El Barcelona está magullado. Los azulgrana llegan a Mestalla en una situación no óptima; heridos por el empate en El Madrigal y por la frustración de una Liga que se escapa. El fútbol, como cualquier deporte, se construye desde convicciones e incertidumbres y al cuadro azulgrana le falta esa pizca de confianza que le ha sobrado en los últimos años. Guardiola torea con tres problemas: la baja forma de sus jugadores clave, lesiones importantes y dificultad de motivación general. Pep sabe qué tecla tocar en cada momento, pero en los últimos partidos le ha dado la vuelta a la pizarra sin encontrar soluciones.

El Villarreal certificó que las dudas sembradas ante Espanyol, Betis y Real Madrid estaban fundadas. Al Barcelona le faltó aire, frescura en la creación y acierto en la definición para rematar a un enemigo a priori asequible. Guardiola negó la evidencia. «No hemos llegado cansados al final, llevamos mucha exigencia, pero preferimos estar en todas las competiciones. Llevamos cuatro años jugando cada tres días», declaró. El partido se cerró con Leo Messi hablando de los árbitros y Guardiola diciendo que lo habían hecho todo bien menos marcar. La escusa se deshace como un azucarillo en el agua. El primer disparo entre palos se produjo en el minuto 33 de la segunda parte (Fàbregas al larguero). Un bagaje demasiado pobre para un equipo acostumbrado a descoser a sus enemigos. Los azulgrana pasan por un momento bajo de forma. Eso se nota sobre todo en la chispa, en la punta de velocidad, en los cambios de ritmo... El Barça está espeso. Después de tantos años de éxito, Messi y compañía están mostrando una dificultad inmensa para activarse al cien por cien dos veces por semana. El equipo no se permite respiros en los partidos de máxima exigencia; las dificultades mentales cristalizan cuando el rival no es Mourinho y el escenario no es el Camp Nou.

Guardiola se ha marcado como prioridad que el Barça vuelva a jugar como lo solía hacer. Las dudas son el denominador común en un vestuario que parece desfondado. Para algún sector de la crítica el problema es más de cabeza que de piernas. Las lesiones han dejado el banquillo tieso, sin jugadores buenos como Afellay, David Villa o Pedro y sin el mejor, Andrés Iniesta. Seydou Keita, presente con Mali en la Copa de África que se está celebrando en Gabón y Guinea Ecuatorial, también es otra baja sensible. La sensación de desazón y de falta de soluciones se agrava por el mal momento de Gerard Piqué y Xavi Hernández. Ante el Villarreal, Guardiola modificó varios detalles del sistema durante el encuentro. Intentó encontrar soluciones futbolísticas, pero sin éxito.

La Copa como golpe de efecto

El abatimiento azulgrana es bien palpable. El sábado, Molina ensució toda la salida de balón y rompió cualquier opción de jugar a lo que juega el Barça juntando bien las líneas, marcando con agresividad y disputando cada balón con intensidad. El Villarreal planteó una presión alta y asfixiante, pero la idea del Valencia es apretar un poco más atrás y ser punzante al contragolpe. Guardiola lo ha dejado claro. Esta semifinal de Copa es literalmente vital para el futuro del Barça. El vestuario ya sabe que esta noche es ganar o ganar. No hay más plan.