—¿Cómo se enganchó al fútbol?

—Era muy chico, tenía cuatro años. Mi papá me llevó a un campo de juego, empecé a jugar con amigos y cuando me llevó al club del barrio, cuando acabó el entrenamiento le dije que quería ser jugador de fútbol. Y comencé a luchar por ese sueño, hoy en día se está cumpliendo.

—¿Ese primer día hizo una prueba o fue a ver algún partido?

—Se hacían pruebas en el equipo del barrio, Jorge R Ros, en La Carlota (Córdoba, Argentina). Me llevó y me encantó el fútbol.

—Por lo que cuenta, ¿más que elegir un balón, se lo dieron?

—Sí, fue muy raro. Habían formado dos equipos, faltaba un jugador y me comentaron si me quería meter. Mi padre les decía que me probaran, y cuando entré a jugar me gustó la sensación esa de tener el balón en los pies y pasar a uno o a dos. Me gustó mucho.

—¿De casualidad comenzó a jugar?

—Sí, además, cuando eres chico no tienes una posición, pero mi padre les dijo que me pusieran en el medio o como delantero. Después, cuando eres más grande vas buscando una posición y te vas acomodando, pero cuando eres chico todos los niños van detrás de la pelota.

—Para llevarle a una prueba con cuatro años, el fútbol se viviría con mucha pasión en su casa.

—Sí, sí. La verdad es que fue siempre una pasión; mi padre no fue un enfermo pero sí un apasionado mirando partidos. En casa, los sábados y domingos por la televisión sólo veíamos fútbol. Durante la semana las noticias que veíamos eran de fútbol, era la cultura que había en mi casa (risas).

—¿A qué equipos seguían?

—Mi papá Jorge era de Boca Juniors y había una pequeña rivalidad porque mi madre Giselda era de River.

—¿De verdad es posible?

—Sí, sí. Cuando había un super clásico había gran rivalidad, y esa noche uno dormía en el sofá y otro en la cama (risas).

—Y usted, ¿se acercaba más a su padre o a su madre?

—Me gustaba ver más cómo jugaba un equipo y cómo jugaba el otro, no iba con Boca o River. Bueno, mi hermano Hernán también era de Boca, y por eso me ponía del lado de River para que no se quedara sola. (Risas).

—¿Su hermano es más mayor que usted?

—Sí, tiene 25 años.

—¿No quiso ser futbolista?

—En su momento, como me pasó a mí, mi padre le llevó al campo pero no le gustó tanto y dio un paso al costado.

—¿Nunca ha tenido curiosidad por probar en otro deporte?

—No, me gusta esto y cuando a alguien le gusta una cosa se vuelca al máximo. Mi familia era muy humilde y hacía un gran esfuerzo para que yo fuera a jugar. En los clubes uno tiene que abonar un dinero cuando es pequeño, y aparte tenía un coste adicional para mis padres —su madre es ama de casa y su padre trabajaba en una empresa de lácteos— que me tenían que comprar botas, espinilleras… Sólo nos daban la camiseta y tenías que comprarte el pantalón, las medias, todo. Era un gasto extra, pero mi padre no lo veía como tal porque disfrutaba comprándome esas cosas. Vivíamos todos de un sueldo, pero no me arrepiento de mis orígenes, sino todo lo contrario. Estoy muy agradecido a ellos.

—No fueron inicios fáciles.

—A mí no me iba muy bien en la escuela, era muy malo, y en casa había amenazas: ´O sacas buenas notas o no vas a ir a entrenar´. Eso era lo peor que podía escuchar, me podían decir que no saliera a jugar, que no fuera con mis amigos o que no me tomara un helado, pero me mataban si me decían eso. El club al que iba, el Jorge R Ros, quedaba muy lejos de mi casa, había un kilómetro y medio, y no me importaba ir en bicicleta o caminando. Salía media hora antes e iba caminando pateando latitas de Coca Cola por la calle. Me gustaba mucho el fútbol.

—¿Por qué es un futbolista tan veloz?

—¡Serán los genes! Mi padre también era chiquitito, jugaba al fútbol y era muy rápido, era zurdo y jugaba por la derecha como yo.

—¿Se considera un clon de su padre?

—Todos dicen lo mismo, la verdad es que sí.

—¿Él llegó al mundo profesional?

—Nunca, jugó en Regional y la gente le quería mucho, era un pequeño ídolo del pueblo.

—Nació en La Carlota, un municipio pequeño.

—Sí, la realidad es que mi familia es de Ucacha, al lado de donde me crié yo. Mi padre jugó en Ucacha y cuando empezó a trabajar se lo dejó.

—Y del Jorge R Ros, ¿a dónde fue?

