Sin rumbo, sin control y sin ningún futbolista con la capacidad o la misión de crear juego. Así es como acabó anoche el partido el conjunto de Mestalla, que a partir del 3-2 fue la viva imagen de un pollo sin cabeza. Osasuna se adueñó del centro del campo durante la última media hora y sacó los colores a los pupilos de Emery, por mucho que éste recurriera a una solución tan imaginativa como criticada por la grada para intentar evitarlo: quitar a Banega y poner a Dealbert en el doble pivote.

Ya habían transcurrido muchos minutos de zozobra e insultante dominio rojillo cuando se produjo la sustitución del argentino por el jugador de Benlloch. El problema es que ésta solo hizo que sangrara más la herida. Si el técnico blanquinegro buscaba «igualar el juego aéreo y taponar la medular», como argumentaría en rueda de prensa, lo único que consiguió es que su equipo se echara aún más atrás y los pamplonicas acabaran empatando.

Mestalla simplemente se anticipó a los hechos cuando pitó enérgicamente la decisión del vasco. La grada no entendió que quitase en el 80 de encuentro al único organizador que había sobre el césped para dar entrada a un central. Por mucho que el ´19´ hubiera actuado esporádicamente en el juvenil, el filial y hasta el primer equipo del Castellón como doble pivote.

Por mucho que no hubiese ningún centrocampista específico en el banquillo del Valencia, ausentes de Albelda, Tino Costa y Topal por distintos motivos. «Habíamos perdido el centro del campo y lo queríamos recuperar. Solo quedaba esa solución o retrasar a Isco», se justificaría después Emery. Una tercera alternativa hubiera sido cambiar el sistema, pero el entrenador valencianista prefirió no hacerlo por segunda vez en el partido, tras pasar del 4-4-2 al 4-2-3-1 con la marcha de Aduriz y la entrada de Isco.

El caso es que Dealbert no tuvo culpa alguna del 3-3 definitivo. En esa misma acción, es más, taponó un primer disparo rojillo dentro del área. Lo que ya no pudo hacer es frenar la segunda embestida de Osasuna, como tampoco sacar jugado el balón.

Que la inesperada aparición de Ángel en la medular terminase de desconcertar a los blanquinegros no esconde que éstos estuvieran especialmente espesos anteriormente. Empezando por Banega, que en su primera titularidad liguera en mes y medio rindió muy por debajo de su mejor nivel. Demasiado poco participativo y excesivamente errático en la entrega, acabó desbordado por el juego aéreo y el despliegue físico de Osasuna en la segunda mitad.

Difícil fue la papeleta para Maduro. La que inicialmente se antojaba una noche plácida para él, con muy poco trabajo en la primera media hora, se convirtió en una auténtica pesadilla. El holandés no tuvo más remedio que multiplicarse y terminar haciendo también funciones propias de un central, como despejar balones bombeados, justo uno de los pocos días en los que Emery le había sacado de la zaga para ubicarle en su posición natural: mediocentro defensivo.