Minuto 87. Cornellà-El Prat disfruta con los suyos. El Valencia CF corre sonrojado detrás de la pelota mientras en la grada retumban los olés del público local. Instantes después, Sergi Darder rodea con un regate, con otro y otro a Kevin Gameiro, que le acaba frenando en falta fruto de la desesperación. Dos momentos que dibujan el ridículo al que fue sometido ayer durante los segundos 45 minutos el conjunto blanquinegro. El Espanyol venció por dos goles a cero, obra de Granero y Borja Iglesias, a un Valencia de Champions que aspira a los puestos de honor de la Liga, pero que por el momento se ha dejado en el camino cinco de los seis puntos del inicio de la Liga en el caluroso agosto.

Los de Marcelino sólo pueden acogerse a la arbitrariedad de un VAR incipiente. Todos los árbitros presentes, entre el terreno de juego y la sala de vídeo, consideraron que la mano del defensa del Espanyol que cortó el remate de Santi Mina dirección a portería no podía señalarse como penalti al no ser intencionada. Era el minuto 17. Pasada la hora de encuentro, sin embargo, Del Cerro Grande sí castigó una infracción similar en el borde del área valencianista de Diakhaby Granero sacó el libre directo para convertir con suspense -el balón traspasó la línea de gol al botar- el 1-0. La tragedia para el Valencia es que no hubo más argumento que ese. En la segunda mitad el equipo perdió todas las señas de identidad inyectadas en algo más de un año por el entrenador asturiano. El Valencia no era el Valencia, sólo once piezas descoordinadas, apáticas y superadas en el nuevo césped del RCDE Stadium. El Espanyol mantuvo la intensidad, traducida en una presión altísima, los 90 minutos y ganó de manera merecida.

La puesta en escena del Valencia, en cambio, fue positiva. Los blanquinegros continuaron por la línea de la segunda mitad frente al Atlético, llevando a cabo el plan de mejoras que había trabajado Marcelino durante la semana en Paterna en busca de mayor profundidad, velocidad y juego por los costados. En la primera mitad Carlos Soler y Rodrigo destacaron, respectivamente, en la banda derecha y la mediapunta. Carlos SolerRodrigoWass a la presión, mientras que Piccini y Gayà cerraron los carriles a un Espanyol entusiasta con el esférico. Soler, precisamente, rompió por el costado para pisar el área y asistir a Mina... el disparo del gallego, claramente entre los tres palos, se estrelló entre la mano y el muslo de David López.

Los locales no acababan de sentirse cómodos en el medio. Granero, héroe espanyolista una hora más tarde, escuchó silbidos después de perder varios balones que posibilitaron los contragolpes del Valencia. Pero los de Marcelino desaprovecharon esa primera media hora para haber abierto brecha en el resultado. Las oportunidades cambiaron de bando, incluso, siendo más claras para el Espanyol. Los blanquinegros sufrieron dos minutos de pura angustia entre el 31 y el 33.Un cabezazo al larguero y una parada de Neto, que sacó la pelota sobre la línea de gol y, segundos, después se lanzó para atrapar un disparo desde fuera del área.

Al comienzo de la segunda mitad, quizá, el Valencia vivió su ocasión más clara. Un centro desde el costado izquierdo que entre Diakhaby y los puntas no acertaron a embocar a gol. Poco después Neto había pasado ya a ser el jugador con más trabajo del bando visitante. El resto había prácticamente desaparecido del mapa en Cornellà-El Prat. El brasileño detuvo un remate de Didac Vilà y salió raudo a los pies de los delanteros del Espanyol. En el minuto 62, en cambio, se quedó parado ante la precisión del chut colocado de Granero (1-0). Cinco minutos más tarde Borja Iglesias hizo el segundo al aprovechar una acción individual de Leo Baptistao, que se adelantó a Piccini en un error de cálculo y marca del nuevo lateral derecho del Valencia (2-0).

Entre gol y gol, Marcelino movió el banquillo. Cheryshev y Gameiro habían entrado en lugar de Wass y Santi Mina, aunque poco aportaron a un equipo blanquinegro derrotado y sin poder de reacción. Kondogbia. El Espanyol, ambicioso todo el duelo, ganó por intensidad. Una cura de humildad en toda regla.