Si hay algo que defina a Marcelino García Toral como entrenador -casi a la misma altura del 4-4-2, su obsesión por el orden defensivo o el vértigo en la transición- es la báscula. El control exhaustivo de la forma física en sus jugadores se repite constantemente a lo largo de todas sus etapas y todos los equipos que ha dirigido desde que empezó su carrera en los banquillos. Entonces era un adelantado a su tiempo. Hoy marca tendencia. Ese sentido tan estricto no es ningún capricho, obedece a una cuestión científica. Los resultados que maneja el cuerpo técnico constatan que el peso, el índice de grasa y la masa muscular pueden definir el rendimiento sobre el céspedpesoíndice de grasamasa muscular.

El técnico quiere a todos finos para que tengan velocidad, ritmo, resistencia y explosividad. Y es que salvo un selecto grupo de futbolistas, capaces de elevarse por encima de cualquier contexto y circunstancia, la inmensa mayoría -los mortales- son muy similares entre sí, por lo que atacar el margen de mejora puede resultar determinante. El objetivo, en definitiva, no es otro que optimizar las capacidades de cada atleta y exprimir al máximo su rendimiento.

Las pautas son exigentes pero en Paterna Marcelino contagia, la disciplina no se impone con látigo. A lo largo de la temporada pasada la plantilla asumió a las mil maravillas las pautas nutricionales y las rutinas de trabajo y ahora la Champions obliga a dar otra vuelta de tuerca al modelo. Para pelear contra equipos de la talla de Juventus o Manchester United hay que estar preparados. Y la báscula no permite la relajación.

Para los nuevos es todo un reto. Jugadores como Batshuayi o Diakhaby han tenido sus más y sus menos con ella en el Valencia CF y es que la exigencia es tal que, normalmente, cuando los jugadores llegan de otros equipos tienen que ajustar su físico a los parámetros que marca el cuerpo técnico. Algunos, como Gameiro o Cheryshev, que sabían desde hacía más tiempo que su destino era Mestalla, han llegado en unas condiciones físicas perfectas. Diakhaby tuvo deberes. Siguió una rutina específica después de llegar con un porcentaje de grasa de un 16% -lo habitual es entre 9% y 11%- y se puso a punto.

Adaptación, multas, tuppers...

El belga está todavía en ello y el staff técnico lo espera para ofrecer su mejor nivel al equipo. Está todo medido, los controles son constantes. Según ha podido saber SUPER, si sobrepasas los límites marcados de peso, porcentaje de grasa y porcentaje de masa muscular, la multa a pagar es nada más y nada menos que de 1.500 euros. Si sobrepasas solo uno de ellos, pagas 500 euros y tienes dos semanas por delante para corregirlo. De lo contrario, si fallas en el siguiente control, toca pasar por caja con 1.500 euros más. En la plantilla hay muchos que no han pagado ni una sola vez desde la llegada de Marcelino al club la temporada pasada y hay otros tantos que ya han pasado por caja en alguna ocasión concreta. Una anécdota y nada más. Lo que no es habitual es ver a algún jugador pagando una vez tras otra, salvo que ande inmerso en un proceso de adaptación severo y no logre avanzar. Casi todas las comidas están previstas en Paterna -hay veces que desayunan, comen, meriendan y hasta cenan allí-, pero los futbolistas también hacen vida fuera de la Ciudad Deportiva. Para esas ocasiones el cocinero del Valencia CF, Rieta, se ha convertido en el mejor aliado -les prepara tuppers para llevar- de los futbolistas, que son conscientes de que la comida es su gasolina y seguir las directrices del cuerpo técnico es el mejor camino para dar con su mejor versión.

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La llegada de Marcelino requirió un cambio de mentalidad a todos los niveles en un club en el que después de varias temporadas rindiendo por debajo de las expectativas hacía falta reimplantar una serie de valores necesarios. El resultado está a la vista de todos: del puesto doce a la Champions, logrando en doce meses lo que el club, a nivel interno, había previsto hacer en varios años. El estado físico del equipo, en general, es realmente bueno y en el Valencia CF están satisfechos con el compromiso que existe por parte de la plantilla. La báscula no engaña. Es el arma secreta de Marcelino, que ya desencadenó la mejor versión de algunos futbolistas después de convertirlos en auténticas avispas. Es el caso del argentino Aldo Duscher, al que hizo perder en torno a 13 kilos en el Racing, o de Viqueira y Pongolle en el Recreativo.

Pone el contador en marcha

No solo el peso es lo que deben mantener a raya los jugadores del Valencia CF, también el respeto por los empleados del club o la puntualidad. Esto último es fundamental. Por cada minuto tarde que llegue un futbolista al entrenamiento en la Ciudad Deportiva de Paterna está obligado a pagar diez euros. Así está estipulado. Parece poco, pero si el retraso es de media hora, 300 euros. Si el retraso es de una hora la cosa sube a 600 euros... Casi nada.

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