A lo largo de los últimos meses han tenido lugar multitud de situaciones que han ido poniendo de manifiesto la caída de Alexanko Alexanko y la fuerza adquirida por la dupla Marcelino-Alemany. La primera, tras el aterrizaje del director general en el club, fue la elección del entrenador que encabezaría el proyecto una vez sabido que Voro asumiría otra responsabilidad en el Valencia. El candidato de Alexanko era Quique Setién, mientras que el de Alemany era Marcelino. El contraste de estilos es evidente. Ambos iniciaron contactos, cada uno por su parte, con el objetivo de fichar uno a Marcelino y el otro a Setién. La cosa fue tal que en el cuerpo técnico de este último estaban convencidos de que dirigirían al Valencia esta temporada.

Alemany y Alexanko viajaron rumbo a Singapur antes del verano con los dos nombres en el equipaje de mano para ponérselos encima de la mesa a Peter Lim. Allí, a la vista está, prevaleció el criterio del director general, llegado semanas antes al club con mando en plaza. A lo que al principio se le trataba de dar total normalidad e incluso cierta sensación de trabajo en equipo para disimular una realidad inesquivable, quedó completamente al descubierto el día 12 de agosto. Alemany indicaba en su discurso pronunciado en la convención de peñas anual celebrada en Alzira que la elección del técnico había sido cien por cien suya: "El siguiente paso era un entrenador, había que encontrar el líder del proyecto. Con la elección del entrenador he acertado, volvería a elegirlo otra vez. El mejor que podíamos tener, estoy convencido".

Quién levantaba el teléfono

Una vez consumado el fichaje de Marcelino, la figura del técnico cobró especial relevancia en cuanto a la confección de la plantilla y eso, en efecto, minimizó todavía más la huella de Alexanko como director deportivo en el día a día. Nacía el nuevo Valencia y el vasco, pese a que no quiso creerlo al principio, comenzó a darse cuenta de que se quedaba fuera de la ecuación en el momento en el que tuvo que cancelar una reunión para intentar fichar a un futbolista porque Marcelino y Alemany ya habían iniciado gestiones para captarlo de forma paralela. En aquella ocasión viajó con ellos para reunirse con los dirigentes del otro club en cuestión pero las cosas comenzaban a cambiar para él. Mateu y Marcelino asumieron de lleno las gestiones para reconstruir la plantilla y el propio Marcelino llamaba personalmente a los directores deportivos, como Antonio Cordón, del Mónaco, así como a los futbolistas que quería fichar: casos de Kondogbia, de Paulista o Murillo, por ejemplo.

Y mientras tanto en Canadá

Otro síntoma más de que se había convertido en un satélite quedó escenificado cuando el club lo envió a la gira por Canadá y Estados Unidos en plena vorágine de mercado. Al otro lado del charco, Alexanko estaba al margen de los fichajes y no solo no fichaba sino que además, aunque su responsabilidad como director deportivo debería incluir conocer en qué superficie iban a jugar los futbolistas -jugaron en campos de césped artificial que pusieron en riesgo el estado físico de la plantilla-, él no tenía ni la menor idea al respecto.

Al regresar a València Alemany y Marcelino tuvieron una cena para ponerse al día sobre los fichajes. El vasco no estaba citado. En el fichaje de Neto ni siquiera se le pidió opinión -ni a él ni a nadie de la secretaría técnica- y en cuanto apareció Peter Lim por València el propietario se fue a comer a un restaurante situado en primera línea de la playa de El Saler para darle el empujón definitivo a los fichajes. Junto a Lim completaron la mesa el presidente Murthy, Alemany y Marcelino. Ni rastro de Alexanko.

Laporta y Jorge Mendes

El vasco llegó a finales de agosto de 2015 como director de la Academia debido a su amistad con Joan Laporta, amigo personal de Peter Lim y vinculado a Jorge Mendes. Ambos ejercieron de padrinos y recurrieron a él para tratar de rellenar una situación de vacío tras la salida de Rufete y su equipo en las categorías inferiores. Lo hacía sin ningún tipo de experiencia en Primera o Segunda División y el tiempo acabó por demostrar que fue una extravagancia por parte del propietario contratar a alguien al que solo le acompaña el cartel de exfutbolista ilustre -en el contexto del barcelonismo- y que resultó ser incapaz de generar siquiera una continuidad con respecto a lo que había, poniendo en riesgo un modelo consolidado por sus antecesores.

Entre los episodios destacados de su gestión está el caso Carlos Soler. El centrocampista, sobre el que se edifica ahora el futuro del primer equipo tras haber demostrado que es uno de esos jugadores que rompen el molde, estuvo a punto de marcharse libre porque acababa contrato y él abordó demasiado tarde su renovación. En aquella ocasión García Pitarch y Voro evitaron que el chico acabara marchándose a última hora.

Aunque no habla idiomas, lo que dificultaba las negociaciones con clubes extranjeros, y desconocía las cláusulas y en muchos casos el nombre de los jugadores, tras la salida de Pitarch en el pasado mercado invernal fue promocionado como cabeza visible de la secretaría técnica: primero de forma interina y después de forma definitiva. Durante este tiempo no se ha prestado a defender públicamente al club ni tampoco a dar la cara -vivía escondido sistemáticamente- si bien a la hora de defenderse a sí mismo le faltaron manos, con una tourné por las radios. Recurrió, paradójicamente, a la prensa. La misma a la que repudió. El jueves, antes de saber que sería despedido, ni siquiera presenció el acto de inicio de temporada de la Academia. Allí había más de 400 niños y niñas, 30 equipos. Y su despacho estaba justo enfrente... Hasta ayer.