«Hemos visto al Young Boys que domina en la liga suiza». Gerardo Seoane no pudo ocultar su satisfacción tras arrollar al Valencia CF en Berna. La declaración tiene carga de profundidad y advierte un problema evidente: el equipo de Marcelino, superior en categoría, fue incapaz de hacer sentir la diferencia entre los dos clubes -que existe- por objetivos, por calidad y por inversión. El vacío de poder desencadenó la crecida del Young Boys, que jugó y compitió como si el adversario fuera el Basilea, el Zürich o el Luzern.

El conjunto valencianista se fue del partido durante la segunda mitad y cuando quiso reaccionar el campeón suizo ya le había perdido el respeto. El bloque de Seoane pudo correr y desarrollar con éxito su plan: dejó avanzar al Valencia para recuperar y tener espacio para galopar, para atacar la espalda de la defensa, para llegar con mucha gente y centrar. Pese a todo, la lectura del míster suizo no dejó lugar para las dudas: el Valencia CF es muy superior, más todavía en casa. Todos son conscientes de que para obtener un resultado positivo en Mestalla tendrán que jugar todavía mejor que en Berna.

Los puntos fuertes y los puntos débiles del Young Boys son los mismos que se han hecho evidentes ante Manchester United o Juventus. La clave del partido es idéntica a la de hace dos semanas en el Wankdorf: todo depende del Valencia CF. Si el equipo de Marcelino encuentra una versión suficiente, el partido es suyo. No es necesario que rompa el mejor Valencia. Sí es imprescindible que el equipo se haga respetar e intimide. Debe sentirse superior porque es superior, sin que eso se traduzca en exceso de confianza. Los suizos ya demostraron que tienen sus armas, pero el primer paso camino de la victoria es la confianza.

Ahora mismo, el peor enemigo del Valencia CF es el propio Valencia CF. Son las dudas. Leganés, Young Boys, Ebro, Girona, el penalti de Garay, la entrada a destiempo de Parejo en Berna, el gol a balón parado en La Romareda, los goles fallados, el pase pifiado de Kondogbia... todo forma parte del mismo circuito podrido. El Valencia no fluye. Marcelino está obligado a dar con su mejor versión, necesita agitar el statu quo. El equipo reclama energía nueva, no importa la forma. El proceso de recuperación no es sencillo, pero la determinación no puede faltar.

La hora de forzar la máquina

Después de desfondarse ante el Manchester United (Pogba apagó el fuego con un cañonazo) o no llegar con vida al minuto cinco en Turín, el campeón suizo topó con un rival al que tratar de igual a igual... por las dudas. En Mestalla no puede suceder. No es todo cuestión de coco. El Young Boys tiene pulmón, tiene futbolistas internacionales -por una buena selección como Suiza-, tiene un plan y una inercia -ganadora- magnífica. En el día a día doméstico, los suizos están instalados en las antípodas del Valencia. Marcelino necesita adrenalina y va a forzar la máquina. Gonçalo Guedes es el mejor ejemplo.