La pifia convirtió el penalti fallado por Parejo en el momento del partido. En ese minuto 86, Munir estaba llamado a ser el protagonista positivo del encuentro. Incluso las buenas prestaciones de Carlos Soler o Toni Lato, que le quitó un gol hecho a Sergio León, merecían ser celebradas. Sin embargo, la recta final volvió a insistir en el destino de este equipo, abocado a la agonía. Está claro que los penaltis sólo los pueden fallar quienes asumen la responsabilidad de ejecutarlos, pero por el momento y la situación del equipo, el tipo de ejecución fue una fribolidad. El disparo fue suave, telegrafiado, justo a la posición del atolondrado portero osasunista. Parejo optó por el lujo en lugar de por la seguridad en un momento donde el Valencia se jugaba media temporada. Un triunfo en El Sadar hubiera herido de muerte a Osasuna -un rival menos en la lucha por la salvación- y hubiera impulsado el ánimo del Valencia, que vuelve de Pamplona sin abandonar la sensación de derrota por los dos puntos perdidos en la recta final. En el apartado de LaLiga, la victoria se podía haber traducido en un salto sobre el Sporting de Gijón y Granada, más todavía visto su promedio de puntos por jornada.

Parejo ha vivido situaciones que no lo han ayudado. Unas generadas por el club y otras por su propio carácter. No es el único responsable y es el especialista, pero había otros jugadores sobre el terreno de juego que podían haber dado un paso al frente ante la duda: Nani, fichado para pelear finales... aunque de otro tipo, volvió a ser un fantasma. Su participación fue insípida y terminó matando un contragolpe con un pase muy lejos de la categoría que se le supone a un campeón de Europa. Incluso Enzo Pérez tuvo errores impropios de un centrocampista con su experiencia y trayectoria. El Valencia no termina de ofrecer señales de vida sólidas por la timidez de sus comandantes.

Los errores propios fueron devastadores para el equipo de Voro. Mario Suárez cometió dos pifias que costaron dos goles trascendentales en el desarrollo del partido. Osasuna tuvo muchas más llegadas que el Valencia. Pese a todas las limitaciones del conjunto rojillo, tremendas por falta de calidad en la zona baja del centro del campo y la retaguardia, no hicieron la diferencia porque el sistema defensivo y la falta de atención de algunos jugadores valencianistas fue sublime también. Después de conquistar un marcador en ventaja por tres veces (el Valencia estuvo 0-1, 1-2 y 2-3) y fallar el penalti que pudo suponer el 2-4, terminó dando a vida a Osasuna y no supo resistir en la recta final. El gol del empate de Clerc fue dramático para la defensa, nadie fue capaz de poner freno al carrilero izquierdo local, que pareció la reencaración de Ryan Giggs.

Osasuna se mantiene a cinco puntos del Valencia y celebró el punto -después de seis partidos perdidos- como una victoria. Las sensaciones son muy distintas. En Pamplona tienen claro que deben aprovechar el mercado para reforzar posiciones vitales. No es el paraíso. El Sadar arrancó el encuentro reclamando explicaciones a una directiva que no trajo los refuerzos adecuados y despidió al héroe del ascenso -Enrique Martín- para traer a Caparrós y posteriormente otorgarle el banquillo a Petar Vasiljevic, director deportivo rojillo.