—Fui al otro pueblo, a jugar en el (Club Atlético) Jorge Newbery. Estuve dos años, fue una experiencia muy bonita, por primera vez gané un torneo y nos clasificamos para jugar el torneo provincial. Una etapa muy bonita, salí máximo goleador. Y todo eso hacía que me gustara más el fútbol, porque trabajaba y conseguía las cosas. A los 14 años le dije a mi madre que quería dar un paso más grande, ella empezó a llorar por los rincones, y me fui a Rosario, a la escuela Renato Cesarini, ahí te preparan como jugador y más allá de lo futbolístico te enseñan a vivir. Es una residencia en la que tú te lavabas la ropa, planchabas, te tenías que lavar el plato que usabas en la comida… son pequeñas disciplinas que agradeces, también convives con gente más grande y más chica, y es muy bonito.

—¿Qué motivos le llevaron a elegir esa escuela?

—Un empresario me dio la posibilidad de ir y le contesté que sí, eso fue con 14 años, y a los nueve meses vino Estudiantes de La Plata a hacer pruebas y me firmaron.

—¿Pensó en volver a casa cuando se fue a Rosario?

—Lo echaba en falta todo, porque no existían las comunicaciones de ahora. El teléfono móvil estaba muy limitado, lo de Internet… aparte la situación económica nuestra no era la mejor. Yo no tenía ingresos ni mucho menos, por eso al principio en Rosario lo pasé mal. Había 450 kilómetros de distancia con mi pueblo y no tenía la posibilidad de ir los fines de semana a casa, porque comprar un pasaje de avión era muy difícil y no se lo podía pedir a mi madre. Hablaba con mi familia una vez a la semana, pero de esa experiencia no me arrepiento, ya que me permitió crecer y madurar.

—Y dio su primer gran salto. Llega a Estudiantes.

—Todo era nuevo para mí, de lo más humilde pasé a Estudiantes. Nunca me habían dado ropa para entrenar y cuando llegué allí sólo pensé en seguir creciendo. Llegué y jugué en Novena División, de la que salí máximo goleador, después pasé a Quinta, con chicos tres años mayores que yo, y me mandaron al Reserva a los cinco meses. En el filial estuve seis o siete meses y al primer equipo. Debuté con Simeone.

—¿Qué le dice ahora su hermano?

—Es mi ídolo, lo digo de verdad, es un crack. Siempre estuvo conmigo en los momentos difíciles, a mi hermano lo veía como un referente, siempre me apoyó y cuando lo pasaba mal le llamaba a él para que me levantara la moral.

—Ahora estarán muy felices al verle en uno de los grandes de Europa como el Valencia.

—Sé que me ven como el Pablito de siempre. Hay mucha gente que te dice ´sos nuestro ídolo´, pero a mi madre cuando le preguntan por mí, dice que soy el Pablito toda la vida. Me trata como el niño de 13 años que cogía la bolsa y se iba a entrenar.

—¿Estuvieron en Almería?

—Sí, pero siguen viviendo en el pueblo, es difícil sacarles de allí cuando han vivido toda la vida en el pueblo.

—¿Qué persona ha influido más en su carrera?

—En lo futbolístico Simeone dio un paso importante conmigo, más allá de que me hiciera debutar. En ese momento y en ese vestuario viví cosas fuertes, eran cosas nuevas y me enseñó mucho que no sabía. Tenía un trato con el jugador muy bueno, eso a mí me hacía trabajar con más normalidad y a mi edad fue importante. Con respeto me enseñó cosas increíbles.

—¿Y en lo personal?

—Mi padre para mí fue lo mejor. Me enseñó lo esencial que uno tiene que tener en la vida para triunfar y lo pongo en práctica cada día: la humildad.

—¿A qué jugador intentaba imitar de pequeño?

—Veía la televisión y uno se fijaba en jugadores, en esa época el futbolista revelación era Owen. Recuerdo que cuando iba pateando las latitas por la calle iba narrando: ´la lleva Owen y pum´. Y pateaba la lata… a veces le daba a algún auto aparcado y la gente salía diciendo: ¿dónde vas? Sí, sí… Así era.

—Antes ha comentado que no era buen estudiante, ¿lo mejor eran las horas de recreo?

—Me encantaban, sobre todo porque en la escuela nos daban 20 minutos de recreo. Durante las cinco horas de clase sólo teníamos esos 20 minutos, cada día llevaba uno el balón porque lo rompíamos o lo tirábamos a la calle y desaparecía, y cuando tocaba el timbre íbamos corriendo al campo de fútbol. Antes de la hora ya teníamos formados los equipos en un papelito, éramos dos clases por curso, y jugábamos una clase contra otra. Había rivalidad, con patadas y todo. Y bromeábamos: a la salida te voy a matar. Jajaja. Sigo teniendo contacto con mis amigos de siempre.

—Es habitual que uno guarde camisetas de su trayectoria, ¿recuerda cuál fue la primera que le regalaron?

—Fue de Boca Juniors. La persona que me llevó a Renato Cesarini tenía influencia en Boca, era una época en la que me gustaba mucho Riquelme, y le decía que quería una camiseta firmada por Román. Un día me la trajo firmada por toda la plantilla y aún la guardo.

—¿Conserva los recuerdos?

