Prandelli fue rotundo a la hora de señalar los males de la plantilla, habló de orgullo, de amor por la camiseta y de ganas de sufrir por el Valencia. El fútbol mercantilizado ha mordido sobre la genética de los clubes. El negocio impone sus condiciones corrompiendo los valores de todos los implicados. Por eso, en situaciones de crisis, cuando fallan la profesionalidad y el sacrificio, defender los códigos es importante. Eso hizo Prandelli, que ha heredado una plantilla desestructurada, triturada por el desarraigo y con una columna vertebral pusilánime. El sentido de pertenencia no reconoce el lugar de nacimiento o la procedencia de un futbolista, pero marca la diferencia. Los modelos, su estabilidad y permanencia, son determinantes. La Real puede dar buena cuenta de ello. Con la mezcla adecuada, estuvo cerca de ganar una liga. Cuando traicionó esos principios, fue degenerando hasta descender a Segunda.

Hace diez años, los donostiarras encontraron el camino de regreso (un poco por obligación y otro poco por convencimiento) a través de Zubieta y de la gente de casa. Ocho futbolistas de la actual plantilla vivieron el ascenso de la temporada 2009/10. Tres temporadas, después fueron una de las sensaciones del fútbol europeo, dejaron al Valencia de Valverde sin cuarta plaza y se metieron en la Champions gracias a esa filosofía. Diez futbolistas de aquel grupo todavía tienen peso; la medula espinal sólo ha perdido a Bravo y Antoine Griezmann. El club tampoco pudo retener a Illarra, pero hizo la fuerza correspondiente para recuperarlo hace dos veranos. De aquel Valencia, sólo quedan Alves y Parejo, más Gayà, que debutó en Copa ante el Llagostera. El dato es tremendo. Durante este tiempo, el Valencia lo ha vendido todo. En la Real no hay jugadores de paso. El club ha resistido -sin Champions- por Carlos Vela, Oyarzabal o Iñigo. Ahora vuelven a pelear por Europa con una plantilla armada en torno a 14 futbolistas criados en Euskadi, trece de ellos en Gipuzkoa. El equipo tiene 16 jugadores formados en Zubieta, Yuri Berchiche (que pasó un año en la cantera antes de marcharse al Athletic), más Héctor Hernández -que pasó por el Sanse- y a Igor Zubeldia en la rampa de salida. El Valencia ha perdido a Alcácer, sólo cuenta con Jaume Domènech (Almenara) y Gayà (Pedreguer), mientras la situación del equipo tapona a valores como Soler, Mir, Lato o Jiménez.

La Real no es el Athletic, ha abierto su cartera más allá de Euskadi, pero los ‘catorce apellidos vascos’ no corresponden a una comedia. Aquí, hablan de identidad, origen esencial y fundamentos. El club se maneja en un equilibrio que admite el drama y la tragedia. Cuenta la calidad de cada generación y acertar con el entrenador. Por eso, equivocó el paso con Jagoba Arrasate como sustituto de Philippe Montanier (el guía obtuvo plaza en Champions) y ganó en frustración con David Moyes. Cuatro temporadas después, parece que Eusebio ha tocado la tecla para volver a competir.