Rober Ibáñez cumplió el sueño de toda su vida anoche contra el Zaragoza. Siempre, desde el día que entró por primera vez en la Ciudad Deportiva de Paterna con solo cinco años, había fantaseado con marcar un gol en Mestalla con la camiseta del Valencia. Lo que no imaginaba es que llegaría en una noche llena de matices. Su gran noche.

Debutó con Nuno, se fue al Granada y en sus primeros seis meses tuvo un impacto brutal en la salvación del equipo. Tras otro año sin tanta incidencia en Los Cármenes, un contexto predispuesto a la promoción de futbolistas propios para hacer negocio, el extremo de Sant Bult no encontró sitio en el Valencia y salió cedido al Leganés el último día de mercado. El equipo estaba hecho pero cuando entró dejó muestras de su potencial marcando dos goles en su primera titularidad. Una comparecencia explosiva que se convertiría en pesadilla por una rotura del ligamento cruzado anterior y del colateral interno de su rodilla.

La suerte, hasta ahora, nunca había estado de su lado en los momentos clave. Los últimos doce meses han sido los más duros de su vida. Solo él sabe lo que ha sufrido pero ayer, en su regreso a los terrenos de juego, el destino le tenía reservada una noche que recordará seguramente durante toda su vida. Entró en el 63’ por Andreas Pereira y nada más poner un pie en el césped se llevó la primera ovación. Toda una inyección de energía para un futbolista al que el sufrimiento ha hecho todavía más fuerte. Rober es pura determinación y entre ceja y ceja solo tiene un objetivo: triunfar en Mestalla. Apenas tardaría unos minutos en descoser la zaga del Zaragoza.

Lo hizo nada más recoger un balón en la frontal del área y gracias a una excelente jugada personal. Aceleró hacia línea de fondo, regateó al defensa con un recorte hacia adentro y fusiló al portero rival. Mestalla, entregado al chico de la casa -un jugador controlado porque siempre ha sido considerado una de las joyas de la cantera-, se puso de pie para celebrar el golazo y su plena recuperación. Apretó los puños y salió disparado. En cuestión de segundos todo el equipo peregrinó hasta su posición para abrazarlo. El extremo se emocionó. Era inevitable. «Ha sido un año de mucho sufrimiento y jugar en Mestalla con mi equipo y meter gol ha sido una alegría inmensa, mejor imposible. Mis compañeros me han apoyado durante todo este tiempo, se han preocupado mucho, ha sido increíble, el cariño que he recibido ha sido brutal. He trabajado mucho mañana y tarde para poner la rodilla bien, ya estoy a tope para competir a alto nivel. Fue muy cruel el año pasado, pero ha sido una alegría inmensa. Voy a trabajar para tener más oportunidades», explicaba el extremo.

El ‘20’ soñaba con un regreso así. «Estoy muy emocionado después de pasar un año de calvario. Soñaba con un regreso así durante mi recuperación. Ha sido increíble volver a jugar en Mestalla, meter un gol y encima clasificarnos. Mis compañeros estaban muy contentos, saben por lo que he pasado... Todos estaban emocionados. Voy a trabajar para hacerme un sitio aquí», insistía. Su vuelta, y más a ese nivel, es la mejor noticia en una noche como la de ayer. Sabía que tenía que ir poco a poco, tratar de medir sus esfuerzos porque tras tanto tiempo parado no tendría mucha gasolina. Ese era el consejo que le habían dado. Marcelino, que suma un fichaje, también celebró su noche: «lo más importante fue sin duda ver jugar a Rober otra vez y además metiendo un gol. Un chico que lo estaba haciendo muy bien, que tuvo la desgracia de encontrarse con una lesión que le dio bastantes problemas, con dos operaciones... Yo sé lo que trabajó este chico mañana y tarde. Este gol recoge todo el trabajo y sufrimiento».