Firmeza en el trabajo, seguridad en la línea marcada, confianza en las posibilidades propias. Las buenas sensaciones que rodean al Valencia no son artificiales. Hay una idea de club-equipo fuerte y cultivada, que todos han asumido como propia desde que arrancó el nuevo proyecto. Segunda semana de agosto: todavía faltaban por cerrar cinco de los siete refuerzos que han llegado y Marcelino hacía poco más de un mes que había tomado las riendas del grupo. La muestra era suficiente. Mateu Alemany ya contagiaba entusiasmo en sus círculos cercanos. El director general trasladaba -convencido- que la apuesta por Marcelino iba a ser un acierto total. En los momentos más tensos de la disputa con el Inter por Jeison Murillo y Geoffrey Kondogbia, Mateu radiaba ambición: «Las Palmas, Real Madrid y Atlético... Vamos a arrancar haciendo siete puntos de nueve». Cero dudas.

La cuenta suponía no fallar ante Las Palmas y ganar en el Bernabéu o al Atlético en Mestalla, sin dejar de puntuar ante cualquiera de las dos potencias de Madrid. El tiempo ha transformado aquel desafío en objetivo. Sonaba y suene fuerte. También inspirador. Ahora toca dar el golpe de mando ante el bloque de Diego Pablo Simeone. La historia forma parte del discurso ganador que ejecutivos, cuerpo técnico y jugadores han empezado a manifestar, con naturalidad, sin fisuras... No se habla de Champions o de Europa, la intención es crecer y competir, partido a partido. Desde la humildad, pero con los recursos que ofrece la plantilla y la dirección de Marcelino. Sólo el fútbol pondrá los límites.

Mateu lo tenía muy claro en esos primeros días de agosto. Pese a tener media plantilla por reformar, en plena tempestad de nervios y con un inicio de campeonato muy potente, no había dudas: «Hemos acertado con el entrenador, seguro». Gabriel Paulista estaba de camino, había pacto por Gonçalo Guedes y Alemany tenía una carta ganadora para desatascar la llegada del pack del Inter: Joao Cancelo. Todo ha terminado saliendo según lo previsto por el nuevo gobierno, con alguna excepción. El vestuario se ha saneado y se ha apostado por futbolistas con la mentalidad -de grupo- adecuada. Marcelino tiene una plantilla a su medida. Ha encontrado y le han brindado el contexto perfecto para implantar sus métodos y su modelo de liderazgo.

El míster asturiano está feliz. La afición está con en él y su filosofía ha calado rápido en el grupo, que refleja su impronta en el campo. No se puede pedir más en la jornada 2. Se está creando un bloque especial, unido, que escucha y tiene ganas de conquistar objetivos grandes con el Valencia. «Ganar en el Bernabéu no sería una sorpresa», dijo Marcelino en rueda de prensa. Dentro del vestuario repitió la misma consigna: había que creer y jugar sin miedo porque ganar al Madrid es posible con trabajo y equipo. Esa confianza -recíproca- está impulsando un salto en el rendimiento colectivo y será fundamental cuando lleguen las derrotas y los palos.

El nuevo estado emocional ha dado un vuelco al carácter del Valencia, que no se descosió tras el 1-0 en el Bernabéu y defendidó su plan hasta ponerse 1-2. Empató, pudo perder y ganar. Se pudo sentir un principio de lo que todos quieren que sea el equipo en unos meses, por ritmo, intensidad y pizarra. «Nos gusta ganar donde sea, pero estamos satisfechos», proclamó Mateu. El Valencia no se conforma con no perder, ahora quiere ganar y el objetivo se repite: superar al Atlético no sería sorpresa.