´Volver´, el famoso tango de Carlos Gardel, dice entre sus estrofas "que 20 años no es nada". Sin embargo, es tiempo suficiente para cambiar radicalmente la vida y los escenarios de las personas. Amedeo Carboni lo sabe como nadie. En agosto de 1997 el italiano era uno de los futbolistas veteranos de la Roma, donde había llegado siete años antes procedente de la Sampdoria. Aquel verano la tozudez de Paco Roig y una conjunción de casualidades y causalidades dieron con el defensa de 32 años en Valencia. Dos décadas después el de Arezzo se siente un ciudadano más de la ciudad, un valencianista más que disfruta y padece con el Valencia.

La llegada en octubre de Cesare Prandelli, quien le pidió consejo antes de dar el sí a Peter Lim, ha devuelto al plano de la actualidad al hombre que más minutos pasó en el campo (por delante de otros mitos como Cañizares, Angulo, Djukic, Albelda, Baraja, Mendieta o Ayala) a lo largo de las temporadas de mayor gloria bajo la tutela de Ranieri, Cúper y Benítez. Amedeo mantiene una buena relación con el actual entrenador, con el que se le ha visto días atrás en Paterna. El jueves el eterno ´15´ compartió una noche de valencianismo y anécdotas en la Agrupació de Penyes.

La historia de ´Deo´ comenzó fuerte. A los 43 minutos del Valencia-Barça fue expulsado por Puentes Leira tras una durísima entrada a Luis Figo. El todavía equipo de Jorge Valdano (tan sólo le quedaba un partido más como técnico) perdieron aquel día (0-3), pero el talentoso extremo portugués nunca volvió a dar lo mejor de sí cuando en el futuro se cruzó con el férreo lateral zurdo que había fichado el Valencia. "Recuerdo la noche de mi debut, y en los cinco primeros partidos me expulsaron dos veces. No fue fácil, venía de una lesión importante... Con el doctor Candel mantengo una buena amistad, pero he de decir que no pasé la revisión, el médico no firmó el certificado. Dos años antes me había roto el tendón de Aquiles, la misma lesión que tuvo Camarasa y por eso el doctor tuvo miedo. Luego, el presidente, Roig, me dijo: ´no te preocupes, ¿dónde hay que firmar? Firmo yo´", relata.

El presidente Paco Roig fue el artífice de que Carboni firmara por dos temporadas (acabó jugando nueve hasta los 41 años). "Si no es por él, yo no hubiese firmado, el médico tenía miedo", reitera el de Arezzo. Ocho días después debutó por petición de Valdano. "Eso fue un viernes noche, vine lesionado, no había jugado ningún partido, pero era la época de Valdano y el jueves de la siguiente semana me dijo: ´tienes que jugar porque hay gente dura por la banda´. Le contesté que iba cojo y no podía...".

Dos semanas atrás el destino lo puso en la órbita del club blanquinegro. Roig había ido acompañado por Barrachina a Roma a fichar a otro lateral: Giuseppe Favalli, lateral zurdo de la Lazio, siete años más joven que Carboni. El presidente lacial se enrocó al exigir al Valencia CF el equivalente en liras de 15 millones de euros. Por aquel verano, curiosamente, la prensa española e italiana también informaron al unísono del intento del atrevido Roig de traerse de Italia a la estrella emergente de la Juventus, Alessandro del Piero, que no pasaba por su mejor momento en la vecchia signora después de caer en la final de la Champions con el Borussia Dortmund. No obstante, en el último viaje a Italia el objetivo era Favalli.

"En realidad estaban allí para fichar al lateral izquierdo de la Lazio, pero les pidieron mucho dinero, así que un agente llamado Antonio Caliendo les habló de mí, que era bueno aunque estaba lesionado. A mí me gustaba negociar mis contratos, nunca he tenido representante. Roig y Barrachina (tenía estilo, iba con pantalones rojos, abrigo con botones amarillos y el pelo engominado), un dandi, se presentaron en los campos de entrenamiento", cuenta el italiano, al que Caliendo le comentó que querían hablar con él. "Yo tenía prisa y les emplacé al día siguiente. Por la mañana aparecí con la moto y se quedaron mirándose, como diciendo: ´Si conduce, estará recuperado´".

Al acabar la sesión de la Roma, Roig y Barrachina ya tenían el acuerdo con el club. "Les dije que quería hablar con los dos a solas. Barrachina le dio un codazo a Roig, luego me dijeron que les gustó mi carácter. Me plantearon una cantidad, les dije que cobraba y que tenía un año más de contrato, me tenía que cambiar de casa y todo. Me respondieron que eso en España sólo lo ganaba Rivaldo y les dije que me daba igual. En una servilleta firmamos el contrato, donde les obligue a poner que me dejarían ir en moto a los entrenamientos. No les gustó mucho, así que me comprometí a aparcarla un poco antes de la puerta e ir andando. Fui a casa, hicimos las maletas... y hasta aquí", explica un amante de las Harley Davidson.

Lágrimas por dos tarjetas

En la conversación con los peñistas Amedeo también desveló los momentos más duros. Una amarilla en la semifinal de Champions con el Barça le privó de la final de París ante el Madrid: "En la ida ganamos en casa 4-1, estaba a una de la suspensión, le pregunté a Cúper si era necesario jugar y me dijo que al menos media parte. Sabía que el árbitro portugués me la sacaría y al línea, italiano, le pedí que hablase con él y no me la sacara por una tontería... y justo la vi por una falta en el medio a Rivaldo. Lloré mucho, sufrí, porque tenía 35 años y no pensaba que volvería a jugar una final. Pasé 15 días malísimos, los compañeros me ayudaron; luego empezó la temporada y, tras la final que nos dejó desolados, tuvimos un gran entusiasmo. Se fue algún joven más estrella, pero el gran acierto fue mantener a la gente madura. Éramos un ejemplo de profesionalidad, los nuevos se fijaban mucho en los veteranos".

En abril de 2002 Medina Cantalejo le enseñó la otra tarjeta más dolorosa de su carrera. El Espanyol visitó Mestalla con la primera Liga de Benítez a tiro: "Pitó falta a favor nuestro y me expulsó. Me cabree tanto que me puse la chaqueta y me marché a casa con las botas puestas. Me puse a ver la Real-Real Madrid por la tele, no quería saber nada. Después me llamó el ´Pipo´ para decirme que habíamos ganado".