Cesare Prandelli es elegancia, buen gusto, compromiso y coherencia aplicados al fútbol, también a la vida. Hay que romper con los clichés, en las dos direcciones: no es un barraquero y tampoco un loco iluminado. Italiano atípico por su sensibilidad futbolística, busca el equilibrio y la estabilidad a partir del balón. Prandelli cuida al jugador de ´calidad´ e intenta brindarle el contexto oportuno para obtener un rendimiento alto. Buen comunicador, es un entrenador cercano al futbolista, al que hace entender lo necesario para plasmar su idea con claridad. Su objetivo es que compitan y disfruten, intenta dar seguridad al grupo, sin complicaciones. Tiene vocación de pedagogo, virtud viva desde su etapa en la cantera del Atalanta de Bergamo.

García Pitarch y el club apuestan por un entrenador con un perfil adecuado por propuesta, también por la plantilla que hereda y el medio, el balompié español. No todo es vino y rosas, Prandelli adora LaLiga, pero no la conoce desde dentro y eso advierte un punto de aventura. Desde que dejó el Galatasaray, en noviembre de 2014, no ha vuelto a entrar en la rueda, si bien, tiene el aval de sus conocimientos, la trayectoria, la madurez (59 años) y el prestigio, para imponer su personalidad a corto plazo. El Valencia no anunciaba un entrenador de semejante nivel desde Ernesto Valverde, cuyo discurso tiene algunos puntos de encuentro. Prandelli necesitará tiempo pero, como buen italiano, sabe que la poesía es maravillosa, mientras el fútbol esté sujeto a la exigencia de los resultados.

El juego, en el centro de todo

Su última gran referencia futbolística fue la selección italiana que alcanzó con brillantez la final de la Eurocopa de 2012. La Azzurra fue barrida por España (4-0), pero por el camino dejó a Croacia, Irlanda y una gran Alemania, finalista en 2008 y campeona del mundo dos años después. Más allá de la derrota, Prandelli puso la fuerza en el juego, en la acción y la creación. Fue la Italia de centrocampistas (Pirlo, por encima de todos, más Marchisio, Montolivo o De Rossi) contra la España de los centrocampistas y ahí pudo más el eje armado en torno a Busquets, Alonso, Xavi, Silva, Cesc e Iniesta. En una nación acostumbrada a centrarse en los defensas, su propuesta resultó contracultural en muchos sentidos, por número de pases, porcentaje de posesión, eficacia en el pase y estilo, mucho más asociativo. Prandelli conquistó lo que parecía imposible, que Italia dominase y discutiese la posesión; mantuvo los valores competitivos de siempre (solidez y fiabilidad sin balón), acorazados por la experiencia de Buffon (su líder), Barzagli, Bonucci y Chiellini. Pero se empeñó en potenciar las virtudes de una gran generación de centrocampistas, con Pirlo como eje.

Enzo, Parejo, Mario, Medrán€ Será interesante ver cómo reparte funciones en sala de máquinas y organiza a los atacantes. Prandelli no es amigo de la vulgaridad, pero empezará priorizando el resultado, el equilibrio y la organización. Revolucionario en muchos sentidos, su buen gusto no es sinónimo de frenesí y agitación, al contrario, es un pensador práctico. Se ajusta y se adapta a los jugadores que tiene. Escapa de adornos innecesarios y alterna perfiles: un lateral largo y otro más sujeto; un organizador fino en la sala de máquinas más un hombre de trabajo, incluso dos; un extremo liberado y un carrilero con despliegue defensivo€ La posesión insustancial no le interesa y pondrá el acento en la preparación física, seguro.

Prandelli dejó la selección italiana después de fracasar en el Mundial de Brasil 2014, donde terminó desorientado y pleno de dudas. Dejó el cargo con toda honestidad tras encallar con un proyecto que perdió fuerza y ganó críticos con el tiempo y los resultados. Después tuvo una breve estación en el Galatasaray turco, donde tampoco cuajó y armó un equipo blando. Arrancó en julio y abandonó en noviembre. Desde entonces no ha entrenado, seguramente esperando una propuesta como está del Valencia CF. Es una oportunidad para reivindicarse en un contexto que encaja con sus ideales.

Se adapta a lo que tiene

El técnico italiano no es un fundamentalista. Construye sus equipos de atrás hacia adelante, no va a pedirle a Aderllan o a Mangala que arriesguen con el balón jugado. A lo largo de su carrera ha sabido adaptarse respetando su ideal: «El fútbol especulativo está caducado. La diferencia se marca ahora desde la velocidad y la rapidez de ejecución, anticipando la jugada y el pase, a través de la posesión y la calidad técnica». El sistema se acopla a la idea y a las posibilidades de los futbolistas. 4-2-3-1, 4-3-3, 4-3-2-1, 4-4-2 (en sus distintas variantes), incluso tres centrales en un 3-5-2... laterales largos o más contenidos, interiores en las bandas, extremos abiertos, con mediapunta, sin mediapunta. Así lo ha demostrado en Italia, Fiorentina, Parma o Hellas Verona. No ha ganado un título importante pero sí ha sido sinónimo de coherencia, estabilidad y objetivos cumplidos. También ha sufrido el fracaso y ha vivido destituciones. Cerca de los 60 años, Prandelli no es un experimento.

Es un entrenador bien formado, pasó dos años en Coverciano empapándose de maestros en técnica y táctica como Franco Ferrari y vive entre libros, catálogos de arte y cuadros de arte moderno. Siempre habla maravillas de Johan Cruyff, trata a Arrigo Sacchi como una referencia y a Pep Guardiola como el último gran revolucionario. En el apartado ofensivo no olvida a Zdenek Zeman y tampoco el modelo de liderazgo que José Mourinho ejerce en sus vestuarios.

Construcción y estructura

El juego está en el centro de todo y es lo que crea líderes; el funcionamiento colectivo es la base del éxito por encima del talento individual, que es la fuerza que alumbra primeros a los equipos y no al revés, aunque es imprescindible. En esa línea y pese a haber quedado fuera de la rueda de grandes entrenadores italianos del momento, puede decirse que es precursor de la línea que ahora defienden con éxito Marco Giampaolo, Eusebio Di Francesco, Maurizio Sarri o Vincenzo Montella. Claudio Ranieri, referencia de éxito en el club, es de otra rama; más arcaica, primitiva y contragolpeadora. Prandelli es de Orzinuovi (Brescia), en el norte de Italia. Ranieri, romano y con carácter del sur, está en el germen del bloque que transformó al Valencia en un equipo ganador. Prandelli llega en una situación similar, pero la plantilla no admite comparación.

Hombre de valores profundos

Célebre fue el código de conducta que impulsó en la selección italiana, intentó que no hubiera lugar para corruptos, violentos o no profesionales. Así, consiguió obtener (al menos durante un tiempo) la mejor versión de Balotelli, Cassano, Osvaldo, Adriano o Mutu y ha lidiado con figuras del alto nivel. Comprometido con todo tipo de causas sociales (lucha contra el racismo o la homofobia), renunció al banquillo de la Roma para cuidar a su mujer enferma.

Zemaniano, guardiolista, mourinhista, wengeriano... Las ideas de Sacchi se sienten en la base de su discurso, pero su éxito en Valencia dependerá de su capacidad para adaptarse a LaLiga, obtener resultados y sacar lo mejor de cada futbolista. Tan obvio como difícil. Su hoja curricular no se discute, tampoco sus valores y su capacidad de dirección. Prandelli deberá enganchar rápido y tener las ideas claras.