Hristo Stoichkov desenfundó una pistola en el despacho donde el Valencia negociaba con directivos del CSKA el fichaje de Lubo Penev. "Si vais a vender a Lubo, yo también quiero salir ahora", vino a decir el delantero búlgaro. Tal anécdota la contaba Alberto Miguel, directivo del Valencia ya fallecido, a la vuelta de las negociaciones con el CSKA. Stoichkov tuvo que esperar un año hasta poder recalar en el Barcelona, entre otros motivos porque Penev tenía la ventaja de que quien decidía quien se marchaba un año y quien no, era su tío, por lo que le abrieron las puertas de par en par para que buscara e hiciera fortuna más allá del Muro de Berlín.

La historia de Stoichkov, en relación al fichaje de Penev, sintetiza lo peculiar que era sentarse a negociar por un futbolista del Este de Europa antes de la caída del Muro de Berlín. Nada que ver, por ejemplo, con el reciente fichaje del Chori Domínguez, para cuyo traspaso el Valencia ni tan siquiera ha tenido que trasladarse a Rusia para concretarlo. "Antaño no había internet ni daban los partidos por televisión como hoy en día", recuerda Salvador Gomar, gerente durante más de una década del Valencia.

Los ojeadores debían de aprovechar los partidos de las selecciones nacionales así como los amistosos de pretemporada. "De Penev teníamos informes de partidos con Bulgaria, aunque nos decidimos a incorporarlo tras verlo acción en un Trofeo Ciudad de Palma, en un partido que disputaron el CSKA y el Barcelona", apunta Juanjo Rodri, entonces secretario técnico del Valencia.

Hasta la llegada de Penev, el Valencia no había incorporado a ningún futbolista de la Europa del Este. Hubo un guardameta húngaro llamado Atchs que militó en el club durante una temporada, aunque corría el año 1934. tres décadas antes de que se construyera el Muro de Berlín. Penev, de esta forma, fue el primero y su fichaje, como bien recuerda Rodri, tiene historias como para escribir un libro. Las negociaciones con el CSKA las llevaron el directivo Alberto Miguel y el representante José María Minguella. La de Penev, además, recuerda Minguella, era la primera operación entre un club búlgaro y uno español en la que no intervenía directamente el gobierno comunista, las autoridades dejaron el asunto en manos de los directivos del CSKA, si bien, la mayoría de ellos eran altos cargos del ejército, por lo que tanto monta, monta tanto.

Las conversaciones comenzaban a primera hora de la mañana, y en la mesa nunca faltaba una botella de Vodka. Minguella ha confesado repetidas veces que en más de una ocasión se tuvo que tomar algún chupito en ayunas para no poner de mal humor a los anfitriones. Lo cierto es que ese tipo de negociaciones eran "peculiares", porque aunque "sabías que te iban a decir que sí porque ellos no veían personas sino dólares", comenta entre risas Rodri, "de un día para otro te ponían nuevas condiciones" o exigían incluir en los contratos cosas tan curiosas como las que hubo en el de Penev. En el libro de los 90 años de historia del Valencia se recoge lo siguiente: "En el contrato (de Penev) se especificó hasta mínimos detalles como el tamaño del ataúd y la calidad de la madera para el supuesto de que falleciera en España y tuviera que ser repatriado".

El Valencia pagó por Penev cien millones de pesetas, aunque veinte años después se puede decir que fueran ciento veinte. Rodri y Roberto Gil recuerdan que una de las cosas que más sorprendió a Alberto Miguel fue "la forma extraña que tenían los presentes por parte del CSKA en la reunión de repartirse el dinero". Sentados los búlgaros en una mesa circular, repartían parte del traspaso como si de una partida de cartas se tratase: uno para ti, dos para mí…

Y es que en aquella Europa del Este, poderoso caballero era Don Dinero. Porque aunque pudiera parecer lo contrario, "negociar con clubes del Este era relativamente sencillo, solo tenías que poner dinero encima de la mesa y te abrían todas las puertas", confiesa Roberto Gil. Como ejemplo, la anécdota de otro fichaje de un jugador del Este, Pedja Mijatovic. Mijatovic estaba sancionado para un partido por agredir a un contrario. La Federación yugoslava acabó pasando por alto la sanción en cuanto el Partizán le informó que un representante del Valencia, en concreto Pasieguito, había viajado hasta Belgrado para ver en directo a Mijatovic. El delantero montenegrino jugó el partido en cuestión y Pasieguito se le trajo para Mestalla.