Septiembre de 2001. El Valencia está a meses de proclamarse campeón de Liga tres décadas después. En la defensa de ese equipo juega Mauricio Pellegrino. El argentino es futbolista con los pies. Con la cabeza, empieza a sentirse entrenador. Por sus venas ya empieza a correr sangre de técnico. Lo demuestra en el día a día de Paterna. Lo confirma inscribiéndose en el Curso de Entrenadores Nivel I que organiza la Real Federación Española de Fútbol. Su grupo es el de Valencia. ´Valencia Politècnic´. Se llama así porque será en l´Edifici d´Esports de la Universidad Politécnica de Valencia donde empezará a dar clases teóricas. Su clase se llama ´Aula Induráin´ como homenaje al ciclista español y motivación para el alumnado. Su compañero de pupitre es Santiago Cañizares. Allí, entre esas cuatro paredes que visitó SUPER, empieza la carrera del ´Flaco´ como entrenador. Empieza su camino hacia el banquillo del Valencia.

El requisito para inscribirse, por aquel entonces, era tener el ´Graduado Escolar´ y superar las pruebas físicas. Mauricio no hizo falta que las hiciera. Su condición de futbolista profesional del Valencia le eximía. Una ventaja que se convertía en inconveniente a la hora de asistir a clase. Pellegrino renunció a sus tardes libres y emprendió un nuevo proyecto. Se acababan para él las siestas después del entrenamiento. Entonces más que nunca, Mauricio empezaba a vivir por y para el fútbol. El horario de las clases teóricas era de 16:00 a 21:00 horas durante tres días a la semana. El de las prácticas, los sábados por la mañana. Nada de eso fue impedimento. Siempre que los partidos de los miércoles y los fines de semana lo permitían, allí estaba Mauricio sentado en su pupitre. Su grupo era ´Valencia Politécnic´. No podía ser otro. Los de Xàtiva o Castelló parecían prohibitivos teniendo en cuenta su agenda diaria.

¿Y cómo fue aquel primer día? La sorpresa fue mayúscula para todos los jóvenes alumnos con vocación de entrenador. García Pitarch o el agente José Viñas formaban parte de aquella generación. Mauricio llegó tarde por compromisos profesionales. Ya cuando la clase había comenzado, el argentino abrió la puerta. Llegaba acompañado de Cañizares. Sus nuevos compañeros le recibieron con una sonrisa de entre satisfacción y admiración por compartir esa aventura a su lado. No tan alegre entró Pellegrino. Su sentido de la responsabilidad le exigía llegar a la hora. Por desgracia, tuvo que llegar tarde más veces por la dificultad de compaginar el Valencia con sus estudios. Fue por ese motivo por el que se convirtieron en habituales de la última fila de aquella ´Aula Induráin´ del Politécnico. «¿Qué dijeron al principio?», preguntó en el primer intermedio. Fue en aquellos descansos cuando sus compañeros de generación empezaron a descubrir la personalidad del ´Flaco´. Pedía apuntes si no podía asistir a clase y no tenía reparo en asumir en conversaciones informales en la cafetería que ya estaba pensando en labrarse su futuro. Ya entonces sabía que quería seguir ligado al fútbol del alguna forma.

Le veían como una persona seria. Muy cabal. Recuerdan su hablar pausado y tranquilo. Era sensato, centrado y con ideas claras. «Cuando acabe con todo esto quiero tener una salida, en el mundo del fútbol no sabes lo que dura tu carrera y yo quiero seguir ligado al fútbol», comentaba entre pasillos. No lo vieron reir, pero fue con su amor y respeto al fútbol con el que se ganó a todos. Incluido los maestros. El profesor Mercé impartía la asignatura de Táctica. Era la favorita del argentino. Con la que más disfrutaba. Fernández Marín fue su profesor de Reglas de Juego, Jaime Selfa de Preparación Física, Manolo Gálvez daba Técnica, Juan Carlos Boria le instruyó en Dirección de Equipos, había clase de Medicina... Eran los primeros conceptos que absorbía Mauricio lejos de su experiencia. Recuerdan sus apreciaciones en voz alta, las menciones que le hacía Mercé para confirmar su teoría y sus correcciones y ayudas a los compañeros desde la humildad. Lo que más llamó la atención fue la aplicación práctica de sus grupos de trabajo teórico. Se podía elegir y su temática preferida era la defensa. Tenía tendencia a teorizar los movimientos y las basculaciones defensivas. Es lo que más conocía y más le gustaba. Casi obligado por sus conocimientos, se convirtió en el líder de su grupo en las prácticas. Colocaba a los ´jugadores´ y él daba las órdenes. Una vez, puso como ejemplo la defensa en zona que hacía en el Valencia. También demostró sabiduría en algunos ejercicios. Una de las prácticas era inventarse tres jugadas a balón parado o tres jugadas de saque de esquina. Y ahí estaba la cabeza de Mauricio para innovar y dirigir a los aprendices de entrenador. Solo era el Nivel I de Entrenador, pero ya se le veía madera. Nadie lo sabía. No sólo estaban asistiendo a clase. Estaban asistiendo a los inicios del que, diez años después, se convertiría en entrenador del VCF.