El entrenador del Valencia apostó demasiado fuerte. El sábado por la noche Mestalla le había avisado con un contundente "Nuno, vete ya" de que, sin más tiempo que perder, construyera un bloque capaz de ganar y encadenar victorias. Mandamiento número uno cuando la crisis se apodera de tu equipo. Sin embargo, en Cornellà-El Prat Nuno Espírito Santo prefirió seguir adelante con el plan programado. El portugués decidió pasar por encima de la delicada coyuntura y volvió a echar mano de unas rotaciones alocadas, esas con las que no se lleva nada bien desde que ocupa el banquillo del Valencia. Frente al Espanyol sólo importaba ganar y alejar dudas después de un inicio de Liga desolador. Nada más. Pero Nuno, encerrado en lo fantástico de su manual, primó los ‘descansos’ de jugadores fundamentales como Mustafi, descartado en casa, Parejo, Negredo, Feghouli o Paco Alcácer. A los dos últimos los utilizó a la desesperada durante la segunda mitad. Como si quisiera demostrar que la plantilla quedó en verano perfectamente reforzada, Nuno se envalentonó podando el once de experiencia y liderazgo. Y lo pagó caro. Al equipo le temblaron las piernas, le pudieron las circunstancias que su entrenador había ignorado y fue incapaz de reaccionar al 1-0… ni con fútbol ni con raza.

En los primeros 15 minutos el Valencia ofreció lo mejor de sí. Poco, la verdad, aunque suficiente para haber dejado medio muerto a un Espanyol limitado, un conjunto gris al que, por ejemplo, el Real Madrid aplastó con cuatro goles en 29 minutos en el mismo escenario hace sólo unos días. Una comparativa reveladora de la cirugía que necesitan los blanquinegros para ser ese Valencia, competidor entre los mejores de Europa, con el que sueña Peter Lim. De vuelta al comienzo del partido, fue Felipe Caicedo quien dio el primer aviso. El disparo del ecuatoriano se marchó desviado. Más serio fue el de Bakkali, que aprovechó un robo de Enzo Pérez para driblar a su par y probar con la derecha los reflejos de Pau López. El descarado belga es un buen ejemplo a seguir para otros jóvenes compañeros como Danilo Barbosa o Santi Mina, a los que les pesó como una losa el escudo y la responsabilidad del momento.

Muchísimo más clara fue la ocasión de Rodrigo. Bakkali dio con un balón perdido por los locales y dejó una asistencia precisa al hispano-brasileño a la espalda de los centrales. Rodrigo, ayer en posición de ‘9’, estrelló el disparo en el portero. Perdió la oportunidad perfecta de meterle un gol a todos los miedos que acompañan a este Valencia. Falló y el castigo no tardó en llegar con una de esas leyes no escritas que gobiernan el fútbol. Dos minutos más tarde el Espanyol sí envió el balón al fondo de la red. Marco Asensio sacó una falta lateral, Mina peinó la pelota y en el segundo palo Víctor Álvarez la cabeceó a gol.

Nuno mandó calentar a Dani Parejo, pero el movimiento estratégico no pasó de ser una falsa alarma que a nadie espabiló. La chispa eléctrica de Bakkali se apagaba y con él los impulsos de un Valencia atemorizado por las circunstancias, por la presión espanyolista y por la ausencia no sólo de un timonel en el centro del campo, sino de todo un guión en el que basarse para atacar a los rivales con fluidez por los costados o dinamismo en tres cuartos de campo. No existe una alternativa a los golpes a la contra. Con el equipo colapsado por los nervios, antes del descanso Jaume salvó dos goles más del Espanyol.

La segunda parte comenzó con un cabezazo de Rodrigo que volvió detener Pau. Lejos de asustarse el Espanyol anuló a los de Nuno con una fórmula vox populi: Presión en el medio y un intenso repliegue con el que defender cómodamente un ataque previsible. La lesión de Gayà cortocircuitó la conexión entre el banquillo y el campo. Asensio hizo lo que quiso. Los cambios de Nuno no cambiaron nada y los de Sergio, ofensivos, evidenciaron que a este Valencia ya le tose cualquiera… toca fondo y urge una reacción.