Dentro del protocolo de emergencia ha quedado marcado un grupo de futbolistas imprescindibles: Neto, Gayà, Garay, Parejo, Rodrigo, Kondogbia o Guedes. Cada uno en su momento y con sus circustancias particulares. También se cuenta con Carlos Soler, con Coquelin o con Gabriel. En ese bloque de jugadores destinados a sumar está pasando inadvertida la figura de Santi Mina y conviene no despreciar su carácter. El gallego (22 años, 15 goles y cuatro asistencias la temporada pasada) es otra de las figuras que reclama el equipo, por intensidad y por mecánica. Con Gameiro apagado y Batshuayi en modo espíritu libre, Mina se presenta como certeza. Con permiso de Simone Zaza, el '22' es el atacante que mejor funcionó con Rodrigo. En un sistema que se alimenta de parejas y sociedades, la (posible) recuperación de la dupla Rodrigo-Mina puede reconstruir los atajos al gol deteriorados. Tras la lesión sufrida ante el Villarreal y después de más de un mes trabajando para volver, el delantero está entrenando a buen ritmo desde principios de semana. Su presencia en la lista es una posibilidad real.

Es importante subrayar las cifras y la evolución de Mina durante la temporada pasada. El punta debería tener crédito, merece confianza. Durante la primera vuelta del curso 2017/18, cuando el Valencia abrió brecha, ayudó con seis goles (más una asistencia), tres entrando desde el banquillo, como magnífico revulsivo. También fue determinante en Copa, ante el Zaragoza y el complicado cruce con el Alavés. Fue creciendo hasta repartir muchos minutos y protagonismo con Zaza. Tuvo partidos importantes ante Levante, Real Sociedad y Celta. Sólo una lesión le quebró el paso durante marzo.

Contrapronóstico, otra vez

La piel de Santi Mina tiene memoria. Durante el verano-otoño 2017 ya protagonizó una resurrección contrapronóstico. Como otros futbolistas, estaba devorado por la crisis del club y el paso de entrenadores como Nuno, Neville, Ayestaran o Prandelli. No tenía contexto, no tenía la madurez mínima, no tenía confianza. El paso de Marcelino puso a su disposición todo eso. Mina lo aprovechó. En la primera jornada de LaLiga recibió pitos por un sector de la grada de Mestalla. Su respuesta fue rendimiento. El resultado fue la mejor temporada de su carrera, doce goles en LaLiga. Sin Zaza, pero con Rodrigo y con las apuestas fuertes por Kevin Gameiro y Michy Batshuayi este verano volvía a la casilla de salida. Lo tenía asumido. Cuarto delantero, con el terreno que había ganado otra vez perdido y con un rol protagonista por recuperar. Una situación que lejos de cortarle las alas interpretó como un desafío. Después de brillar en el Trofeo Naranja, con un gol y una asistencia lanzó un mensaje lleno de ambición: "Estoy contento con mi actuación personal. Toca seguir trabajando y sigo sumando confianza, buenos minutos y a mejorar el año pasado". Mejorar significa hacer más de 15 goles, merendarse a Gameiro y Batshuayi.

Titular ante Atlético y Espanyol, suplente o hombre de banquillo ante Levante, Betis y Juve, en su regreso a la titularidad se lesionó ante el Villarreal. El objetivo a corto plazo es ayudar, empezar a ganar peso en la rotación y reconquistar a Marcelino. Mina ha demostrado que trabaja para el colectivo y para el compañero. Recuperar a Mina puede significar recupear a Rodrigo, con el impacto que tiene en el equipo.