Con más pasión que capacidad reflexiva. El Mestalla arrancó voluntarioso, y en un arrebato de personalidad, Hiroshi extendió al césped la fiesta preliminar. Apenas se habían cumplido cinco minutos de partido cuando la segunda línea filtró un balón en profundidad que Álex Cortell aprovechó para fabricar el primero. Templó en la banda ante la mirada de los rivales y levantó un centro preciso que validó la corpulencia del japonés. Hiroshi impuso su ley en el área. Descolgó el centro con un testarazo impecable. 197 centímetros que valen el primer triunfo de la temporada.

El Ontinyent no claudicó. Redobló los simulacros de presión sobre los valencianistas. Los visitantes inyectaron una dosis de agresividad „bien entendida„ en cada disputa y en el ecuador del primer tiempo, un córner inspiró el temor en el rebautizado estadio Antonio Puchades. En filial trastabilló las dos primeras jornadas en jugadas a balón parado. No cabían más despistes, y el atacante del Ontinyent David Verdú, que huyó estratégicamente de la maraña de futbolistas que orbitaba en torno a los dominios de Jaume, hizo saltar las alarmas con un sólo movimiento.

En la jugada siguiente Hiroshi encauzó un contraataque con el alma, avanzó resuelto a entrar hasta la portería, peleó la posesión con todos y cada uno de los rivales que le salieron al paso y una vez superado el umbral del centro del campo, tocó con suavidad para Chumbi. El ex del Almería, impulsivo, enfrentó al portero Vicente Flor y tiró un autopase. Una maniobra que descontó automáticamente al cancerbero, pero Chumbi no es Romario. El zaguero Fran Giménez taponó su disparo y la grada reconoció su esfuerzo.

La contienda amagó con bajar la intensidad y Molina, resignado, plantó una falta directa al corazón del área. Hiroshi, casi desde la frontal, engarzó el envío con potencia. Remató con ímpetu al fondo de la red. De nuevo Hiroshi, de nuevo de cabeza. El Ontinyent, lejos de irse a la lona, envidó al juego directo. Se despojó de la hojarasca y optó por los caminos más primitivos. La veteranía jugaba a su favor. Las ocasiones, no obstante, las puso el filial. Molina, con un lanzamiento calcado al anterior, concedió el tercero a Ayala „que sustituyó a Carlos Delgado„, pero el exbarcelonista, sólo, no hizo honor a su homónimo argentino. Muy desviado.

El Ontinyent apretó en la segunda parte y encontró un oasis en medio del desierto. En el 65´, Verdú sacó petróleo de la ocasión más nítida para los visitantes. Recibió dentro del área y encañonó a Jaume, que impotente, vio cómo el balón entraba por la escuadra.

El fantasma de la remontada asomó, pero un minuto después Robert, uno de los jugadores más destacados del partido, estuvo cerca de hacer saltar por los aires la esperanza visitante. Fusiló dos veces a Flor y temporizó el arreón final del Ontinyent, que ya por las bravas trató de encallar el partido. El filial no estaba dispuesto a descarrilar otra vez en el último instante. Las conducciones de Cifo, las llegadas de Gayà, los reflejos felinos de Jaume y la electricidad de Robert anestesiaron al equipo visitante.