El proyecto de Peter Lim ha tocado fondo con la dimisión de Cesare Prandelli y el desencanto se ha apoderado de la afición. «¡Que nos vamos a Segunda!». Desgraciadamente es la frase que más se ha repetido en las casas valencianistas en estas fiestas navideñas. Meriton ha perdido por el camino la poca credibilidad que le quedaba y el club respira incertidumbre a todos los niveles. El dueño sigue a miles de kilómetros del epicentro del problema, el modelo se desmorona, las gradas se vacían, no hay intención de buscar entrenador y lo único que queda es la confianza que la entidad ha depositado en Salvador González ´Voro´ para que saque al Valencia del estado autodestructivo y depresivo en el que vive instalado desde hace ya demasiado tiempo. El técnico de l´Alcùdia es la esperanza. El único clavo ardiendo al que aferrarse. Su gestión en las anteriores crisis post Koeman, Pellegrino, Nuno y Ayestaran le avalan.

Aunque esta vez es diferente. Por primera vez no es interino. Su misión, eso sí, es la misma. Frenar la caída del equipo, rehabilitarlo deportivamente y que tanto aficionados como jugadores vuelvan a sentir orgullo por este escudo. Que el Valencia vuelva a ser grande. Como siempre lo fue. Si alguien lo puede conseguir es Voro. Él es la luz de este oscuro túnel en el que se ha convertido la temporada. O él o nadie.

«Ahora necesitamos ganar como el comer». Los ecos de la marcha de Prandelli aún retumban fuerte. El proyecto se desmorona y el partido se mire por donde se mire es más que una Copa. Poco importa si corresponde a la ida de los octavos y se juega contra el Celta. La coyuntura exige ganar como única forma de supervivencia. No hay más. El club es ahora mismo un caos y el técnico tiene claro que lo que pase en el campo es el punto de partida para empezar a solucionar los problemas. Todo pasa por luchar, oferecer una buena imagen, competir dignamente y, sobre todo, sobrevivir ganando partidos. El problema es que las desgracias no vienen solas. El Valencia tendrá que luchar contra sí mismo, la amenaza de Eduardo Berizzo y, por si fuera poco, la plaga de bajas que ha dejado en cuadro al equipo. Lo que faltaba. Voro se estrena sin ocho jugadores y cuatro de ellos son los centrales de la plantilla. Mangala, Garay y Santos están lesionados y Abdennour prepara con Túnez la Copa de África. Muy «triste» como decía el propio Voro. Reinventar a Mario Suárez y echar mano del joven Javi Jiménez puede ser la solución. Fede ha decidido borrarse en su primer paso a Riazor. Gayà, Nani y Ryan sí querían estar, pero ninguno de los tres está al cien por cien físicamente para competir. El resultado es una lista con seis canteranos -Sivera, Javi Jiménez, Lato, Carlos Soler, Sito y Mir- y un once en el que alguno de ellos tendrá cabida. No queda otra.

Voro está preocupado por las lagunas tácticas del equipo, pero su principal objetivo y lo que le ha ocupado durante estos primeros días es recuperar anímicamente al vestuario. Devolviéndole la confianza al jugador, haciéndole ver que es mejor de lo que la clasificación indica y ayudándole a rendir en Mestalla sin bloqueos ni ansiedades. La grada hoy será protagonista. La afición ha dicho «¡Basta ya!» por la devastadora gestión del club, pero no parece dispuesta a dejar tirados ahora a los jugadores. Por muchas ganas que les tengan. Ayer se pudo comprobar en Paterna. Un grupo de aficionados, lejos de señalar aún más a los jugadores como hizo el propio club, les animó. «Podemos con esto. ¡Sí se puede! ¡Grande, Voro! Vosotros sois el Valencia. ¡Vamos chavales!». El club está enfermo, cada vez empeora, se muere, pero la afición no lo va a permitir. Y Voro tampoco.

Once del Valencia: