Después de pedir perdón a la afición, a sus compañeros, a la presidenta y el director deportivo el sentimiento de culpabilidad sigue intacto en el capitán del Valencia CF. A Enzo Pérez se le vio cabizbajo y ensimismado durante la sesión de entrenamiento de este lunes, antes de la jornada de descanso de este martes.

La expulsión ante el Betis ha hecho mella en Enzo Pérez

. El argentino se marchó del estadio afectado después de que su contribución tuviese un impacto claramente decisivo en el hundimiento del Valencia ante el conjunto de Poyet. Tanto, que González González le mostró el camino a los vestuarios y minutos después el Valencia encajaba el cero a dos. El lunes seguía dándole vueltas a la acción, arrepentido y sabedor de que no estuvo a la altura del brazalete. Estaba tocado.

Enzo fue de los últimos en salir al campo número cinco de la Ciudad Deportiva de Paterna. El argentino no abrió la boca. Ya lo había hecho el día anterior en la zona mixta. Y además, no hacía falta. Se le entendía todo. Su rostro y su lenguaje corporal transmitían incomodidad. Estaba avergonzado. Y es que después de haber visto la cartulina amarilla en el primer tiempo el futbolista emprendió la guerra por su propia cuenta, completamente pasado de revoluciones, faltando a la responsabilidad que se le supone a un capitán y actuando por debajo de los índices adecuados de inteligencia táctica que debe seguir un profesional. Enzo fue uno de los principales responsables de la derrota del Valencia ante el Betis.

Abrió un boquete al equipo

Su contundente entrada sobre Durmisi -merecedora de expulsión por sí misma, si bien el árbitro le mostró la segunda amarilla- dejó al equipo en inferioridad numérica y abrió un boquete en las opciones de remontada de un Valencia que después demostró que se hubiese merendado al rival con poquito más. El factor diferencial pudo haber sido él... Al término del encuentro Enzo quiso disculparse con sus compañeros, así como con el cuerpo técnico, la afición, la presidenta y el director deportivo. Horas después el sentimiento de culpabilidad seguía intacto en su interior. El argentino estaba completamente absorto durante la sesión matinal, sin apenas hablar con nadie, al margen de todo, a su ritmo, con cara de funeral. Los ténicos dividieron al equipo en dos grupos distintos y él se ejercitó con los suplentes a pesar de haber sido titular ante el Betis. «El último paga», gritaba un técnico, buscando el estímulo de los jugadores en una carrera. La cosa no iba con él. Enzo llegó el último con diferencia. No era su día. Sigue dándole vueltas. El equipo le necesita en plena forma.