El fútbol es implacable. El primer Valencia CF de Nuno, competitivo e intenso, se ha convertido ya en un recuerdo. Poco o nada queda ya de aquel grupo que hace un año arrollaba al Getafe con organización, velocidad, ambición y hambre. ¿Dónde ha quedado aquel espíritu? Las virtudes han perdido definición hasta convertir al equipo en un producto confuso, por su formato indescifrable y por sus valores, que han degenerado hasta potenciar aquellos defectos que en septiembre de 2014 asomaban como pequeñas aristas por pulir.

La cronología a través de las páginas de Superdeporte es llamativa. Del "Nuno para todos y todos para Nuno" se ha pasado al "Nuno, vete ya". En 12 meses, el "Nuno da con la tecla en tiempo récord" ha dejado paso a un "perdidos en el caos", víctima de los cambios continuos dentro de un sistema indescifrable.

Se ensalzaba entonces la fuerza en la dirección del entrenador portugués y la claridad con la que transmitía las ideas. Ahora su crédito mengua a la vez que cristalizan las dudas de los jugadores sobre el campo. Su credibilidad se agota con rotaciones indescifrables cuando hace un año canalizaba su capacidad competitiva a través de una columna vertebral bien definida en la que introducía pequeñas variables. En ese sentido, Nuno tiene difícil hacerlo peor que en Cornellà-El Prat, donde la convocatoria fue inverosímil y el once una locura. Jugándose ´la vida´ apostó por un conjunto plagado de chicos jóvenes, ajenos a la presión que significa la camiseta del Valencia. Negredo, Alcácer o Mustafi debieron aparecer con Enzo, Gayà o Javi Fuego. En su lugar lanzó a Danilo o Santi Mina.

La fuerza del vestuario era una de las grandes armas del equipo. Todos estaban metidos, todos convencidos, todos unidos. Hoy el grupo se comporta como un conjunto de voluntadades sin mucha voluntad. Curiosamente, por entonces también estaban Amadeo Salvo y Rufete. Faltaba, sin embargo, Peter Lim. Aquella poderosa cadena se ha quebrado. Todos tenía un papel clave en el proyecto. En el fútbol nada sucede por casualidad.

No hay comparación

Identidad definida, competitividad, idea clara de juego, organización, pegada, solidez. El curso pasado, el equipo era una fiera a balón parado, en estos momentos se lo comen. El viernes 26 de septiembre, Valencia amanecía con su equipo líder tras una quinta jornada en la que tomó el primer puesto tras arrollar al Córdoba (3-0) en Mestalla. Barça, Atlético, Sevilla, Celta, Madrid€ Todos iban por detrás. Los números un escándalo, históricos: cuatro victorias, un empate, cero derrotas, trece goles a favor y dos en contra. Del liderato se ha pasado a la mediocridad. Un triunfo, tres empates, una derrota, dos goles a favor y dos en contra.

El Valencia CF de Nuno „en su mejor versión„ nunca dependió de un gran entramado táctico, pero competía. Javi Fuego lo dijo perfecto tras la derrota ante el Espanyol: «No somos eficaces en las áreas». Todo lo contrario que el año pasado. La pegada de la segunda línea y el juego por las bandas, no producen nada. El Valencia CF vivía de su físico: velocidad, fuerza para anticiparse, ritmo. Con pocos toques y sin excesiva posesión, llegaba con claridad. Corrían y la segunda línea sorprendía. Las transiciones era de control valencianista y desde ahí imponía su iniciativa.

La herencia de la recta final

El equipo arrollaba desde su frescura física y ahora es superado por todos y cada uno de sus rivales. Las segundas jugadas o ese punto con el que siempre llegaba antes que el adversario han dejado de ser valencianistas. Con el depósito de la gasolina lleno, todo funcionaba porque buena parte del sistema (presión, recuperación, contragolpe) vive de la intensidad. Sin esa energía todo es peor y la tendencia comenzó a sentirse con claridad en la recta final del curso pasado. Entonces hubo lesiones, tensión, dudas y malos resultados. El equipo se desfondó con solo una competición „se tiró la Copa„ y ahora afronta la exigente sucesión que plantea La Liga y la Champions. Las carencias son las mismas.

En pretemporada, lejos de plantear soluciones, todo se ha emborronado. En este arranque las carencias han explotado de forma rotunda. Falta fuelle y la mezcla de mal juego y resultados se ha llevado por delante la confianza del bloque. Sin ideas, sin juego, sin soluciones lógicas... queda el orgullo ante el Granada. Más difícil todavía sin André Gomes o Gayà.