Cada vez que Ezequiel Garay sufre un percance físico, y esta es la décima lesión que padece desde que llegó al Valencia CF, su consistencia y en ocasiones también su compromiso se ponen en tela de juicio. Tan pronto sus fibras o sus articulaciones se resienten pasa a estar en el centro de la diana para un sector de la crítica, convirtiéndose en carne de tertulias -las más ácidas rozan la mofa- que suelen girar en torno a algo tan difícil de medir desde la distancia como es el umbral del dolor del propio jugador, un aspecto que, como ocurre ahora, no tiene absolutamente nada que ver con el hecho de que no esté disponible.

El argentino cumplió el martes quince días sin entrenar con el resto de sus compañeros después de retirarse en el minuto 67 de partido ante el Atlético de Madrid en la primera jornada de LaLigaLaLig, este miércoles no participará contra el Alcoyano y la previsión es que siga al margen unos días más. ¿Qué pasa con Garay? La realidad que se respira en el seno del club contrasta con el alarmismo que se impone en una parte del entorno. El diagnóstico, la pauta y los plazos de recuperación están claros. El jugador conduce cada día a la Ciudad Deportiva, trabaja en el gimnasio y el staff técnico y los médicos no tienen prisas con él. Al contrario. El Valencia CF está decidido a aprovechar el margen de maniobra que otorga el parón de la competición para asegurar la plena recuperación del que, a ojos del cuerpo técnico, es el mejor de los cinco centrales.

¿Pero se borra Garay? Si se ha llegado a esta situación, cuentan fuentes solventes del Valencia CF, es precisamente por lo contrario: por que el futbolista arriesgó para ayudar al equipo. La primera semana del mes de agosto empezó a sentir una molestia en la rodilla derecha, algo natural en pretemporada, y apenas paró para no perder comba y llegar al inicio de la competición. Si estaba para entrenar, entrenaba. Solo lo frenaron para dosificarlo y que las cargas no le pasaran factura de cara al estreno en LaLiga. Durante dos semanas lució un aparatoso vendaje que le acompañó, incluso, al saltar al césped contra el Atlético. No estaba al cien por cien pero el argentino se sentía preparado para competir y comprometido para sumar.

El cuerpo técnico le sondeó antes del encuentro y su respuesta fue clara: estaba apto, exactamente como otras veces ha hecho Gabriel Paulista, un jugador de una fama totalmente opuesta, al que se le atribuye el sentido de abnegación de un soldado. Superada hora de partido el jugador sufrió una contusión en la rodilla que tenía dañada, no pudo seguir y, si bien las pruebas que se le practicaron al día siguiente descartaron una lesión grave, no le podría reaparecer hasta que desaparezca la inflamación de la rodilla y esta responda a pleno rendimiento. Hasta ahí el misterio con Garay.

La previsión es que el defensa esté en condiciones para jugar contra el Betis el día 15 en Mestalla. Según la primera estimación que se hizo a nivel inerno, el jugador se perdería -seguro- el partido ante el Espanyol y que jugara el Derbi era algo que estaba en el aire y que se acabó descartando en la medida que no pudo salir a entrenar durante la semana pasada. Una vez asumido que no llegaría, la idea del club pasó a ser que el futbolista se centrara en llevar a cabo una buena recuperación, que parara en seco y no corriera riesgos innecesarios porque, ante todo, se quería evitar que llevara su lesión a un tramo cargadísimo del calendario -el que espera a la vuelta del parón- y arrastrarla durante más tiempo de la cuenta, como sucedió el curso pasado con Paulista, que dio la cara en un contexto de emergencia. Los plazos, en este sentido, no varían; tocar las tres semanas y media de recuperación le permitirá estar al cien por cien. Estará ante el Betis.