¿Parejo es un ´8´ o un ´10´? La posición de Parejo en el campo trae de cabeza al entorno valencianista. Sin embargo, es una cuestión que al jugador en absoluto le quita el sueño. Cuando se le pregunta por sus orígenes queda en evidencia que lo único que siempre le ha importado es estar en contacto con el balón, no despegarse de él ni a la hora de irse a la cama. Para muestra, la precocidad con la que el pequeño Dani empezó a jugar al fútbol federado.

El que será en pocos días nuevo jugador del Valencia sigue el sendero trazado por su padre Lorenzo desde muy temprana edad. «Empecé a jugar al fútbol a los 6 años en La Espinilla, donde también jugó mi padre. Es un equipo de barrio… Fue un lío, tuvieron que hacerme una ficha falsa, todo para que pudiese jugar con los benjamines, allí estuve dos años». Y ya que el debate en Valencia se enciende al tratar sobre su demarcación idónea, la curiosidad anima a preguntarle de qué jugaba a los 6 años: «Pues, de delantero. Metía goles, era rápido… Ahora no sé si estoy perdiendo la velocidad o qué (bromea). Al final voy a acabar jugando de central. En serio, metía bastantes goles con La Espinilla». Parejo recuerda con alegría a sus compañeros de aquel equipo de barrio, «alguno llegó al Rayo Vallecano: Edgar, José Manuel…».

Y después de La Espinilla, el Coslada. Los ojeadores del club de su pueblo no tardaron ni un instante en echarle el ojo. Una vez que el joven Parejo cumplió los 8, la edad a la que podía tener ficha, pasó al CD Coslada. «En el Coslada estuve siete años. Fue donde empezaron a retrasar mi posición en el campo. De momento, he acabado de mediocentro ofensivo», ríe. Curiosamente, junto a Dani, el otro jugador referencia de la escuela cosladeña es un exvalencianista, Ángel Javier Arizmendi.

Por entonces, en aquellos tiempos de niñez, su padre se convirtió para Parejo en el referente que hoy sigue siendo. «Siempre lo he dicho. Sin mi padre no hubiera llegado a donde estoy. Él me ha ayudado desde que era un crío, dándome buenísimos consejos e intento hacer todo lo que me dice, porque sé que es por mi bien. Creo que sin él, sin su apoyo, sin sus sacrificios…». ¿A qué sacrificios se refiere? «Yo entrenaba por las tardes, a las tantas. Mi padre tenía que salir de trabajar para llevarme a los entrenamientos. Ha hecho muchos esfuerzos por mí, para que pudiera ser profesional y quiero darle las gracias».

Sin embargo, Lorenzo no ha sido el único que puso toda la carne en el asador para ver en la élite a aquel centrocampista que parecía tener un guante en el pie derecho. «La verdad es que, con mi padre, mi abuela Ana ha estado también muy pendiente de mí en el fútbol. No se pierde ni un partido, creo que desde que empecé a jugar a los 6 años se habrá perdido cuatro o cinco partidos», confiesa el próximo ´8´ del Valencia.

A los 15 años el Real Madrid llamó a la puerta de Parejo. Los «sacrificios» parecía que comenzaban a tener recompensa. Su primer equipo en la cantera blanca «fue el cadete A». Según cuenta, en el momento de ascender al Madrid C dejó de lado los estudios, «un error» del que se arrepiente. «Ya no podía ir a clase por las mañanas. Podía haber seguido estudiando por las tarde, pero estaba tan ilusionado con el fútbol… Ahora me doy cuenta de que no hice lo correcto, aunque aún estoy a tiempo de reanudarlos», expresa.

Eso sí, si en los estudios dio un frenazo, en el fútbol su progresión no encontró límites. En 2006 debutó con el Castilla en Segunda. Sin embargo, no fue hasta después del Europeo cuando se confirmó como uno de los mejores baluartes de la ´Fábrica´ madridista. A partir de entonces Parejo se erigió en indiscutible en los onces del filial blanco. Tiempos en los que Alfredo Di Stéfano gozaba con la calidad de Dani en la zona ancha. Por Madrid aseguran que la ´Saeta´ dejó de ir a Valdebebas a ver al Castilla tras su cesión a Inglaterra. «Yo tampoco me lo creía al principio, pero es verdad. Me sorprendió, don Alfredo me ha apoyado y ha dicho cosas buenas. Es un halago».