Hay trabajadores anónimos en el Valencia CF que dejan huella para siempre. Por su carisma, por su dedicación, porque sus vidas no se explican sin la pasión por este club. Como el bueno de Manolo Cuenca que en paz descanse o, por supuesto, el entrañable Españeta. La afición le despidió hace dos veranos como una leyenda más del valencianismo. Se lo merecía. El domingo se jubila otro utillero después de treinta años al servicio del club. Serreta cuelga las botas. Las que siempre limpió con todo el amor del mundo. A los Albelda, Baraja, Cañizares, Ayala, Vicente, Villa, Silva, Mata, Joaquín, Alba, Otamendi, Guedes. Una detrás de otra. Hasta a Mathieu en su verano más difícil. Serreta es eso. La bondad y la alegría. Siempre desde la humildad. Por eso se ha ganado el corazón de todos. El mismo que a todos se nos encogió cuando sufrió un derrame cerebral en medio de un entrenamiento en 2015. Ni siquiera aquel susto le hizo abandonar. Su vida era el Valencia, luchó, volvió al césped y el domingo se jubila siendo un utillero de Champions. No hay momento mejor para darle las gracias.

¡Vicente Navarro, vecino de Montcada y conocido por todos como Serreta, comenzó a trabajar hace treinta años en los equipos de la escuela. "Serra, Serreta, que té la figa estreta!", le cantaban los niños del benjamín en 1995. Hasta entonces se ganaba el pan en una bodega de vinos. Ayudó al primer equipo desde el año del Doblete, pero su primera pretemporada fue en 2006. Desde el primer día demostró tener un magnetismo especial con todos. Era cercano. Llegaba. Se hacía querer. Por eso era fácil verlo arrancándose por bulerías con Joaquín y Alexis, cantando y bailando su gran 'hit' musical 'Colorines' de El Titi, dando besos a los nuevos, imitando a personajes, peloteando en medio del entrenamiento con Quique o participando en las bromas de Angulo o Jordi Alba. Serreta fue víctima de muchas bromas, pero también las hizo. Una de las mejores al doctor Albors el día de su cumpleaños en 2014. La plantilla, Nuno y Serreta se pusieron de acuerdo para que fingiera un ataque, cayó desplomado en el césped, los jugadores reclamaron la presencia urgente del médico con aspavientos y cuando Juan se cruzó el campo con la lengua fuera... todo era una broma.

El destino quiso que aquella escena se repitiera un año después en medio de un entrenamiento a puerta abierta con 5.000 personas. Aquel día no era una broma. Fue un drama. Serreta sufrió un derrame cerebral con parada respiratoria y fue trasladado de urgencia a un hospital. La intervención de los médicos fue vital. De haberle ocurrido solo, puede que no lo hubiera contado. Serreta volvió a nacer gracias a su vitalidad y la fuerza que recibió de todo el valencianismo. Desde el propio Peter Lim hasta el último de los querubines. El dueño le visitó en el Hospital Arnau de Vilanova, le dio la mano y le regaló una corbata. Serreta lo agradeció tanto que quiso volver a su trabajo cuanto antes. "Ponte bien, es lo primero", le calmaba Salvo. La afición inundó las redes de ánimos y le dedicó pancartas en Mestalla. "Amunt Serreta!", "Força Serreta!". Los exjugadores también estuvieron a su lado. Cañizares, Ayala, Curro Torres, Soldado, Mata y un larguísimo etcétera.

Serreta recibió el alta médica y volvió a Paterna al cabo de los meses. Hasta aquel episodio era capaz de recordarlo con humor. Aunque, para risas, las que siempre se echaba cuando recordaba el accidente con el coche de Ricardo Costa. El luso se salió en una curva próxima a la ciudad deportiva y se estrelló contra un vivero. El dueño no se lo tomó demasiado bien y culpaba a Serreta -copiloto- del choque. "¡La culpa la tiene tu hijo por conducir así!", le gritaba. Serreta, entre el 'shock' del golpe y su repentina paternidad, no se creía lo que estaba pasando.

Serreta nunca tuvo coche. Tardaba casi cuatro horas para ir a entrenar a Paterna y volver a Montcada todos los días. No le importaba. Él subía andado la rampa de Paterna, hiciera 0 ó 40 grados, cogía un autobús en el Hotel Posadas que le llevaba al Palacio de Congresos y desde allí cogía el metro -en el Empalme- con dirección a su pueblo. Y así todos los días. Pero se hacía tanto de querer que muchos días jugadores, técnicos e incluso periodistas -servidor incluido- le acercaban el coche al menos a València. Este domingo le esperan gestos así en el que será su último partido en el Valencia. Del club, del equipo, de la afición, de sus 'hermanos' utilleros Chemanu, Ventura e Iván, de su familia y de su pueblo. Hasta el 'Centre Artístic Musical de Montcada' se ha unido a la fiesta y ha compuesto un pasodoble titulado 'Serreta' que entonarán en su honor en el estadio. También recibirá una insignia de la banda. Cualquier detalle es poco. Gracias por ser como eres, Serreta.