Genio y figura, Michy Batshuayi tiene una personalidad potente. Su presencia también es peculiar. En las redes sociales ha quedado claro, también en el campo. Al Valencia llega un futbolista con una historia de vida particular, imprescindible para entender su carisma y su forma de entender el juego. Marcelo Bielsa ya lo advirtió en el OM: «Cuando se siente importante, es imparable». Michy Batshuayi es un reto para Marcelino. Para Batshuayi, Marcelino y el Valencia deben ser el salto de calidad definitivo. El delantero reune unas condiciones físicas y técnicas tremendas, pero sólo las ha exhibido a fogonazos: en su última temporada en el Standard, en el Marsella 15/16, durante los últimos seis meses en el Dortmund. Ese Batshuayi es una bomba. El belga siempre ha generado más expectativas que rendimiento. Su mejor versión tiene como denominador común la confianza, la continuidad y un rol protagonista. Justo lo que va a tener en Mestalla. El chico barrio es consciente de la oportunidad. LaLiga, la Champions, el club del murciélago, su apodo (Batsman), sus cualidades, el modelo de juego, sus compañeros y el marco de alto rendimiento de Marcelino. Todo encaja. Los planetas se han alineado para que sea superhéroe en Mestalla.

Sus películas de bad boy. Batshuayi nació en Jette (Región de Bruselas-Capital), pero se crió en el barrio de Evere, donde encontró su primer club, el Royal Football Club Evere. Después tuvo una temporada en Schaarbeek y llegó al RWDM Brussels FC -Racing White Daring- de Molenbeek. En el ADN de Batshuayi están las horas de fútbol en la calle y los partidillos en Parc Pirsoul, en Berchem-Sainte-Agathe, cerca de la barriada etiquetada como ´cuna del yihadismo´ europeo. El valencianista siempre ha defendido sus orígenes por encima de estigmas: «Empecé a jugar al fútbol en los parques, con un montón de chicos. Conocía a todo el mundo. La imagen que están dando de Molenbeek es una decepción porque es una zona estupenda, un lugar al que nunca tendría miedo de volver».

Reto, agresividad y recursos

En el centro de Parc Pirsoul, al abrigo de unas vallas altas, hay una pista de césped artificial donde los mejores talentos del noroeste de Bruselas se han jugado y se juegan el honor, la reputación y el campo, porque para seguir jugando hay que ganar, siempre. Allí hizo equipo con Andréa Mbuyi-Mutombo, Ilombe Pelé Mboyo y Geoffrey Mujangi Bia. Por allí han pasado Anthony Vanden Borre o Hervé Kage. La escuela de Batshuayi fue la calle. Pique puro, respeto, desafío y la agresividad de chicos más mayores, pero más torpes y más lentos.

La calle está viva en sus recursos técnicos, a los que ha aplicado trabajo y muchos golpes. En el Anderlecht duró una temporada (cadete); fue apartado por una pelea en un partido contra el Lierse. Seth Nkadu, su entrenador, ha contado cincuenta veces la anécdota: «Michy tuvo dificultades. Su padre no estaba en casa y en una gran ciudad como Bruselas no es fácil mantener el foco. El Anderlecht no tuvo paciencia, no supo manejarlo». Nkadu fue entrenador y mentor fundamental. Sin él, no estaría aquí. «Me echaron porque no era un angelito... aunque era el mejor. Me di cuenta que el mal comportamiento puede tener consecuencias», ha recordado después. Michy volvió al Brussels de Molenbeek con el único objetivo de derrotar al Anderlecht. Un año después estaba en el Juvenil del Standard de Lieja. Allí también tuvo problemas con la autoridad, tuvo que ayudar a los jardineros, limpiar y repasar el autobús. Con 17 años debutó en el primer equipo. Tardó en asentarse... porque seguían pasando demasiadas cosas a su alrededor: expulsiones, desconexiones, alguna noche loca en la Sub-21 (no participó el Torneo de Toulon 2013 por liarla con unas chicas en Chipre, junto a Ibrahima Cissé) y se perdió el Mundial de Brasil 2014 por un bajón de rendimiento en el play-off por el título en Bélgica (después de dominar la liga regular se dejó superar por el Anderlecht), cuando ya tenía hecho su fichaje por el OM. Marc Wilmots prefirió a un Divock Origi tierno para sustituir al lesionado Benteke, antes que a un delantero que había hecho 21 goles en Jupiler League. Wilmots nunca entendió su carácter y también le dejó fuera de la Eurocopa de Francia, pese a arrasar con el OM. Todo lo contrario que le ha sucedido en Dortmund o con Roberto Martínez en la última Copa del Mundo (donde los Diablos Rojos han sido terceros), todo lo contrario que Marcelino, todo lo contrario que el Valencia CF.