Recuerdo atípico; Pablo Daniel Piatti tuvo que ganarse su primera pelota. Un torne de infantiles en el campo de fútbol siete de un pueblo vecino, un balón como premio para el campeón y un niño feliz de regreso a casa. Ese fue su primer gran triunfo. Pablito se crió en La Carlota, un pueblo agrícola y ganadero al sur de Córdoba. Su niñez se resume con sencillez: fútbol las 24 horas del día. Desayuno en la cama con su inseparable biberón –porque Piatti tomó la leche en biberón hasta los nueve años—, sesión ante el televisor y colegio. En los recreos, se armaba partidillo y después de las clases era llegar a casa y vuelta a la calle para jugar a ser el ídolo de turno.

Sus primeros pasos como jugador federado los dio en el pequeño Jorge Ross. Allí, junto a sus amigos, jugó desde los cuatro hasta a los doce años. Eran tiempos donde todo se reducía a correr amontonados detrás de la pelota. La cosa empezó a ponerse seria. Piatti tenía algo distinto. Tenía una velocidad diferente. Sentía diferente. Dominaba el juego de manera diferente y Gustavo Salazar, amigo y entrenador en el Jorge Newbery, decidió llevárselo a Ucacha. En aquellos primeros viajes, la bolsa que transportaba era más grande que su propia humanidad. Todos los días tenía que hacer 60 kilómetros de carretera. El primer año terminó como máximo goleador y fue campeón. Jugaba de ´10´ clásico. Atrevido, insolente, sobrado, Piatti también participaba en otra categoría superior y ahí sí jugaba como delantero.

El gran salto se produjo a los 14 años. La familia Solari, concretamente el padre y el tío del ex jugador de River, Atlético y Real Madrid, le llevaba siguiendo desde su etapa en el Ross y finalmente consiguió convencerle para jugar en el prestigioso Renato Cesarini de Rosario. Ahí es cuando se dio cuenta que iba a ser futbolista. Tenía una meta y una oportunidad única. Dos años antes había dejado pasar el tren de River: estuvo a prueba y fue aceptado en el gigante de Buenos Aires; sin embargo, Piatti prefirió quedarse en casa. El Renato no era cualquier cosa. Era la oportunidad de entrar en la escuela más importante de Argentina. Disciplina. Profesionalidad. Formación. Incluso tienen profesores de italiano por el número de agentes y técnicos que van desde Italia a ver a los chicos. Jugadores como Demichelis, Mascherano o Solari han pasado por sus campos y aulas.

Sus padres no tenían para mantenerle, pero el pequeño fue becado y hospedado en la propia escuela. Fue difícil, pero su inmenso talento y las ganas de llegar a la élite se impusieron. Al menos dos veces a la semana se organizan partidos y emisarios de toda Argentina acuden a verlos. Piatti aprovechó bien la oportunidad y una de esas veces, el pequeño atacante metió cinco goles y terminó de convencer a Claudio Vivas, que se lo llevó a Estudiantes de La Plata. El cariño especial de la madre y los consejos de su padre se hicieron todavía más importantes en La Plata. Papá Piatti también había jugado al fútbol de manera amateur, era chiquitito y rápido, zurdo, atrevido, como el hijo. La vida le golpeó cuando con apenas 45 años un problema neurológico terminó con su vida, suceso que fortaleció la mentalidad de Piatti.

Del Renato Cesarini pasó a la famosa pensión de la calle 7. La carrera del jugador iba disparada. Antes de cumplir los dos años en los juveniles ya había debutado en Primera. Era el 18 de noviembre de 2006. Su estreno con Estudiantes fue cumplir un sueño. A sus 17 años Piatti tuvo una primera aparición inolvidable: sus 163 centímetros le valieron para marcar de cabeza. Un gol ante Newell´s, que a la postre sería clave para la consagración como campeón del Apertura del equipo que conducía Diego Pablo Simeone.

En aquel vestuario estaban Verón, el Tano Ortiz, José Sosa, Enzo Pérez, Chapu Braña o Alayes. Crecer y madurar junto a ellos fue un privilegio. Estudiantes es un club duro, ganador, experto. «No era un equipo para pibes», llegó a decir Verón, pero Piatti se abrió un hueco hablando en el campo. Simeone siempre apostó por él; le hizo debutar, le aconsejó e intentó llevarlo por el mejor camino.

Piatti comenzó el Clausura 2008 con una media de gol por partido. Buen momento de forma que lo encumbró como el ´Messi de La Plata´, aunque nunca le gustó esa comparación. Durante casi dos años en Estudiantes tuvo momentos memorables, como su actuación, con dos goles y tres asistencias, frente a Newell's en el Clausura 2008. Gracias a ésta dio el salto a Europa con el Almería.