—Sí, ahora mismo hay gente que se acerca y te regala una estampita o una cruz y las guardo, porque la gente lo hace con mucho cariño y la mejor forma de agradecérselo es guardarlo. Y de fútbol tengo la camiseta de mi debut, algún par de botas, la camiseta de la selección del Mundial Sub´20, la del título con Estudiantes, también tengo medallas… bueno, mi madre hace poco las tiró porque algunas estaban oxidadas. (Risas)

—Acaba de nombrar el Mundial Sub´20 que ganó en Canadá, allí compartía habitación con Ever Banega y él recuerda que le ganaba las timbas a la play.

—Era bueno, no te lo voy a negar, aparte estaba todo el día dándole. En su habitación estaba con Cahais, que jugó en Boca, y también estaba el ´Flaquito´ Di María, había mucha rivalidad. Ever es un crack y muy humilde, es un chico de barrio, le han pasado muchas cosas en la vida pero se le nota que tiene naturalidad cuando hablas cara a cara con él.

—¿Han conversado estos días?

—No, me comentó Tino que estuvo hablando con él, pero yo no.

—¿Por qué ilusiona tanto a la gente?

—No lo sé.

—¿Es por su forma de jugar?

—A la afición le gusta la gente trabajadora y me considero un luchador, eso les emociona.

—Pero parece muy tímido.

—Lo soy, cuando no tengo confianza con la gente soy muy cerrado y parezco antipático, pero soy todo lo contrario.

—Como Aimar.

—Lo conozco, tenemos el mismo agente y hablamos por teléfono.

—En enero de 2001 el Valencia pagó 21 millones de euros y tuvo esa carga hasta que recaló en el Zaragoza, una situación que también ocurrió con usted al llegar a Almería.

—La verdad es que el Almería hizo una apuesta fuerte, después de la crisis económica cambió todo mucho, y era un jugador desconocido a nivel europeo. Apostaron fuerte por mí y la gente en Almería se portó conmigo estupendamente.

—¿Tuvo opciones de firmar por otro club en aquel momento?

—De la liga española no, de Rusia, Italia… Quería ir a un lugar en el que estuviera cómodo y es lo que veía en Almería, como un escalón para seguir creciendo.

—¿Qué ligas se seguían por la televisión en su país?

—Todas, se ve mucho fútbol. Pones la televisión y ves la liga italiana, española, la liga china, somos gente muy apasionada.

—Y ahora elige el Valencia, ¿por qué?

—Lo veo como un club muy grande, creció de una manera increíble, ganó muchísimas cosas. Cuando llegué a España y me nombraban a un club como el Valencia pensaba: ´algún día quiero estar ahí´. Lo veía como un objetivo, y hoy, teniendo la posibilidad, estoy muy feliz.

—Braulio y Unai están muy ilusionados con su llegada, porque tenía otras propuestas económicamente superiores y prefirió venir.

—Estoy agradecido al Valencia, y sí que tenía otras ofertas mejores económicamente, pero prefiero renunciar a un poco de dinero y ser feliz que irme a otro lugar y no estar cómodo. En el Valencia voy a ser feliz.

—Siempre se marca objetivos, ¿cuál es su actual reto?

—Me gusta crecer, trabajo y quiero conseguir objetivos, pero no los voy a decir… En lo personal siempre tengo metas, eso es fundamental, las tengo claras y sé cuáles son.

—Sobre el campo es polivalente, algo importante en el fútbol moderno, ¿su secreto es jugar con espacios por delante?

—El Almería me llevó a buscar alternativas, no sólo jugar por banda derecha, también por la izquierda, de mediapunta o incluso como punta referencia. He aprendido a moverme, a buscar los espacios y personalmente me encanta jugar de segundo delantero para tener la movilidad de caer a las dos bandas, tener llegada…

—¿El talento que tiene en su zurda es natural?

—Sí, aunque después de los entrenamientos me gusta practicar un poco la definición y golpear un poco, pero hay cosas que se traen de chiquitito.

—En la liga triunfan los bajitos; Xavi, Iniesta…

—Messi… Esperemos que algún día triunfe Piatti, la ilusión está, y las ganas.

—¿Ha escuchado alguna vez que un club dijera que era muy chiquitín para ser jugador de élite?

—Sí, no les voy a nombrar, pero se ha dicho que a este jugador no le queremos porque es muy chiquito.

—¿Con qué comida se vuelve loco?

—Con la pasta que hace mi madre, no la hace nadie. Se levanta, empieza a masar la pasta, la deja reposar y arma una salsa -tuco- increíble que no prepara nadie.

—¿Por qué le apodaron El Duende?

—Eso es fácil, me ven caminar y me dicen duende o diablo, pulga.

—También le etiquetaron como el Plumero.

—Sí, recuerdo el día de mi debut con Estudiantes. Llevaba el pelo mojado y por atrás un poco levantado, y el redactor dijo que iba a debutar el plumero. Mi madre me preguntó desde cuándo me llamaban plumero, y no sabía por qué.

—Otro fichaje para este curso ha sido el meta Diego Alves, con su fama de parapenaltis, ¿ha sido capaz de marcarle alguno en los entrenamientos?

—Sí, sí, que no diga que no, porque le he marcado.