Es una falta de respeto al escudo. Una vergüenza para la afición. Eso es lo que fue el partido del Valencia en Gante. El equipo no existió. No compareció en el Ghelamco Arena. Ni estuvo en Bélgica ni, lo que es más preocupante, tampoco se le espera en Balaídos. Así no hay nada que hacer este año. Nuno Espírito Santo ha tocado fondo y con él un equipo desorientado, desalmado, sin identidad, sin criterio y, lo más peligroso, sin mando. La apuesta del técnico es la intensidad. Anoche ni existió. Este equipo no va. Ni siquiera en un escenario Champions a los ojos de todo el fútbol europeo. El Valencia se dejó llevar, cometió errores de concentración, acusó la falta de tensión y solo el gol del Gent le obligó a reaccionar en los últimos minutos para evitar un ridículo aún mayor. El partido se le hizo tan largo al equipo como se le está haciendo la temporada. Y eso que estamos en noviembre. Es la triste y decepcionante imagen de un Valencia estancado que pide a gritos soluciones. De momento, ya se ha complicado la vida en la fase de grupos de la Liga de Campeones. El Valencia hizo el ´indio´ el día que había que clasificarse matemáticamente para los octavos de final y ahora puede pagarlo caro.

Seguro que el Celta ya se está frotando las manos. El partido fue un despropósito. El equipo, un descalabro. Faltó de todo. El Valencia no tuvo el balón y cuando lo tuvo fue incapaz de enlazar tres pases seguidos. A veces ni dos. La tuvo poco y la regaló mucho. Con una circulación de balón tan lenta como imprecisa. Tampoco hubo profundidad. Y menos ocasiones. Las estadísticas son sangrantes. El primer disparo a puerta no llegó, casi de forma obligada, hasta el minuto 55. Fue una falta directa de Dani Parejo que salió por encima del larguero. Lo peor es que hubo que esperar hasta el 80 para ver el primer tiro entre los tres palos. Alcácer se tuvo que buscar la vida. Robando, buscando ángulo de tiro y probando a un Sels inédito. Pocos partidos vivirán un partido de esta exigencia tan tranquilo el portero del Gante. El equipo se fue a los vestuarios sin disparar a puerta y con la tremenda suerte de conservar la portería a cero. La demoledora estadística de doce ocasiones de gol a cero al descanso era para echarse a llorar.

En una de esas llegó el gol belga. Desgraciadamente era cuestión de tiempo. El árbitro castigó unas manos claras de Barragán en el área y Kums aprovechó el penalti. El Valencia estaba perdiendo con todo merecimiento y, para colmo, no había ningún delantero en el banquillo. Negredo estaba en la grada. La solución de Nuno fue echar mano de André. Sin embargo, era tal el desaguisado que ni siquiera el portugués era capaz de poner orden. Nuno resoplaba desde la banda, los jugadores se desquiciaban sobre el césped cargándose de amarillas de impotencia y la afición desplazada a Gent volvía a entonar más enfadada que nunca el "¡Nuno, vete ya!" de Mestalla. El Valencia tiene un problema. Que alguien lo arregle.