La imagen pasó desapercibida para todos los aficionados que seguían el partido desde la televisión, pero no para aquellos que estaban en las gradas de Mestalla. José Luis Gayà no celebró los goles del Valencia junto al resto de sus compañeros.

Lejos de cruzarse el campo corriendo y fundirse en un abrazo con ellos, el lateral izquierdo del Valencia Valencia regresó a su propio campo andando para recuperar su posición cuanto antes y esperar de pie a que el árbitro reanudara el juego. «¿Qué le pasa a Gayà?» La respuesta habla por sí sola del compromiso y sacrificio innegociable de este futbolista.

Gayà llegaba tan al límite muscularmente al partido que quiso ahorrar energía en cada celebración porque sabía que la iba a necesitar para aguantar los noventa minutos. Toda una demostración de cabeza y sangre fría que impresionó al propio Marcelino García Toral.

El técnico del Valencia fue el primer que contaba con Gayà para ganar al Athletic de BilbaoAthletic de Bilbao. Entraba en sus planes a pesar de la sobrecarga en los isquiotibiales de la pierna izquierda que arrastraba desde Anoeta y que le impidió entrenar al cien por cien todos día de la semana en la ciudad deportiva de Paterna.

Por increíble que parezca Gayà no esprintó ningún día de la semana. La primera vez fue ya durante el partido contra los del Cuco Ziganda. Marcelino lo tenía claro. Lo quería en su once inicial, lo incluyó en la lista de convocados de 18 y lo esperó hasta el último día consciente de su importancia a nivel defensivo y ofensivo en el equipo.

Gayà dio un paso al frente para jugar y, como suele ser habitual en él, se dejó todo en el campo. Eso sí, en todo momento era consciente de su situación muscular y aprovechó las celebraciones de los goles de Zaza, Parejo y Rodrigo -los dos últimos dos de sus mejores amigos del vestuario- para autorregularse y no perder energía tontamente. La alegría, está claro, iba por dentro.

El problema es que el partido fue tan exigente físicamente en la segunda mitad -el equipo perdió el balón y le tocó corre detrás de los jugadores del Athletic- que la fatiga muscular acabó pasándole factura en los minutos finales. Por entonces Marcelino ya había agotado los tres cambios dando entrada a Santi Mina, Nemanja Maksimovic y a Toni Lato para que formarán un doble lateral por la izquierda con Gayà de extremo con menos responsabilidades defensivas.

Gayà tuvo que ser atendido en la banda en los últimos compases porque ya no podía más. El esfuerzo físico había sido descomunal. Fue en ese instante, al ser atendido por uno de los fisios de Marcelino, cuando se vio que el jugador había jugado con una protección en su muslo izquierdo. Al final aguantó hasta el pitido final en una demostración de sacrificio que impresionó al cuerpo técnico y sus propios compañeros. De hecho, algunos de ellos saltaron al campo tras el pitido final y se fundieron en un abrazo con Gayà.

Ellos, más que nadie, sabían lo que había padecido. Gayà, en el partido de los sufrimientos, sufrió más que nadie. Aún así, desatascó al equipo en la primera parte desde la izquierda generando las mejores ocasiones. De hecho, de sus botas llegó la asistencia a Zaza para el primer gol. Parejo, desde la distancia señalaba con el dedo a Gayà en medio de la celebración reconociéndole el pase. El gol fue medio suyo. El futbolista tiene ahora dos semanas por delante para ponerse al cien por cien de cara al partido contra el Real Betis.