El cortocircuito del equipo va más allá de las ocasiones falladas o la falta de acierto en la definición o en el último pase. El discurso tras el empate en Berna fue absolutamente responsable. Todos los actores reconocieron la superioridad del Young Boys. Hubo muchos factores que explican la superioridad del campeón suizo. El Valencia CF, superior sobre el papel, no hizo sentir la diferencia en calidad y en estatus sobre el campo. Más disparos de los locales (18 por ocho), más saques de esquina, más centros al área, más duelos ganados... El Young Boys fue superior en ímpetu, acción e intención. Uno de los datos que refuerza esa sensación es la distancia recorrida. El equipo de Gerry Seoane cubrió 115.24 km, casi cuatro kilómetros más que el bloque de Marcelino, que se quedó en 111.59 km. El equipo no supo responder en la segunda mitad, cuando el campeón suiza mordió y los valencianistas intentaron meter pausa, imponer un control que no existió.

Djibril Sow ya lo advirtió en la previa: "Si jugamos con agresividad, todo es posible". No fue una sorpresa para Kondogbia, que en la previa demostró que tenía claro la capacidad del Young Boys: "Es un equipo muy poderoso, tienen jugadores veloces, que llegan muy rápido a portería". La obsesión por la fuerza y los centímetros de Marcelino no está teniendo efecto en los números y tampoco en el fútbol.

Más carreras, más acción

La diferencia (3.65 km) necesita contexto, tampoco es determinante y puede estar marcada -incluso- por el número de saques de esquina (seis a favor de los suizos por uno del Valencia), pero el efecto en el Wankdorf fue que hubo más carreras del Young Boys... salvo excepciones como Carlos Soler o José Luis Gayà. Es un dato más para analizar. El poder de Mbabu, Benito, Sanogo o Assalé se hizo sentir. Era un partido para hacer la diferencia por calidad, por categoría, por pizarra y también por intensidad, por hambre. El sueño del Young Boys pudo más que la personalidad del Valencia.