Dos goles y felicidad plena. Le hacía falta a Jonas Gonçalves, no marcaba desde la primera jornada de liga frente al Real Madrid y sufría. Soldado le puso en bandeja el 1-0 ante el Lille, tras el descanso el brasileño buscó devolver la asistencia a Soldado pero su centro se envenenó y acabó en el fondo de las mallas. Jonas estaba exultante y se puso a bailar ´Gatinha Assanhada´ junto a Barragán. En la grada los aplausos se multiplicaban, pero había dos personas muy especiales para Jonas, como lo son sus padres Ismael y María Luisa. SUPER los reunió en la Ciudad Deportiva antes de que hoy vuelen a Taiúva (Brasil), recordando cómo era el delantero valencianista en su infancia, donde sólo tenía una pasión: ser futbolista. ¿Su secreto? Son una familia muy unida y feliz junto a los dos hijos mayores, Thiago y Diego.

María Luisa no tiene la timidez de Jonas en su infancia, era profesora de Biología y aún tiene la sonrisa que esbozó la noche anterior cuando marcó los dos goles: «Fue una alegría grande ver cómo marcaba, en los partidos sufro y toco mucho la medalla de la Virgen Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, somos muy católicos, parecía más aliviado con los goles». ¿Les sorprendió la celebración del 2-0, con baile incluido? Su madre se pone recta y bromea con una orden: «Quiero que baile más». Ahí su padre recuerda una anécdota: «De pequeño bailaba y cantaba dentro de la bañera, lo hacía todo». Los tres se pusieron a reír. Una muestra de la felicidad que recorre por su sangre. En casa son tres hermanos y, como recuerda su madre, «los tres jugaban; Thiago era más técnico, Diego luchaba mucho con los rivales, era delantero y peleaba mucho, a Jonas le colocaría entre los dos». Ahí irrumpe su padre: «Sus hermanos le enseñaron a jugar€». Jonas también quiere participar en la conversación, sin duda, él es el que ha conseguido el sueño de su padre. «En casa teníamos un campo pequeño „ahí su madre recuerda que un día le dieron un fuerte balonazo en la cara„. Mi madre no entendía mucho pero ahora le encanta, a mi padre siempre. Jugó pero no era muy bueno, era como un hobby con sus amigos, pero el sueño de mi padre era que uno de sus hijos fuera futbolista. De los tres hermanos yo fui el que lo intentó más y cumplí el sueño de papá». Ismael quiere bromear con la situación: «Yo era muy rápido, corría mucho, era extremo izquierdo, pero en mi época era más difícil, estaba Pelé€ (bromea)». Las sonrisas vuelven a escena. Fútbol y fútbol.

«Los regalos de Navidad sólo eran balones y camisetas, no tenía nunca otro regalo. Y yo le ponía después los números; del 7 al 11. Se los cosía en casa», recuerda su madre, encargada cuando había partido por la televisión de hacerles coca y chocolate. Después ella se iba y los tres hijos junto al papá Ismael defendían en su infancia al Corinthians. «Soy del Corinthians y al principio éramos todos corinthianos hasta que Diego se cambió al Sao Paulo. Tras un partido contra el Sao Paulo, que ganaron al Corinthians, él se fue cabreado y se hizo del Sao Paulo. (Risas)». ¿Cómo viven los partidos desde Brasil? Hay cinco horas de diferencia, su madre se suele poner el chándal del Valencia y su padre también suele recurrir a la camiseta o el pantalón. «Siempre hablo con ellos antes y después de los partidos por teléfono», apunta Jonas, que hoy empezará a añorar a sus padres desde la distancia cuando se suban al avión rumbo a Taiúva: «Ahora se van a Brasil mucho más contentos porque estaba pasando por una racha en la que no marcaba, la temporada pasada empecé muy bien y un delantero sufre cuando está dos o tres partidos sin marcar. Lo importante es trabajar y ahora se van tranquilos, saben que siempre fui feliz». «Ahora está en su mejor momento», comenta su madre, que dejará de cocinarle las múltiples variantes con el maíz que tanto le gustan.

Deporte y estudios, de la mano

«Me encanta el maíz dulce, combinado con la ensalada, arroz y pollo», dice Jonas, que cuando era pequeño recibió varios castigos por no llegar a la hora a casa: «De pequeño me castigaban muchas veces, ellos me decían una hora para volver a casa por la noche, nos educaron con una línea recta, pero yo me pasaba un poco más y me castigaban». El deporte y la educación „sus padres eran maestros, él de Matemáticas y ella de Biología, ahora están jubilados„ siempre debían ir unidos: «El fútbol era nuestro deporte favorito, pero también había que estudiar, era importante. Mis padres lucharon mucho para que los tres hermanos tuviéramos una Licenciatura, Thiago es abogado, Diego farmacéutico y falto yo, que hice dos años de Farmacia pero seguí otro camino, que es el que me gustaba desde pequeño». Perdonado está. Ser internacional con Brasil no le ha cambiado la vida en el día a día, la educación que le han inculcado sigue muy presente, de ahí que mantenga los valores de la humildad que le han llevado al éxito. María Luisa lo tiene claro: «Son los valores de la vida», opinión que secunda Ismael: «Mis padres también son así, son los valores que nos han educado y es lo más importante en la vida».

La unión de la familia es uno de los secretos, como asegura el goleador brasileño: «Nuestra familia es muy unida, también con los hermanos de mi padre y de mi madre, siempre nos reunimos todos. Eso es importantísimo. Somos muy felices, una familia maravillosa, para mí es la base de todo». Interviene su madre: «Siempre ha sido bueno, era muy tímido y un poco nervioso, pero siempre muy cariñoso con la familia». Hay cosas que no hace falta decirlas, se ven. Tras compartir unos toques „Ismael tiene clase„ Jonas apunta el próximo sueño: «Ganar un título con el Valencia».