El fútbol tiene literatura facilona de lugares comunes y genera debates que se mantienen en el tiempo muchas veces por pura conveniencia del periodista, pero algunas afortunadas veces, esas frases hechas, esos eslóganes, logran el objetivo de calar y permanecer, penetran en el aficionado y terminan por instaurarse para siempre en el imaginario colectivo. El Valencia tiene dos, lo de Bronco y Copero y aquello otro de «el fútbol nos debe una».

El primero se fraguó en la ya remota décadas de los 40. En la primera mitad del siglo pasado, eliminatoria tras eliminatoria, el Valencia eléctrico se convirtió en temible porque ya hacía suyo aquello de es difícil vencer al que nunca se rinde. Fue una década casi prodigiosa que como muchas otras veces terminó con ruptura y decepción. En el 49 el Valencia Bronco y Copero le ganó la final al Athletic con gol de Epi, pero aquel era el último partido con aquella camiseta de uno de los mitos de Mestalla, su último regate en seco, su último gol, su último título... y se marchó.

El segundo eslogan es más reciente y actual, pero -cosas de la vida y el marketing espontáneo- posiblemente tiene menos vigencia. Nace en Milán después de perder de manera cruel la segunda final de la Champions. «El fútbol nos debe una» resume tan bien la histeria de este club y esta afición con este título, que ni falta hace que salga la palabra en él. Todos los valencianistas saben que lo que «nos debe» el fútbol es una Champions. Y mira que el paso del tiempo ha logrado que la histeria se quede en ilusión porque el valencianista de a pie ha salido de ese sueño a golpes de puñetazos de realidad, pero amigo, conviene no despreciar el poder de la ilusión en manos de Mestalla. Y seguramente sea mejor con la pausa actual. Ahora en que ya nadie cree que cada temporada ha de ser esa en la que el Valencia CF. La cosa es más simple, va de disfrutar con tu equipo de fútbol, va de ir al viejo Mestalla a escuchar la musiquita con la esperanza de que los dos eslóganes se conviertan en uno; va de competir como el Valencia de toda la vida. De plantar cara. De hecho, aunque tenga menos literatura de su lado, una tercera manera de resumir al valencianismo bien podría ser «tú corre y déjate el alma sobre el césped, que yo te aplaudiré ganes, empates o pierdas». Aunque cierto, demasiado largo para un eslogan.

La de hoy es mucha batalla, quizá por ello hasta Marcelino echa mano de la épica. «Si pecamos por algo que sea por exceso», dice el técnico asturiano al que cada vez se le pone más cara de valenciano. El glamour de ahora sustituirá al ruido y olor a pólvora de antaño, pero exceso, al fin y al cabo, son ambas cosas, el ruido y el glamour.

Para salir airoso de la batalla de hoy al Valencia le hará falta algo más que volver a ser tan bronco y copero como lo fue la temporada pasada, será necesario jugar a fútbol con cabeza y saber luchar contra la ansiedad y la precipitación porque enfrente hay futbolistas que penalizan cualquier error. Suerte también va a hacer falta, y para tenerla habrá que buscarla porque hasta ahora Marcelino y sus chicos la han buscado poco.

De los discursos excesos y prudentes de unos y otros queda ya el fútbol y el mal momento que atraviesa el Valencia, que vale que no la busque, pero ya es mala suerte que no estén ni Kondogbia ni Garay, que Parejo tampoco, que Guedes acabe de aterrizar y veremos si le da para noventa minutos y que Gameiro sigue empeñado en seguir haciendo de su relación con el Valencia CF el más difícil todavía. Sea como sea, de todo solo hay una certeza, que Mestalla se relame para una de sus grandes noches, y que ya la cosa va de eslóganes, es buena idea actualizar uno que dice «Ni Cristiano, ni Messi, ni Zidane, Espanyeta és el mes gran». La historia llama a la puerta del Valencia CF.