, y en un club como el Valencia he llegado a ver futbolistas de enorme calidad desesperados y diluidos por la exposición. Los jugadores que yo dirigí eran conscientes y responsables de dónde estaban y de lo que tenían que hacer. Creo que los futbolistas del Valencia, cuando las cosas van mal, no se desmarcan. Una vez finalizó mi etapa como técnico, en mi particular despedida del grupo, tuve una última petición... bien, casi tres temporadas después la cumplieron con la profesionalidad que imaginaba.

—¿Le sorprende que siga Villa?

—No. Villa es el personaje que mejor ha sabido resolver este tipo de situaciones. En casos como el que ha vivido Villa, en los últimos tiempos, he visto a jugadores adoptar posturas muy radicales. A David lo he visto en grande, reflexivo, coherente y aceptando su posición, que es de ventaja... estoy en un gran equipo y me quieren el resto de grandes equipos del mundo.

—Una última curiosidad, ¿ha vuelto a ver un partido en Mestalla?

—He pasado por Mestalla en todos los estados posibles. Cualquier día.