«Era un secreto pero al final nos pesaba mucho que la gente no lo hubiese visto y teníamos ganas de mostrarlo. Por fin ya nos lo hemos quitado de encima. El nuevo estadio será un icono para el club y la ciudad». Así presentó Juan Soler la nueva casa del valencianismo el 10 de noviembre de 2006 con una puesta en escena por todo lo alto en el Museo Príncipe Felipe y una maqueta que nunca más se convertiría en realidad. Lo que parecía la cuenta atrás para la mudanza más ilusionante de la afición iba a convertirse con el paso del tiempo en un motivo de vergüenza para el valencianismo. Cinco años de odisea para el proyecto inconcluso de Juan Soler al que Llorente y Bankia pusieron fin ayer.

90.000 metros cuadrados junto a la Avenida de las Cortes Valencianas tras una permuta de terrenos que el Ayuntamiento aprobó a final de 2005 y un aforo de 75.000 localidades convertían el estadio cinco estrellas de Juan Soler en la envidia del fútbol español. La primera piedra se puso el 1 de agosto de 2007 en un acto simbólico. Eran las primeras grúas, operarios y plazos. La UTE formada por FCC y Grupo Bertolín se ponía en marcha. El reto era acabar el campo en agosto de 2009 y acoger la final de la Champions League de 2011 que el Valencia había solicitado a la UEFA. La obra estaba en marcha, pero pronto llegarían los contratiempos. Sucedió el 26 de mayo de 2008. El primero, el más grave, la muerte de cuatro trabajadores en un accidente ocurrido en las obras al caer el encofrado de uno de los pilares desde una altura de doce metros. Una desgracia que con los años la titular del Juzgado de Instrucción número 12 de Valencia archivaría. Sólo dos meses después del fatal accicente, Vicente Soriano tomaba el mando de la presidencia del Valencia. Una de sus primeras reuniones fue con la alcaldesa, Rita Barberá, a quien quiso tranquilizar. «Le he dicho que no tenga ningún cuidado de que todo se va a llevar a cabo, más o menos, en los términos determinados inicialmente y que todo lo haremos de la mejor de las formas y evidentemente con la mayor tranquilidad política». No fue así a pesar de los mensajes optimistas de Soriano en los que volvía a transmitir tranquilidad. El famoso «tot está embastat´ del 1 de enero de 2009 en la Ciudad Deportiva de Paterna todavía le pasa factura. El expresidente blanquinegro empezo el año del mismo modo que lo había acabado: asegurando que la parcela de Mestalla estaba vendida y que en breve anunciaría oficialmente la venta. «Vaig comprometre a dur a cap algunes gestions. Puc dir que ho hem aconseguit, ho tenim tot perfectament embastat i es va a fer €me comprometí a sacar adelante algunas gestiones y puedo decir que lo he conseguido. Ya está todo perfectamente hilvanado y se harျ. No era así. La falta de liquidez en las arcas del club hacía inevitable la detención definitiva de manera indefinida de las obras de construcción del nuevo estadio. Aquel 25 de febrero de 2009 se paralizaban oficialmente las obras, aunque en los meses previos ya se había bajado el ritmo ante la falta de liquidez del Valencia. El sueño empezaba a convertirse en pesadilla. El VCF de Soriano no tenía dinero para seguir haciendo frente a la obra ideada por Soler. LaUTE formada por FCC y Bertolín no aguantaba más.

Ese mismo verano, el del 2009, llegaba Llorente a la presidencia. «La cuenta de resultados no aguanta un gasto como el que supone el estadio. Por eso, cuando tengamos financiación, lo haremos», explicó a pocos días de su presentación en el cargo. Manuel no estaba dispuesto a malvender las parcelas del viejo Mestalla y no iba a iniciar las obras hasta que recuperara liquidez. El plan de viabilidad de Javier Gómez calentaba. Después de 1.020 días de obras paralizadas, Llorente y Bankia ponen fin a la odisea. Por fin, como dijo Manuel, «el Valencia tendrá uno de los mejores campos de Europa».