Crisis es una de las palabras más odiadas. En los momentos de desequilibrio y desigualdad siempre se empeña con negatividad. Sin embargo, pueden reciclarse en forma de oportunidad de cambio y reacción.

La crisis también generan situaciones de reclusión y meditación (como sucedió este miércoles en la Ciudad Deportiva) cuya gestión puede fortalecer cualquier sistema. El Valencia y Pako Ayestaran no pueden tener dudas ahora. Como expresaron entrenador y futbolistas tras la derrota ante el Betis, hay que creer fuerte frente a «los incrédulos». Hay calidad y margen de mejora para pensar en postivo. Evolucionar o morir, no hay más.

Los resultados han sido duros. La dinámica y el ambiente heredados de la temporada no ayudan. El equipo ha encajado ocho goles, no ha puntuado, tiene desajustes defensivos graves y problemas en todas las líneas, con balón y sin balón. Su ineficacia o falta de contundencia en las áreas es un síntoma claro de que no compite bien. La realidad no es agradable, pero también hay números que arropan la teoría de Ayestaran: «El fútbol nos está penalizando, no estamos teniendo fortuna».

No todo es negro, tampoco blanco. En la paleta de grises hay puntos positivos que abren una vía de crecimiento e insisten en una línea de juego reconocible basada en la acción, el ataque y el juego de posición: la posesión, la precisión en el pase, el número de pases, la media de disparos por partido, los disparos a puerta. El Valencia está entre los mejores de LaLiga en todas esas categorías.

Con un poco más de puntería, acierto o eficacia, la tendencia sería otra. El partido de Ipurua es rotundo. El Valencia hizo una primera parte completa, pudo y mereció superar al Eibar en el marcador. Lo hizo casi todo bien, menos acertar en la definición. Después, tras el penalti (por unas manos que no debieron ser pitadas), el bloque se diluyó hasta hacer cundir la impotencia.

Personalidad por consolidar

El Valencia es uno de los equipos que más ocasiones ha creado del campeonato, sólo superado por Real Madrid y Barça (consultar tablas).

Ayestaran está contruyendo un equipo para ser protagonista a través del balón. Pese a todo, tres de los cuatro goles han llegado en saques de esquina. El problema es que por mercado, planificación y presupuesto, el bloque está por hacer. En la pasada jornada, el Valencia fue el único conjunto de LaLiga que hizo debutar a sus dos centrales y al portero. La pretemporada ha estado marcada por el cambio de piezas y lo que ha salido no es poca cosa: el central de referencia (Mustafi), el pivote (Fuego), el talento diferente (André) y los goleadores (Alcácer/ Negredo). La personalidad está por formar. La estructura no está armada y se siente. Cuestión que se combate con tiempo, confianza y trabajo.

Como dijo Garay, la calidad de algunos jugadores y su capacidad para ser determinantes ofrece un margen de mejora claro. El central también advirtió un principio de ansiedad y nervios por la falta de resultados. La tensión es un enemigo difícil para fluir en competición.

Ante Las Palmas y Betis, el equipo estuvo tímido en el pressing, por eso los rivales producen llegadas y tocan con facilidad.

Ahí está el principio de los desequilibrios. El Valencia se parte y sufre por fuera porque faltan ayudas de los extremos y los interiores. Además, es muy sensible a la presión del adversario. La acción intensiva del Betis sobre Mario Suárez (sobre todo), al que terminaron sacando de posición, Parejo y Enzo generó muchas pérdidas en la primera parte. El Valencia también tiene muchos problemas para salir jugando y eso multiplica los riesgos de su circuito.

Defensa y ataque, un todo

Es un momento para ser prácticos y corregir. La mejora en defensa no pasa por retrasar la zaga y acumular más hombres. La mejora pasa por el colectivo, por entender el juego como un todo, por el compromiso en bloque a la hora de recuperar rápido tras pérdida, por reducir espacios juntos, por potenciar el interés en la disputa y trabajar la mentalidad defensiva para saber a sufrir.