En el fútbol moderno existe una finísima línea que contrasta el minucioso arte de hacer rotaciones frente a ir variando piezas con la ligereza con la que se desempeña un trilero. Esta brecha, naturalmente, suele marcar diferencias en el particular gremio de los entrenadores. Y es que trazar de manera ordenada una dinámica de rotaciones no solo oxigena el pulmón de la plantilla sino que además mantiene implicados a todos los jugadores y, en efecto, permite reforzar el potencial del equipo a corto, medio y largo plazo. Si uno atiende a los síntomas que desprende el vestuario del Valencia no tardará en darse cuenta de que algo en este proceso no se está haciendo del todo bien. En un contexto en el que la tensión y la necesidad conforman una balanza difícil de resolver, Nuno Espírito Santo convino prescindir de los líderes para la visita a Cornellà. Negredo y Parejo observaron la función desde el banquillo, Mustafi, que ni siquiera entró en la convocatoria, hizo lo propio desde el sofá de su casa y la hora de jugadores como Feghouli o Alcácer quedó postergada hasta que restaba solo media hora para el final. Es el desastre de las rotaciones de Nuno, que tras un completísimo serial de experimentos vivió ayer el capítulo más negro desde que comenzó la temporada.

La primera derrota de la Liga, como el propio entrenador reconció en la rueda de prensa posterior al encuentro, "duele" y obliga "a reflexionar, analizar bien y levantar al equipo". El Valencia añadió ayer una nueva muesca a su estado de confianza y el viernes Nuno volverá a enfrentarse a la grada de Mestalla sin ningún tipo de impermeable. El portugués afrontó el desafío de mejorar el nivel competitivo del equipo y hacerse fuerte en un calendario que estalla por sus costuras, con tres competiciones por medio y con un alto grado de exigencia. Sin embargo, las teclas no han sido las correctas. A la segunda jornada del campeonato sus hombres consideraban que el bricolaje de su gestión de recursos era indescifrable, no había un criterio convincente en la toma de decisioines y comenzó a perder credibilidad dentro del vestuario. Ahora los jugadores que se alinean junto al técnico luso pueden contarse ya con una sola mano. A pesar de los propósitos del técnico, su equipo ha sufrido sobremanera cuando el calendario se recarga de partidos. Después de superar la eliminatoria de acceso a la Liga de Campeones frente al Mónaco, el equipo se dejó cuatro puntos en sus compromisos con el Rayo y Deportivo.

Tras la pausa de la competición se sumó la primera victoria ante el Sporting en Gijón pero las buenas sensaciones no tuvieron más recorrido porque la visita del Zenit en la Champions deslizó una goleada inesperada. Actores principales, de segunda fila y algún extra se entremezclaban en una mecánica que difícilmente puede encajar con las aspiraciones deportivas. Es necesario dosificar pero cuando uno afronta una situación límite tiene que poner a los mejores. Lejos de reaccionar, el técnico siguió a lo suyo en el partido ante el Betis, en el Valencia dio síntomas de no carburar y evidenció vibrantes carencias en el aspecto anímico, así como en el futbolístico. La grada exigió responsabilidades con el "Nuno, vete ya" al máximo de decibelios. La visita al Espanyol era la primera final de la Liga y el entrenador elevó a la enésima potencia su particular dinámica de rotaciones. El resultado ya lo conocen. La situación ha tocado fondo y ahora solo cabe preguntarse si hay una vuelta atrás.