Son las nueve de la mañana en la Malvarrossa. La playa se despierta entre la tímida brisa del mar Mediterráneo, los primeros rayos sin fuerza de sol, el graznido de las gaviotas y algún tímido bañista que rompe el silencio. Paseos por la orilla, lectura de libros y algo de deporte. No hay niños. Apenas sombrillas. Todo es tranquilo. Reina la paz. Parece una mañana más de verano. Pero no es así. El tumulto de los turistas del mediodía se iba a adelantar. El motivo, la llegada de un equipo de fútbol que revolucionaría la playa. «¿Son el Valencia, mamá?», le preguntaba un hijo a su madre mientras se frotaba los ojos sin saber si era por el sueño del madrugón o la incredulidad de lo que estaba viendo. «Serán el filial, hijo» le contestaba su madre. Se equivocaba. Era el primer equipo. Los vigilantes de la ´Malva´ habían llegado para disfrutar de un divertido día de playa ante el asombro de todos. Desde el anciano de la gorra que todas las mañanas recorre la orilla a pie hasta las jovencitas guapas que toman el sol a primera hora de la mañana.

Unai decidió cambiar el césped de Paterna por la arena y el mar de la Malvarrosa. Adiós a la rutina y adiós al fútbol. El balón dejaba paso al pádel, al bádminton, al ´futvoley´ y hasta al ´frisbee´. Eso sí, ningún jugador se libró de las series de carrera continua de Masach. Empezaba el espectáculo. Los bañistas miraban incrédulos a los jugadores. «Aduriz es mi ídolo y está aquí. ¡Cuando se lo diga a mi hermana!», decía Olga alucinada, nerviosa y con la risa floja. Lo mejor era ver la cara de los bañistas que también corrían por la orilla a su ritmo y eran adelantados. «¡Me pasaban como aviones!», reconocía otro bañista. «¡Enhorabuena Julen!», bromeaba Jordi Alba con el preparador físico, artífice de la excursión. Después de la paliza física, llegaron los juegos. ¡Y de las gorras para cubrirse del sol! Dealbert, por ejemplo, se untaba la cara con crema solar. Mientras tanto, Rami hacía malabarismos con la raqueta de pádel, Jonas demostraba que era brasileño en el futvoley, Piatti sufría con la raqueta de bádminton, Aritz y Bruno celebraban sus puntos como si fueran goles de la Champions, Otxotorena y Mikel dominaban en el ´frisbee´ y Unai prestaba atención a Tino en la orilla y su fisio Ballesteros. El argentino estuvo recuperándose al margen de sus molestias en el tobillo izquierdo. El equipo había tomado la playa y los bañistas hacían fotos con sus móviles y cámaras para que les creyeran en casa. El buen ambiente, las bromas y el humor se mezclaban con el cansancio y el sudor. ¡Era el turno del agua!

«¡Nos vamos donde está Voro, dejamos las zapatillas y nos ponemos las chanclas!», ordenaba Julen. De camino al paseo, Aritz blocaba a Jordi Alba. «¡Ahhh!», gritaba el catalán desde la arena. Era la antesala de lo que estaba por llegar en el mar. Mientras tanto, Chemanu no paraba de sacar chanclas de la furgoneta. «¡Albelda, Bruno, Pablo!, ¿a quién le faltan?». Parecía un mercadillo ambulante. «¿Como estás, Jérémy?», le preguntaba Albelda a Mathieu. Emery bromeaba con el francés y le recomendaba aplicarse protección solar en su piel de tono claro... Así, entre risas, la plantilla se dirigía andando hacia la Escola Municipal de Vela del Port. «¡Al agua patos!», bromeaba un jugador a la llegada. Antes del cursillo acelerado de piragüismo de un monitor, el equipo se puso serio por un minuto y participó en un proyecto solidario. Los 24 colaboraron posando para la investigación de la diabetes con el centro de investigación Príncipe Felipe. Un bonito gesto humano del club.

El agua ya esperaba. También las mejores anécdotas y las mayores carcajadas de la jornada. «¡A ver quiénes son los primeros en coger la piragua!». Aduriz y Bruno daban un paso al frente. «¡Va, vamos, vamos!». Dealbert fue el siguiente y así hasta Jordi Alba y Nacho González. Los dos en la misma piragua. «¡Pero si esto es para uno solo!» criticaba el catalán. Visto lo visto, tenía razón. Faltaba el cuerpo técnico al completo. Esta vez no se atrevieron y se subieron en una lancha. «¡El safety car!», como bromearon los jugadores. Ya estaban todos dentro del agua, aunque sería por poco tiempo. El primero en bajarse de la piragua de Aritz y Bruno. A Aritz se le estaban cargando los pubis. Volvió al embarcadero y cogió una en solitario. «¡Así sí!». Tenía razón Jordi... Era peligroso subir dos a una piragua. Juanjo Vila tiene la prueba en su cámara de vídeo. El encargado de los vídeos del cuerpo técnico grabó la secuencia entera de la mañana: ¡el naufragio de Jordi y Nacho! La piragua de los dos volcó y ambos cayeron al agua entre las risas de todos. Unas risas que se transformaron en carcajadas cuando el catalán y el uruguayo eran incapaces de subirse. No había forma. Pasaban los segundos y ninguno encontraba la manera de volver a la piragua. Necesitaban ayuda. Fue ahí cuando apareció Julen Masach al más puro estilo héroe de películas norteamericanas. El preparador físico se lanzó de cabeza desde la lancha de los técnicos en auxilio de los dos jugadores. ¡Y vaya si los salvó! Emery, Carcedo y compañía aplaudían a su socios y animaban a los naufragos.

Después de cincuenta minutos de remar, remar, remar y de vez en cuando parar para tomar el sol, refrescarse y mojar a algún compañero tirándole agua, llegaron las carreras. O los ejercicios de explosión, como preferían llamarle los técnicos. Rami había demostrado buenas maneras en una arrancada espectacular, pero no fue el mejor en la competición. Como afirmaba un responsable de la escuela nautica, «más vale maña que fuerza». La primera carrera no estuvo exenta de polémica. Ángel Dealbert fue el ganador, pero todos sus competidores le echaron en cara que había hecho trampa. «¡No le has dado la vuelta a la boya roja!», le criticaban. «¡Pero si he dado la vuelta, la podía haber dado por un lado o por el otro!», se defendía el castellonense. La segunda carrera fue la de la ´foto-finish´. Pablo salió en último lugar, pero remontó hasta llegar igualado con Soldado. La broma la protagonizó otra vez Jordi. El catalán dio la vuelta antes de hora y simuló que ganaba con los remos en alto y ante las risas de todos. El que sí ganó su carrera por méritos propios fue Piatti, demostrando que es tan rápido en el agua como en el césped. Así finalizaba una jornada de verano en la playa divertida para los jugadores, pero inolvidable para los bañistas que todavía no se creen lo que vieron.