Minuto 28 de partido. Jaume Domènech recibe el balón en su área, levanta la cabeza y resuelve la presión de Halilovic con un envío preciso en vertical buscando a Simone Zaza. El italiano amortigua con el pecho en el centro del campo y prolonga para Vietto, que avanza unos metros hasta que encuentra a Nacho Gil, pisando a fondo por la izquierda. El canterano la pone al área con la zurda y Zaza remata a placer pero Lizoain aparece en última instancia y corta la trayectoria del balón, que le cae franco a Vietto y este remacha a la red. La jugada del primer gol ante la UD Las Palmas nació en las botas del Gat d’Almenara. Su pase de 40 metros no fue un despeje, estaba cargado de intencionalidad y es prácticamente una asistencia, al punto que Marcelino le atribuyó su cuota de mérito en sala de prensa. Preguntado por Zaza y Vietto, el asturiano señaló: «Tanta importancia tiene el que hace el gol como el que lo pasa o el que inicia la jugada, que es Jaume». Su reacción tras el tanto habla por sí sola. Apretó los puños y se volvió hacia la posición del guardameta, levantando los pulgares en señal de aprobación.

Y es que para Marcelino ese tipo de jugadas tienen un gran valor. Dentro del juego directo que propone el asturiano meter un pase tan preciso como el que metió Jaume para lanzar al Valencia contra la portería rival es un avance fundamental. Jugar el balón con buen criterio con los pies es precisamente una de las cuestiones en las que más ha incidido el técnico a los porteros desde la pretemporada. Tanto es así que no hace tanto el míster abroncó a Neto en un partido jugado en Mestalla por no hacerlo. El pase de Jaume no fue casual y detrás del detalle se esconde una actitud y un carácter competitivo que convierten al guardameta valencianista en un caso singular en el día a día del equipo. Hay jugadores que van a Paterna para entrenar y hay jugadores que van a Paterna para mejorar. El Gat, siempre en constante evolución, pertenece a este último grupo. Destacado ante los ojos de todo el mundo como guardameta de grandes reflejos -algo que le valió el reconocimiento al mejor portero de la primera mitad de temporada de la 14/15-, Jaume ha ganado en poso y confianza desde un tiempo a esta parte hasta dar con una versión todavía mejor de sí mismo que se contrasta, sin ir más lejos, con la lectura táctica y la inteligencia que demostró con su gran pase en vertical.

Una seguridad contagiosa

Los resultados saltan a la vista. Ante la UD Las Palmas, más allá de la poca producción ofensiva del conjunto canario, demostró solvencia. En el 39’ apareció para blocar un remate de Lemos a balón parado y el equipo sintió una seguridad contagiosa desde la retaguardia. Su carácter competitivo lo retrata como uno de los pilares sobre los que se sustenta el vestuario, también para el cuerpo técnico, que reconoce en Jaume un futbolista que arrastra, que inspira y que eleva el nivel competitivo en el día a día. La impresión de los técnicos es inmejorable. En él ven una referencia para el vestuario. Un espejo que aglutina jugadores con la bandera del trabajo y la exigencia. Por eso precisamente luce el brazalete de capitán y es uno de los intocables para la afición. El portero de Almenara, valencianista desde la cuna, afronta cada partido como algo personal. No solo por lo que implica para alguien de la casa como él -un plus- sino por la oportunidad de ganar un título con el Valencia. Ese ha sido siempre su sueño, tal y como ha confesado en distintas entrevistas desde que tuvo lugar irrupción en la élite. El equipo, que está invicto con él bajo palos, mantuvo la portería a cero después de ocho partidos encajando. Levantar la Copa sería un hito para el club diez años después del último trofeo -aquella Copa de 2008 con Koeman- y serviría además para devolver a la afición su cariño, su colaboración y su sentido de abnegación después de varios años en los que el club ha estado por debajo de las expectativas que marca la historia y el palmarés del club. El Valencia está a solo cuatro partidos de disputar la final. Un objetivo de oro.