La situación del Valencia reclama cirugía invasiva. El mercado de invierno abre una oportunidad de cambio que los responsables deportivos pretenden exprimir al máximo para dar un vuelco a la situación. El bisturí sobre la médula espinal es imprescindible. La operación está en marcha y Cesare Prandelli ha marcado el centro del campo como zona de corte. Entre las prioridades, el italiano considera que restablecer la personalidad de la sala de máquinas es fundamental. El diagnóstico ha dejado dos figuras señaladas: Enzo Pérez y Dani Parejo. Dos de los capitanes, dos futbolistas importantes dentro del engranaje del equipo... débil en fondo y forma, con lo que eso significa. No sólo es una cuestión espiritual, la plantilla también reclama más carga -a todos los niveles- en una de las líneas más raquíticas de LaLiga por cantidad y calidad. Así lo advierten los números y también los perfiles. El centro del campo se nutre de jugadores con un modelo mixto, Prandelli precisa de un especialista... incluso dos. No hay un mediocentro defensivo, tampoco un organizador y se echa de menos un ´10´. Si salen dos, tendrán que entrar otros dos (con garantía), como mínimo. García Pitarch no puede volver a fallar en la selección de centrocampistas.

Las sensaciones y el juego insisten en la fragilidad del centro del campo, semana tras semana. La disfunción forma parte de la herencia de la temporada pasada. El Valencia tiene problemas con y sin balón: no tiene recuperación, tampoco genera un gran volumen de juego y no golpea. El primer pase siempre rompe trompicado y no hay mecanismos para saltar la presión del adversario. La sala de máquinas pocas veces impone su dominio, casi nunca se siente su iniciativa y sólo intimida por intensidad o despliegue físico de manera muy puntual. Como sucedió ante el Barça, por ejemplo. Con Prandelli, la crisis, se ha hecho evidente ante Málaga y Real Sociedad, pero ya se sintió en la etapa de Ayestaran frente a Las Palmas, Betis o Athletic. Las referencias han pesado seguro en la decisión del entrenador italiano, que no ha encontrado las referencias que esperaba en Enzo y Parejo. Por eso ha empeñado buena parte de su crédito en Mario, tímido en la contención, poco claro en la construcción, pero interloculor aceptado por una parte del vestuario. Esa es la sutancia competitiva de la medular. Quedan Álvaro Medrán, cuyo fútbol se conjuga más en futuro que en presente, y Carlos Soler, que rompió el cascarón en Anoeta, donde disfrutó del último cuarto de hora. El puzle es complejo desde cualquier punto de vista. Los problemas tienen su raigón en la pretemporada. El ciclo de Parejo debió terminar en verano, cuando quiso dejar el equipo. Todo aquel serial generó heridas que no se han superado. Las partes debieron aceptar la realidad: más allá de la aportación positiva en números que genera la suma en pases, asistencias o goles, la sensación es que el jugador ya ha dado todo de sí en el Valencia.

Enzo Pérez también estuvo en el grupo de los ´transferibles´ en mayo, junto a otros pesos pesados, como Diego Alves, pero después fue sometido a un lavado de cara -forzado- por pura necesidad, capitanía incluida. Ha tenido partidos y confianza. Ha querido engancharse, pero las expectativas le han superado.Prandelli ya fue duro con él en rueda de prensa tras tener que sustituirlo, desquiciado, en Riazor. Los dos (Pérez y Parejo) han portado el brazalete... cuestión que también explica otros muchos problemas.

Cuando los perfiles no encajan

Mendes se llevó a André Gomes, García Pitarch dejó marchar al único pivote ( Fuego) y prescindió de De Paul. También es cierto que no tuvo margen para responder a las demandas del Bolonia por Amadou Diawara. Camacho fue misión imposible. Así, tuvo que confiar la llaves del equipo a Mario, por posición, pilar maestro en el sistema defensivo y en la construcción.

Columna vertebral nueva y un arquitecto -Ayestaran- sin la capacidad necesaria para ejercer de guía. Pese a los riesgos, podía salir bien... pero ha salido mal. El contexto y las circunstancias han machacado a los implicados. No es una cuestión individual. Todos son futbolistas notables, pero sus perfiles no encajan. No hay química ni estructura que lo resista. No se complementan y por eso siempre cunden más los defectos que las virtudes. Falta esa pieza que cuadre el circulo. Sucede en cada una de las líneas y se reproduce en el centro del campo con gravedad, que carece de futbolistas con características específicas para ejecutar funciones concretas.

El ejemplo de Keita y Gago

La últimas revoluciones emprendidas con éxito en el mercado de invierno tuvieron un guión claro. En la última, Rufete levantó el equipo, con Pizzi, en torno a la figura de un centrocampista como Seydou Keita: fútbol, experiencia y liderazgo claro. Su presencia sirvió para desatar al mejor Parejo. Un año antes, Braulio acertó con Ernesto Valverde, que sacó del vestuario a Fernando Gago y tuvo el apoyo fundamental de comandantes como David Albelda y Roberto Soldado. Parejo, Tino Costa, Éver Banega... todo tuvo sentido de golpe. Prandelli no tiene esa suerte.

No hay un Albelda ahora. El Valencia no tiene un centrocampista con el carácter de Raúl García o un mediocentro en la base como Camacho, Bruno, Roque Mesa, Illarra o Marcos Llorente. Tampoco un Zurutuza, un Beñat, un Trigueros, un Marcelo Díaz o un Emre Çolak. Todo, sin entrar a valorar a los centrocampistas del último Top3 de LaLiga.

Por número, el efectivo en recambios es limitado. Para jugar con tres mediocentros, el diseñado se queda corto. Independientemente del dibujo, por perfiles, también. La clasificación no engaña, el Valencia está donde debe: entre los tres, cuatro o cinco peores equipos.