Poner un partido de fútbol a las cuatro de la tarde en verano es una temeridad. Por la seguridad de los jugadores y de los aficionados. El presidente de la LFP, Javier Tebas, debería tomar nota de lo que ayer pasó en Mestalla. El Valencia-Betis se jugó a más de treinta grados y desgraciadamente pasó factura a más de uno. José Luis Gayà, que jugaba en la grada donde más castigaba el sol, cayó grogui a los pocos minutos de acabar la primera parte por agotamiento. El de Pedreguer había tenido fiebre en los dos días previos al partido, no había podido descansar bien, llegó débil al partido y su cuerpo no pudo soportar el calor sofocante.

Pako Ayestaran hizo entrar inmediatamente a Montoya en el terreno de juego y Gayà se quedó sentado apoyado contra una valla publicitaria con una toalla en la cabeza y esperó a que se hubiera acabado la primera parte y se hubieran retirado del terreno de juego todos los jugadores para marcharse a los vestuarios. El panorama era igual de dramático en la grada. Los servicios sanitarios del estadio tuvieron que atender lipotimias en la grada. Mat Ryan durante el descanso llevó agua a una aficionada que había recibido un golpe. Todo un gesto del portero australiano. Posteriormente, se acordó de ella en las redes sociales. "Espero que la mujer se recupere para el próximo partido y la veamos en Mestalla. Cuídate", escribió. Detallazo.

Poyet también sudó la camisa

Los que más sufrieron el horario ´suicida´ de Tebas fueron los aficionados de la Grada La Mar. Allí pegó el sol durante los noventa minutos. Normal que en el descanso intentaran refugiarse en los vomitorios y espacios internos del estadio. La gente se protegió de las altas temperaturas con abanicos, camisetas en la cabeza y hasta con bikinis. Sufrieron los jugadores, los aficionados y hasta los entrenadores. El técnico del Betis, Gustavo Poyet, fue a la sala de prensa con la camiseta totalmente sudada. «Yo también he jugado el partido», bromeaba.