Álvaro Negredo es uno de esos futbolistas cuyo valor trasciende más allá de su aportación sobre el terreno de juego. Dedicación, profesionalidad, mentalidad, trayectoria, madurez. El delantero sólo ha necesitado cuatro meses para convertirse en una de las referencias deportivas y espirituales del Valencia.

Con 29 años, el vallecano tiene ascendencia dentro de un grupo repleto de meritorios, de jóvenes con mucha personalidad, pero sin las cicatrices de quien ha peleado en vestuarios de toda condición, unos lucidos con esmalte barato y otros chapados con aleación de oro. Ha mordido por guardar la categoría, por entrar en Europa y por los títulos más preciados. Conoce la Liga, la Champions y la Premier League. No es cualquiera Negredo y se nota. Es el jefe. Hoy, integra ese grupo de futbolistas que tiene voz y voto en la plantilla. Lejos de los liderazgos equivocados y artificiales de otras temporadas, el ‘Tiburón’ ha conquistado la confianza y el respaldo de sus compañeros por su forma de competir y su trabajo diario en las sesiones de entrenamiento. Es ejemplo.

Negredo tiene claro su papel desde la misma jornada que cristalizó su fichaje. Por la estructura de la plantilla y por la apuesta del club, su misión estaba perfilada: capitanear, guiar y dirigir. La lesión ralentizó el proceso. Pero desde su debut, ha ido ganando en minutos, ritmo e influencia en el juego hasta resultar determinante.

Intimida a los rivales

El ‘Tiburón’ va a más. Ante el Levante, armó una pared de lujo con Parejo para empatar (durante unos segundos el Derbi). En Los Cármenes, frente al Granada, estrenó su cuenta goleadora con un disparo tremendo. Es un hombre, no un nombre. Ante el Rayo, en Copa del Rey, se convirtió en puñal de la remontada. Su aparición en la segunda mitad ejerció un efecto intimidatorio claro sobre la retaguardia rayista. Levantó al equipo y a la grada. En el primer minuto de la segunda parte, cogió el balón y arrancó como un lunático en busca de la portería de Cristian Álvarez. Negredo irrumpió en el área —todo tembló—, puso el balón a Piatti y su disparo tocó en Morcillo para envenenarse hasta parar en la red. La remontada ya estaba lanzada. Rodrigo o Paco fueron pólvora. Sin marcar, Negredo fue decisivo.

De la Premier al barro

Ante la duda, balones a Negredo. Esa es la consigna que se desprende del fútbol del Valencia en los últimos partidos. El vallecano ejerce de baliza y referencia. Saca a los centrales de zona, no se arruga en el cuerpo a cuerpo y se bate en duelo aéreo con todo tipo de defensores. En Eibar demostró que se levanta sobre el barro y es capaz de dejar detalles de mucha calidad. En cuestión de meses ha pasado sin dramas de competir en los célebres campos de la Premier League inglesa a morder en el modesto Ipurua defendiendo la camiseta del Valencia.

Nuno no anunció su fichaje como "la bomba" por casualidad. Rufete (con la venia de Peter Lim) apostó por un delantero de alto nivel. En el Sevilla lo demostró confirmándose como caudillo y un goleador de 20 tantos por temporada. En el Manchester City causó sensación en la primera mitad de la temporada. En Inglaterra demostró su magnitud exhibiendo todo tipo de registros: potencia, remate, creatividad. Su primera vuelta, sirvió para lanzar al equipo de Manuel Pellegrini al título de liga, firmó ocho goles y formó una dupla letal con ‘Kun’ Agüero. Solo las lesiones pudieron frenarlo.

La química necesaria

La competencia es dinamita pura cuando se transforma en complicidad. Sucedió con Agüero y está pasando ahora con Alcácer. La complicidad es evidente y la mezcla funciona. Los dos están como locos por jugar juntos. Ante el Rayo en Copa del Rey quedó claro y en Ipurua volvió a suceder. Nuno está buscando la fórmula táctica para no perder equilibrio y mantener a los dos sobre el campo. Son cien por cien compatibles. La línea de tres en la retaguardia fue clave para contrarrestar el fútbol directo del Eibar, pero los mejores fueron Paco y Negredo. Pegada y trabajo sucio.