La constancia de Peter Lim, que acabará comprando el Valencia en los primeros días de septiembre, se ha extendido al equipo. La manada de Nuno Espírito Santo ha comenzado la Liga contagiada del ahínco con el que el club y una mayoría de aficionados han luchado contra los elementos en favor de una operación que significará un claro fortalecimiento económico y, presumiblemente, también deportivo. En Sevilla el Valencia, vestido de naranja, superó cada una de las pruebas que los pupilos de Unai Emery y, sobre todo, el colegiado le pusieron en el camino. El gol del argentino Lucas Orban a falta de dos minutos del final valió para rascar un punto de donde no se podía sacar más con un jugador menos sobre el campo y demostró que el bloque de Nuno tiene el carácter que el técnico pide cada día.

La fe de este nuevo Valencia quedó patente en el 1-1. Con el pecho, ahí donde descansa el escudo, Orban envió a la red el tercer gol de su carrera. El primero como blanquinegro, justo el día de su debut oficial. Mejor imposible. Todo corazón, el defensor hizo bueno, lanzándose en el segundo palo, una jugada de estrategia acompañada por esa dosis de fortuna que siempre se insinúa a aquellos que más la buscan. Parejo pasó a Rodrigo, el centro del hispano-brasileño lo remató Otamendi y el rechazo lo cazó el melenudo Orban. Hasta ganar pudo el Valencia en un Pizjuán desangelado que sufrió con la superioridad taronja. Rodrigo, con un esguince de clavícula a cuestas, rozó el balón con la cabeza cara a cara con Barbosa. El argentino entró a los 18 minutos por el lesionado Beto, aquel que con un teatrillo infame se inventó una amarilla a Alcácer y lo dejó fuera de la vuelta de las semifinales de la Liga Europa.

Comiéndose al Sevilla

Padecía el Pizjuán y pitaba a los suyos; alucinados, ahogados en la asfixiante presión a toda cancha del Valencia de Nuno. Los valencianistas arrancaron la Liga con la ambición propia de un grupo que aspira a estar entre los mejores, que quiere jugar la Champions 15/16 y es consciente de que los puntos valen lo mismo en la jornada uno o en la 38. Pese a la derrota parcial, la primera parte fue un recital de orden y control, gracias a la seriedad de una defensa en la que sobresalieron los centrales y el joven Gayà, cómo no, a la clase de Parejo y Gomes para repartir juego. El Sevilla no tenía ni un segundo para pensar. Sólo faltó la definición, el gol, evidenciándose en la práctica la necesidad de fichar un delantero que aumente los niveles de pólvora. Por lo visto en Sevilla, en la balanza de las carencias el tercer atacante pesa bastante más que el mediocentro.

El poste primero y luego un par de decisiones erróneas de Pablo Piatti impidieron que los de Nuno acabasen el primer acto por delante. A los siete minutos un robo en campo rival y un perfecto servicio de Paco dejó solo al Duende ante el meta. Remató cruzado y la pelota rebotó de un palo al otro. En el minuto 38 Piatti dudó a la hora de disparar cuando le había robado el balón a un Barbosa mareado. Poco después el argentino perdió un balón en una contra y el peligro cambió de bando. En la misma jugada Bacca burló a contrapié a Vezo, Otamendi y Barragán para dar el 1-0 en bandeja a Aleix Vidal.

El perdón en la élite se paga caro, más aún en los comienzos de curso, cuando las fuerzas físicas no están al máximo. Empezó con menos fuelle el Valencia el segundo asalto y la empresa no pudo complicarse más de lo que lo hizo en el minuto 67. Rodrigo de Paul vivió un estreno amargo en la Liga, apenas 60 segundos después de salir al campo fue expulsado sin contemplación por el colegiado, que no supo ver que De Paul sólo trataba de quitarse de encima a Vidal, autor inicial de la falta. La sangre alarmó a Del Cerro Grande y la tomó con el novato. Media hora por delante con uno menos. La historia de siempre en el territorio de Nervión.

A partir de ahí el Valencia reaccionó, como un león herido sacó las garras. Parejo, ayudado por Feghouli, retomó los mandos y se hizo justicia con el empate final. Como dijo Salvo hace días, "es difícil vencer a quien no se rinde"... Este equipo promete guerra y al Sevilla, pese a las tablas, le ganó la batalla.