«Ahora es otro Valencia CF, ni mejor ni peor€ el tiempo dirá. La toma de decisiones es diferente, tenemos un dueño que es Peter Lim, en mi empresa la toma de decisiones es por parte del dueño». La frase corresponde a Amadeo Salvo en aquella rueda de prensa diplomática del 1 de julio 2015 con la que se despidió como presidente ejecutivo. Con él se marchaban Rufete, mánager general, Fabián Ayala y Joan Salvans, secretarios técnicos, y Luis Vicente Dowens, director de márketing. Desde enero las «discrepancias» con Nuno Espírito Santo, y su representante, Jorge Mendes, en materia de planificación fueron in crescendo. En invierno sólo llegó Enzo Pérez por petición expresa del entrenador y en la línea temporal hasta el verano los nombres que propuso el equipo de trabajo de Rufete se habían ido cayendo: Kramer, Imbula, Mbemba, Rüdiger, Carrasco o Rulli€ Después del escándalo vivido con Rodrigo Caio -tres revisiones médicas desaconsejaron el fichaje de un jugador promocionado por Mendes y del que la dirección deportiva no sabía nada- a final de junio hizo el conflicto insostenible y Peter Lim rompió la cuerda en favor del técnico portugués.

Un año después las personalidades de Salvo y Rufete continúan sin dejar indiferente a nadie. Más allá de detractores o partidarios, la realidad de los acontecimientos y los números de rendimiento han demostrado que el Valencia posterior a ambos ha experimentado un claro retroceso durante la temporada 2015/16 en frentes como el deportivo y el social, conllevando consecuencias negativas también en el terreno económico. A día de hoy, bajo la dirección deportiva de Jesús García Pitarch, el club revive los objetivos de regresar a la élite nacional y, por ende, a las competiciones europeas en 2017. De todos modos, la ausencia de un profesional encargado de la planificación hasta la llegada de Suso a mediados de enero deparó fallos significativos en la política de fichajes por los que han contribuido a que hoy se pague el peaje con un bloqueo preocupante en la necesaria operación salida.

Equilibrios rotos

Con aciertos como Mustafi u Otamendi y errores como De Paul u Orbán, lo cierto es que el equipo elaborado por Rufete y Ayala en colaboración con las contrataciones avaladas por el inversor asiático compitió entre los mejores de la Liga. El éxito en el banquillo de Nuno en el cuarto puesto final y en la consecución de los famosos 77 puntos es tan incuestionable como el fiasco de fichajes como los de Santos, Danilo o DaniloAbdennour. Hasta el máximo accionista, Peter Lim, ha reconocido en sus únicas dos intervenciones en los medios durante el curso la existencia de «errores» de los que «se debe aprender».

«Esto nos hará trabajar el doble para un futuro mejor, tenemos que aprender de los fallos cometidos€ Pido a la afición un poco de paciencia», dijo en mayo desde Singapur.

En la esfera económica la entidad de Mestalla ha ganado estabilidad, viabilidad y, sobre todo, confianza por parte de sus acreedores. La Fundación ha dejado de estar ahogada por la deuda de 94 millones de euros que suponía la mayoría accionarial, el club sigue perfectamente al corriente de sus obligaciones con Hacienda y la Seguridad Social y el capital social que en 2012 Manuel Llorente redujo a 51 millones de euros se amplió en 100 el pasado febrero. La deuda global gira sobre los 350 millones y refinanciada con carencia hasta el verano de 2018, razón por la que hasta entonces deben afrontarse, únicamente, los intereses anuales.

Sin embargo, la empresa futbolística no puede vivir por mucho tiempo de espaldas a los resultados deportivos. El doudécimo lugar en la Liga se traduce en la ausencia de cualquier competición europea. O lo que es lo mismo, en la pérdida de los 24 ´kilos´ con los que ya se contó en diciembre después de un concurso discreto en la Champions, donde el equipo cayó eliminado en la fase de grupos.

La no presencia en Europa y la caída en la liga española son sinónimos de menores ingresos en concepto de televisión y mayores dificultades para encontrar un main sponsor que se acerque a los diez millones. A pesar del aumento en la cantidad prevista por los derechos televisivos para el curso 16/17, la cifra podía haber sido más grande con un Valencia a la altura competitiva, por ejemplo, de Villarreal o Sevilla.

Sin Salvo y Rufete, Peter Lim se vio obligado a exponerse más en la toma de decisiones en una temporada convulsa en la que el equipo tuvo cuatro entrenadores. El batacazo sufrido en la Champions hizo que la presión del «vete ya» en Mestalla acabase por forzar la salida de Nuno a finales de noviembre.

Lim apostó como recambio por Gary Neville, un exjugador con el que guarda una estrecha amistad, pero que no tenía ninguna experiencia como técnico. Antes Voro volvió a exhibirse ante el Barça. Con el inglés los blanquinegros vivieron tres de los meses más pobres de su dilatada historia en Primera División, además de una eliminación bochornosa en la Copa a costa del Barça en el Camp Nou (7-0). En abril Pako Ayestaran revivió al grupo y trajo la tranquilidad en la tercera peor campaña de la historia del Valencia en la categoría, pero el equipo desconectó en el último mes.

Las penurias deportivas, según las previsiones, provocan que el Valencia deje de ingresar un extra de 50 millones en conceptos de Champions, televisión y patrocinadores y han hecho que el propietario sienta el riesgo de que suba la deuda neta, si no limita el gasto de plantilla o vende futbolistas tras el dispendio sin éxito en fichajes. En definitiva, en un año el Valencia ha perdido, a la vez, presencia de seguidores en su estadio y el tren que le corresponde, el del Atlético. La tarea será volver a reengancharse.